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Nigeria: sinceramiento económico y más caos

Nigeria no es un país rico pese a sus abundantes recursos petroleros. Su población vive con un ingreso promedio anual de US$ 5.860 y ocupa el lugar 141 en el ranking del Banco Mundial.

Nigeria: sinceramiento económico y más caos
Luis Domenianni 27 noviembre de 2023

Según Transparency International, la ONG que mide anualmente el índice de corrupción en 180 países del mundo, Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda, en ese orden, son los tres Estados con gobiernos más "decentes". Nigeria se ubica entre los "horribles" del pelotón. Ocupa el lugar 152.

Medido de cero a cien, donde cien es ausencia total de corrupción y donde cero es la inversa, Dinamarca totaliza 90 puntos y Finlandia y Nueva Zelanda 87; Nigeria 24. Notas asignadas que solo reflejan los actos susceptibles de ser penados como delincuenciales. Pero, la corrupción abarca facetas digamos legales que Transparency International no mide.

Así, por ejemplo, recientemente, el nuevo presidente de Nigeria, Bola Tinubu, decidió ampliar una partida del presupuesto del Estado y consiguió el apoyo parlamentario para la medida. 

Hasta aquí, todo legal y legítimo. El objeto de la ampliación es la adquisición de un yate presidencial y de 461 automotores SUV para su esposa y cada uno de los 460 legisladores que componen el Parlamento nigeriano. Legal, muy difícilmente legítimo.

Nigeria no es un país rico pese a sus abundantes recursos petroleros. Su población vive con un ingreso promedio anual de US$ 5.860 a precios de mercado (PPA) y ocupa el lugar 141 en el ranking de 187 países medidos por el Banco Mundial. A título de comparación Luxemburgo ocupa el primer lugar con US$ 142.213.

Corrupción más pobreza representan un coctel explosivo para el país más poblado del África y sexto más poblado del mundo con 225 millones de habitantes. Los grupos islámicos alzados en armas y el dominio del bandidaje en distintas regiones del país, dan cuenta de ello.

La situación económica de Nigeria no da, a simple vista, para más. Mucho menos para los caprichos del presidente y su esposa. Y menos aún, cuando la inflación nigeriana supera el 25 por ciento anual, un record para las últimas dos décadas.

Tinubu, electo presidente en febrero del 2023, resolvió cortar por lo sano, con excepción de cuanto a él respecta, claro, y comenzó a recortar subsidios, en particular en el precio de los carburantes que, en consecuencia, resultó triplicado. Junto a los combustibles, el presidente liberalizó el mercado cambiario.

Todo sinceramiento siempre, sin excepción, resulta doloroso. Así, la naira, la moneda local nigeriana, sufrió una devaluación del 40% durante el segundo semestre del año. En el mercado paralelo, la cotización del dólar norteamericano perforó la barrera psicológica de las 1.000 nairas por unidad.

Desde lo social, más del 40% de la población de Nigeria -aproximadamente 90 millones de personas- viven por debajo de la línea de pobreza. El empobrecimiento afecta también a los sectores medios. Varios gobernadores redujeron la semana laboral en la administración a cuatro días, para ahorrar gastos en transporte a los empleados públicos.

El kilogramo de arroz, el insumo básico de la alimentación de los nigerianos, aumentó en casi 30% su precio en dólares. Los sindicatos convocaron a una huelga general pero el presidente Tinubu logró evitarla mediante una serie de medidas para enfrentar la carestía de la vida cotidiana. 

Claro que esas medidas resultan contradictorias con la dirección impresa a la economía del país. Y es que se trata nuevamente... de subsidios. Más de 200 millones para la agricultura, más de 130 millones para la pequeña y mediana empresa, más de 80 millones para la industria.

Una decisión controversial que fue tomada tras los saqueos a los depósitos de alimentos en distintos lugares del país, particularmente en las regiones más pobres.

bolu nigeria
Bola Tinubu

 

Emigración y criptomonedas

 

Pese a su marcha atrás en materia de subsidios, el presidente Tinubu, poseedor de una de las principales fortunas del país, insiste en rodearse de economistas procedentes del sector financiero. Así, ubicó a un banquero como ministro de Economía y a otro, un ex presidente del Citibank, como titular del Banco Central.

Frente a la deteriorada situación económica, dos soluciones se imponen. La primera consiste en la emigración hacia Europa, particularmente por parte de los jóvenes. A tal punto que uno de los principales ingresos del país proviene de las remesas que los inmigrantes envían a sus familias desde el exterior.

Los últimos datos conocidos -2021- muestran envíos desde el exterior a Nigeria por valor de US$ 20.400 millones. Los economistas dicen que el flujo creció aún más en 2022 y 2023. Traducidos a personas, los nigerianos que emigraron totalizaban, al 2020, 1.700.000 personas contra 990.000 diez años antes.

La suma de la pobreza estructural de 80 millones de personas, más la corrupción generalizada, más la inseguridad proveniente del bandidaje y de los dos grupos islámicos alzados en armas, son causa suficiente para intentar salir del país y no volver.

De su lado, la transformación de los ahorros en criptomonedas es la salida que prefieren quienes pueden ahorrar y no están dispuestos a abandonar el país. Indudablemente, la alta inflación y el deterioro del valor de la naira coadyuvan para el refugio de los ahorristas en esa herramienta poco difundida en África.

Cuatro son los países africanos cuyos habitantes cuentan con ahorros de envergaduras en criptomonedas. Kenia, Ghana y Sudáfrica se ubican como 21,29 y 31 en el ranking mundial de países con mayor volumen en moneda electrónica.

