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¿Vuelve la inflación a Europa?

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Paolo Rizzo 28 mayo de 2020

Por Paolo Rizzo y Luca Giustozzi 

ITALIA.- La semana pasada, Italia dio otro paso hacía la normalidad: se abrieron bares, restaurantes y, para la felicidad de muchos, peluqueros. Fue un placer volver a disfrutar de un café, saborear nuevamente una pizza o por fin cortarse el pelo después de más de dos meses de cuarentena. Pero los italianos se encontraron con una sorpresa: aumentaron los precios.

Un hecho así no sería noticia en un país acostumbrado a la inflación como Argentina, pero sí sorprende en Italia. Solamente en dos de los últimos diez años la inflación ha superado el 2% (3,3% en 2012 y 2,9% en 2011). Se puede entonces imaginar la sorpresa frente a aumentos que llegaron a superar el 10%: un corte de pelo pasó de 10 a 11 euros, un caffé de 90 centavos a 1 euro y una margherita de 4 a 4,50 euros.

Para los dueños de las actividades económicas este aumento se justifica por dos hechos. Primero, el aumento de los gastos. La ley italiana exige ahora una desinfección periódica de los espacios, el uso de mascarilla y gel. En otros tiempos quizás las actividades se hubiesen encargado de cubrir estos gastos adicionales, sin perjudicar los consumidores. Pero dos meses de cuarentena hundieron los márgenes de beneficio. Las actividades registraron pérdidas importantes frente la falta de ingresos y la persistencia de costos fijos.

Segundo, la fase 2 limitará también las ventas. La distancia mínima entre mesas recortará el número de clientes en bares y restaurantes mientras las desinfecciones periódicas alargaran el tiempo de espera en los salones. No hay duda que se trabajará menos de antes. En definitiva, mayores gastos fijos serán repartidos entre menores ventas. Es inevitable que suba el precio.

Es probable que algunas actividades pensaban subir sus precios desde antes la crisis y consideran que ha llegado el momento indicado. Una subida generalizada de los precios en estos sectores no podrá más que reflejarse en la inflación de fin de año.

La suba de precios irá más allá de los sectores recreativos y de los servicios personales. Las empresas agrícolas italianas suelen servirse de trabajadores temporales extra-europeos o del este de Europa para la cosecha. Pero el brote del coronavirus ha limitado los movimientos de los trabajadores. Es razonable que los trabajadores pidan aumentos salariales y mayor seguridad en el trabajo, resultando en mayores gastos. Las empresas agrícolas enfrentarán costos mayores, y aumentarán los precios. No es casual que el precio de la fruta y la verdura en los supermercados haya registrado en mayo aumentos del 8% y del 5%, respectivamente, con respeto al año precedente según la asociación de productores de fruta y verdura (Coldiretti). Además, las compañías de transporte enfrentarán significativas limitaciones, viéndose obligadas a reducir drásticamente el número de pasajeros, con probables recargos en las tarifas.

También las fabricas tendrán que hacer frente a una desinfección periódica de sus espacios. Las plantas más grandes deberán garantizar un sistema diario de controles sobre la salud de sus trabajadores. En caso contrario, se pondría en riesgo la salud de los trabajadores y parar la producción. Estas rutinas generarán costos adicionales y disminuirán el tiempo total de trabajo. Además, debido a la sindicalización de los trabajadores, las empresas no podrán cortar sueldos ni despedir. Actualmente en algunos países está prohibido despedir trabajadores. Una vez más, la única solución de supervivencia para la empresa sería subir sus precios de venta.

En fin, la ruptura de las cadenas de distribución globales podrá tener efectos imprevistos en los precios de bienes y servicios. Es la opinión de Stephen Roach, economista de la Universidad de Yale, que desde el Financial Times anuncia el posible riesgo de inflación en el medio plazo por el aumento de los precios de producción en un mundo menos globalizado. Es una previsión que encaja con dificultad con los últimos datos oficiales. La inflación interanual del área euro en abril solo fue de 0,3%, la menor desde 2016. Pero, en abril también, casi la totalidad de los países de la eurozona estaba en cuarentena, en una parálisis casi completa de las actividades económicas. Se registraba un freno importante y forzado de la demanda de bienes. Además, algunos precios, como el de corte de pelo o del café en el bar o el de una conexión aérea, no estaban en mayor parte disponibles. Surgen dudas sobre la validez de ese dato mensual. Si bien en Italia los productos alimentarios registraron un aumento hasta en época de confinamiento (+2,7%), el precio del petróleo se derrumbó, llevando a una caída de los precios de energía de 14%. No sorprende que en abril el país haya estado al borde de la deflación.

Es una tendencia que podría invertirse a partir de mayo con el levantamiento de la cuarentena.

En fin, aún más importante, el cuadro macroeconómico podría sostener una dinámica inflacionaria. Los gobiernos del área euro están adoptando políticas fiscales expansivas, endeudándose ulteriormente para suavizar el impacto de la crisis. El Banco Central Europeo se ha comprometido en garantizar liquidez al mercado en volúmenes no vistos desde la Gran Recesión, anunciando un programa de adquisición de bonos de la Eurozona por 750.000 millones de euro.

En la teoría macroeconómica, a paridad de velocidad de circulación de la moneda, un aumento de la oferta monetaria lleva a un aumento de la producción en el corto plazo, pero en el largo plazo engendra inflación. Sin embargo, la velocidad de circulación de la moneda podría haber disminuido sensiblemente neutralizando los efectos expansivos e inflacionarios de la relajación monetaria.

¿Hay que preocuparse entonces del regreso de la inflación? Los economistas raramente tienen éxito en prever el futuro. Ni siquiera las políticas expansivas de los últimos años como el Quantitative Easing habían logrado generar inflación. Hace solo unos meses los economistas debatían del fin de la inflación y el estancamiento secular de la economía. El coronavirus ha enseñado cristalinamente la fragilidad del presente sistema económico.

Una inesperada suba de los precios podría tener efectos hasta benéficos para países endeudados como Italia. Un aumento de los valores nominales podría aliviar una deuda que las previsiones oficiales estiman hoy en 160% del PIB.

La vuelta de la inflación no sería necesariamente una mala noticia.

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