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BRICS

Somos testigos de un proceso de transformación del poder global

Argentina no debe alinearse ciegamente detrás de ninguna potencia global, ni abogar por ningún otro interés que no sea el propio sino aprovechar los vientos de cambio como factor de leverage que le permitan negociar nuevas ventajas relativas que lleven al progreso de la nación.

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Tomás Santolin Godoy 29 agosto de 2023

El BRICS anunció la semana pasada la decisión de aceptar el ingreso de 6 nuevos países miembros. Entre ellos, Argentina. La noticia es de vital importancia para el tablero geopolítico, tanto por sus consecuencias directas como por sus implicancias futuras.

El vector de la decisión se vincula a un proceso de cambio estructural en el esquema de distribución de poder internacional.

China, la nación más poderosa del bloque, así como Rusia, consideran al BRICS como una plataforma para desafiar la cada vez más disputada hegemonía global de Estados Unidos y sus aliados occidentales.

La incorporación de nuevos miembros al bloque refleja, en ese sentido, un intento de fortalecer el dispositivo de contrapeso multipolar traccionado por las naciones del denominado Sur Global.

No todos los estados miembros del BRICS, cabe aclarar, mantienen una postura de confrontación abierta y deliberada contra el eje de poder que lidera Estados Unidos.

India y Brasil, en particular, demuestran una clara voluntad de mantener vínculos sólidos con las potencias occidentales. Ambos son considerados por Washington aliados estratégicos como diques de contención ante la expansión de la influencia de Beijing, el primero en el continente asiático y el segundo en la propia América.

Estas tensiones internas salieron a la luz en las horas previas al anuncio del jueves pasado en Johannesburg. Lula da Silva expresó públicamente su rechazo a la idea de que el bloque debería apuntar a rivalizar contra Estados Unidos y el G7. Y Narenda Modi abogó, durante las negociaciones, por criterios de admisión que excluyeran a países sobre los cuales pesen sanciones internacionales. Tal es el caso de Venezuela o el propio Irán, que finalmente fue aceptado como miembro.

Sin embargo, parece evidente que el resultado del cónclave es un claro desafío a la continuidad de un orden global considerado injusto y poco beneficioso por gran parte de las naciones emergentes o en vías de desarrollo.

Una alerta que no fue ignorada por Werner Hoyer, jefe del Banco Europeo de Inversión, al advertir a los gobiernos occidentales que estaban en riesgo de perder la confianza del Sur Global a menos que intensifiquen de forma urgente los esfuerzos para apoyar a los países más pobres.

Lo cierto es que la relevancia del anuncio no debe pasar inadvertida para nadie que se interese por los vaivenes de las encrucijadas de poder global. Expone una voluntad progresiva de los BRICS por alejarse de su función original como espacio de cooperación económica y comercial hacia una dimensión cada vez más centrada en el plano geopolítico.

La presencia de Antonio Guterres en el summit es otro signo de la creciente influencia global del foro. El Secretario General de Naciones Unidas se hizo eco de las propuestas reformistas del bloque respecto del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Consejo de Seguridad de la ONU. "Las estructuras de gobernanza global del hoy son un reflejo del mundo del ayer", disparó.

Existen, naturalmente, desafíos complejos para las pretensiones expansionistas del BRICS. Uno de los principales vinculado a la evidente heterogeneidad que atraviesa a su conformación. La diversidad entre sus estados miembros, tanto en cuanto al tamaño del PIB como a la naturaleza política e ideológica de sus gobiernos, implica un posible obstáculo para su efectivo funcionamiento en la práctica.

El modelo de toma de decisiones del BRICS, que requiere el consenso de todos sus miembros, ha sido uno de los principales cuellos de botella para la materialización de las reformas propuestas.

De hecho, este ha sido el motivo que muchos analistas señalan como la razón por la cual el bloque no habría logrado estar a la altura de sus pretenciosas ambiciones. Entre ellas, la decisión de alejarse del dólar como moneda de cambio o el fortalecimiento del Nuevo Banco de Desarrollo como agente prestamista global.

Un factor al cual hizo referencia Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. La divergencia de opiniones en asuntos estratégicos por parte de los países miembros sería, según el alto funcionario norteamericano, un impedimento para que el BRICS se convierta en un rival geopolítico de Estados Unidos.

Más allá de la entendible intencionalidad por minimizar el riesgo que supone el bloque para Washington, es indiscutible que la heterogeneidad señalada por Sullivan es, en efecto, uno de los mayores desafíos que enfrenta el foro.

Un párrafo aparte merecen las razones particulares que condujeron a la elección específica de cada uno de los 6 nuevos estados miembros. 40 países expresaron su intención de integrar el bloque, de los cuales 22 formularon la solicitud formal para tal fin. Todos ellos, en general, motivados por el deseo de fortalecer a través de la unidad su peso relativo en un tablero geopolítico multipolar.

La incorporación de Argentina fue en gran parte motorizado por el lobby que ejerció el presidente de Brasil, Lula Da Silva. El ingreso de las potencias petroleras Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos refleja una voluntad de alejarse de la órbita de Estados Unidos, para consolidarse como actores internacionales de poder con peso propio. Egipto se destaca por su histórica voluntad como propulsor de los llamados no-alineados, además de contar con sólidos vínculos comerciales con India y Rusia.

Mientras que la admisión de Etiopía, aliado político de China, ilustra la intención sudafricana de amplificar la participación de las naciones de África en las discusiones globales.

Respecto a Irán, quizás la incorporación más resistida, se trata de un aliado clave de Moscú en su contraofensiva ante las sanciones promovidas por Washington.

En ese sentido, Vladimir Putin buscó aprovechar la expansión del BRICS como forma de disputar la idea de aislamiento internacional que lo rodea, sobre todo después de la invasión rusa a Ucrania. De hecho, el jefe de Kremlin no pudo estar presente en el summit celebrado en la ciudad sudafricana debido a los pedidos de captura internacional que pesan sobre él.

¿Qué suponen estos cambios de paradigma para el futuro de nuestro país?

Parecería imprudente afirmar que la incorporación de Argentina al BRICS se trata por sí misma de un acierto o una equivocación, sin tener en cuenta un contexto más amplio que analice su estrategia de política exterior en el mediano y largo plazo. Por lo pronto, resulta innegable la ventaja relativa (sobre todo en términos comerciales) que implica el ingreso a un foro que, agregado, conforma el 36% del PIB global y casi la mitad de la población mundial.

Sería un error, a mi criterio, evaluar la decisión en términos netamente ideológicos. Somos actualmente testigos de un proceso de transformación en los esquemas de distribución de poder global, que a esta altura parece innegable.

El mismo significa para nuestro país una oportunidad estratégica única en cuanto a posibilidades de posicionamiento internacional, que requiere ser abordada con un estricto sentido de responsabilidad.

Esto supone, posiblemente, apelar al pragmatismo agudo que se desprende del realismo político. Argentina acaso no deba alinearse ciegamente detrás de ninguna potencia global, ni abogar por ningún otro interés que no sea el propio, sino aprovechar los vientos de cambio como factor de leverage que le permitan negociar nuevas ventajas relativas que lleven al progreso de la nación.

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