Tras dos meses de parálisis política, y luego de que ninguna fuerza alcanzara la mayoría legislativa en las elecciones anticipadas de Francia, el presidente Emmanuel Macron nombró a un nuevo primer ministro.
Sin embargo, en vez de ofrecerle el cargo a un candidato de la izquierda, la fuerza que más votos obtuvo en los comicios, Macron nombró Michel Barnier, a un representante de la derecha francesa.
Barnier, exnegociador jefe de la UE para el Brexit, es un conservador discreto que es relativamente desconocido en Francia a pesar de sus anteriores cargos ministeriales.
A partir de ahora, el destino de Barnier depende del grupo de extrema derecha Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que dio un apoyo tentativo a la nominación.
Sin embargo, el partido dejó en claro que podría retirar su apoyo en cualquier momento si no se satisfacen sus preocupaciones sobre inmigración, seguridad y gasto público.
En este sentido, Barnier, de 73 años (es el primer ministro de mayor edad en la historia moderna de Francia), dijo que su mandato "se tratará de abordar, tanto como podamos, los desafíos, la ira, el sufrimiento, el sentimiento de abandono, de injusticia que atraviesa muchas de nuestras ciudades, suburbios y áreas rurales".
Además, dijo que escuchará a todos los grupos políticos, citando como prioridades la atención médica, la seguridad y el empleo, así como la reducción de la excesiva deuda del país.
Por su parte, la izquierda dejó claro que lucharía contra Barnier en el cargo: "Las elecciones fueron robadas al pueblo francés", dijo el líder de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon.
Tras conocer la noticia, las acciones de los bancos franceses subieron, los costos de endeudamiento del Gobierno cayeron levemente y el euro se fortaleció.
El primer gran desafío político que enfrenta Barnier es redactar la legislación presupuestaria para 2025, que debe entregarse a los legisladores antes del 1 de octubre.
