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A 10 años de Francisco

Una globalización más fraterna

Francisco propone mirar el mundo desde la óptica de los más desfavorecidos, como alternativa a hacerlo desde el poder y la comodidad

Una globalización más fraterna
Tomás Múgica 13 marzo de 2023

¿Cómo se ubica Francisco en el debate entre globalistas y antiglobalistas que atraviesa el mundo occidental, especialmente luego de la crisis de 2008-2009? Dado que en el debate público se suelen simplificar de manera deformante las posiciones del Papa, vale la pena un breve recorrido de su mirada sobre el proceso de globalización. 

Al igual que sus predecesores, Francisco no rechaza la globalización per se, en cuanto proceso que favorece el acercamiento entre personas y pueblos, algo importante para una institución como la Iglesia Católica, con vocación universal. 

En tal sentido, constituye una oportunidad para la fraternidad, que debe atravesar barreras de todo tipo. En Fratelli Tutti (FT) su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa recuerda la audaz visita de San Francisco de Asís al Sultán Malik-El Kamil en Egipto, en un tiempo -el siglo XIII- marcado por las cruzadas, y por el enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. 

Y nos dice que el Pobrecillo de Asís poseía un "corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión" (FT 3), hoy más necesario que nunca.

Sin embargo, Francisco objeta el proyecto de globalización dominante, que privilegia el interés económico y promueve un individualismo exacerbado, sin atender al bien común y a la dimensión comunitaria de la existencia humana. Mayor cercanía no equivale a mayor fraternidad: la actual globalización diluye las diferencias culturales, acentúa las desigualdades económicas y acelera el daño ambiental. 

La unidad del género humano no puede realizarse a costa de la identidad cultural de los pueblos. Ello no sólo es imposible, sino también artificial y por tanto insustentable.  Francisco rechaza un "modelo de globalización que conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad." (FT 100). Propone, en cambio, un diálogo basado en la valoración de la identidad cultural de los pueblos, que permita a cada uno de ellos incorporar las novedades externas en una nueva síntesis, "a su modo" (FT 148). 

La creciente integración de los mercados mundiales, en el caso de los países más débiles, adopta formas injustas. Francisco se refiere de manera frecuentemente a un nuevo colonialismo, que toma diversas modalidades, como la imposición de tratados comerciales injustos (Francisco, 09/07/2015, participación en el II Encuentro Mundial de los movimientos populares), al tiempo que señala la carga excesiva de la deuda externa, que compromete la subsistencia y progreso (FT 126). Ello no significa que el Papa rechace cualquier forma de integración económica; por el contrario, favorece la integración regional (FT 153) y demanda un mayor acceso al mercado mundial de los países subdesarrollados (FT 138). Se trata de lograr una integración creciente, pero justa y orientada al interés de los pueblos. 

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En cuanto a la dimensión ambiental en su Encíclica Laudato Si (LS), Francisco señala la existencia de patrones injustos de comercio internacional, que conllevan una sobreexplotación de recursos naturales de países pobres para satisfacer necesidades de las economías desarrolladas y contribuye a la "deuda ecológica" entre el Norte y el Sur (LS 51). Ello en el marco de un modelo de desarrollo que privilegia el derroche, más notorio en el caso de los países ricos, a costa del daño al medio ambiente. La crisis ecológica constituye, en definitiva, una manifestación externa de una crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad (LS 119). 

Las respuestas frente al daño ambiental deben atender a las necesidades comunes, evitando privilegiar los intereses de algunos Estados más poderosos. La interdependencia, dice el Papa, nos obliga a pensar en un proyecto común (LS 164). 

Si en su dimensión cultural, económica y ambiental el proceso de globalización actual muestra un costado injusto, en sus aspectos políticos resulta, además, claramente insuficiente. El sistema internacional carece de una institucionalidad que otorgue voz a los países más débiles para la resolución de los problemas comunes y se muestra incapaz de resolver los conflictos de manera pacífica. 

El mundo vive una guerra mundial a pedazos, que encuentra diversas manifestaciones. Algunas muy visibles, como el actual conflicto en Ucrania; pero también lo que el Papa llama "guerras olvidadas" que se producen en medio de la indiferencia general. En una entrevista publicada hace pocos días (Infobae, 10/03/2023), Francisco recuerda los conflictos de Yemen, Myanmar, Congo y Ruanda, sobre los que raramente escuchamos hablar. 

Transitar el camino hacia una globalización más fraterna demanda un cambio de perspectiva. Es allí donde el concepto de periferia, central en el pensamiento del Papa, se vuelve determinante. Francisco insiste en la importancia adoptar una perspectiva periférica, es decir, mirar el mundo desde la óptica de los más desfavorecidos, como alternativa a hacerlo desde el poder y la comodidad. 

Ello es especialmente relevante para quienes tienen responsabilidades políticas, a quienes dirige constantes llamamientos. Sin desconocer las duras realidades de la política internacional, y siguiendo la larga tradición de la diplomacia vaticana, el Papa apela a la autoridad moral de la Iglesia y de su propio liderazgo. Sabe que, finalmente, las grandes batallas de la historia se libran en la conciencia y en el corazón del hombre. 

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