Pero Nigeria supera todo. Al respecto, el índice Chainalysis, publicado anualmente -mide el número de usuarios de las cripto y la parte de su riqueza invertida- coloca a Nigeria como el segundo país del mundo, tras la India y por delante de Vietnam, en su uso.

Si en Occidente, las cripto se utilizan como valor especulativo, en Nigeria solo se trata de una defensa de los ahorros. A tal punto que las transacciones en moneda electrónica son casi nulas.

Asumido como presidente en febrero de 2023, Tinubu debe hacer frente a un descontento que deteriora la imagen de su gobierno. No le queda otro camino que las reformas si pretende mantener la unidad del país más poblado del África.

La inseguridad generalizada que abarca a la casi totalidad del país es, junto con la economía, el otro desafío que debe enfrentar el aún novel gobierno. Grupos yihadistas, bandidaje llano, conflictos entre ganaderos y agricultores, bandas que roban petróleo de los oleoductos e incipientes grupos separatistas conforman un panorama desalentador.

 

Suma de conflictos

 

Si durante años, el terrorismo islámico de la secta-agrupación Boko Harán mantuvo en vilo al noreste del país y a varios países vecinos como Níger, Chad y Camerún, ese fenómeno perdió gravitación.

A la fecha, todo el norte nigeriano, particularmente el noreste, padece los ataques y las exacciones, ya no de un levantamiento armado, sino del puro bandidismo. 

El modus operandi es liso y llanamente delincuencial. En primer término, exigen de los pobladores de las aldeas, de los agricultores y de los ganaderos, el pago de "impuestos". Si enfrentan una negativa, atacan el pueblo o roban el ganado. Si la cosa va más allá, destruyen la aldea y matan a sus habitantes. A su vez, raptan a las mujeres jóvenes.

A medida que pasa el tiempo y la respuesta del Estado nigeriano se torna incapaz de combatir con éxito al bandidaje, las bandas delincuenciales crecen. En hombres, en vehículos, en armamento y en superficie donde practicar sus extorsiones. 

Ya no se limitan al noreste, también llevan a cabo operaciones cerca de Abuja, centro del país, la capital del Estado. El desplazamiento hacia el centro tampoco persigue un objetivo político, solo delincuencial. Cerca de Abuja es posible secuestrar chinos e indios, profesionales o técnicos, que trabajan en la minería de oro. Obviamente, rescates más suculentos.

En rigor, el bandidaje creció bajo el amparo de no pocos políticos regionales que alentaban, en sus orígenes, la formación de fuerzas de autodefensa para neutralizar los grupos yihadistas islámicos vinculados con Al Qaeda, denominados localmente Lakurawas, es decir extranjeros provenientes de Mali, Níger, Burkina Faso e inclusive Libia.

Con el tiempo, las autodefensas se transformaron, en algunos casos, en bandas delincuenciales autónomas encabezadas por "kachallas" -comandantes- más o menos conocidos por las poblaciones, según su grado de salvajismo y el volumen de tropa que reúnen en su alrededor.

Y el remedio fue peor que la enfermedad. Si los yihadistas solo exigían el "zakat", el impuesto islámico, los bandidos reclaman pagos por todo, por vivir, por cosechar, por poseer ganado, por celebrar un matrimonio, por tener derecho a permanecer en la aldea, etcétera.

Durante un tiempo, los aldeanos de la región encontraban cierta seguridad en los soldados del vecino Níger, reputados como mucho mejores y mucho más serios que los militares nigerianos, pero las dificultades entre los dos países, luego del golpe de Estado en Níger, dejó desamparados, por completo, a quienes viven cerca de la frontera.

A la fecha, las estimaciones sobre el bandidaje hablan de más de 10.000 fuera de la ley, de centenares -ver miles- de motocicletas chinas para su desplazamiento en ataques que requieren trayectos de más de cien kilómetros, y de una inagotable fuente armamentista, originaria de los arsenales libios pillados durante la guerra civil en ese país.

Si hace algunos años, los yihadistas de Al Qaeda y los de Boko Harán miraban con "apetito" al bandidaje, hace tiempo que dejaron de hacerlo. Los métodos bárbaros de las bandas delincuenciales superan la capacidad de terrorismo yihadista. Es así que, si el bandidaje no se yihadizó, muchos yihadistas se pasaron al bandidaje.

La violencia en Nigeria no se limita a bandidos y a yihadistas. Abarca otras categorías, por ejemplo, las disputas entre ganaderos de la etnia Peúl, también conocidos como Fulani, y agricultores de la etnia Hausa. Se trata de conflictos por la propiedad y la explotación de las tierras. Conflictos que también dejan decenas de muertos de ambas comunidades.

Queda el sur del país, particularmente, el sudeste, rico en petróleo. Es la tierra de los Igbo, conocida como Biafra, región que se sesionó de Nigeria entre 1967 y 1970. Secesión que fue dominada a sangre y fuego tras tres años de guerra.

El sentimiento a favor de una separación siempre está vigente, aún aletargado como en la actualidad. La discriminación política contra los Igbo opera en tal sentido. El resto queda a cargo de un bandidaje distinto. No roba ganado, no cobra impuestos, no viola, ni mata. Solo roba y revende... petróleo.

 

Viabilidad estatal

 

Nigeria es un clásico producto del colonialismo. En este caso, británico. Fue el hogar de varios reinos y estados durante toda su historia precolonial. El Reino Unido, tal como hizo en la India, unificó el país para dotarlo de una única administración colonial.

Si bien no se corresponde plenamente, un rasgo distintivo de la diversidad étnica y política fue que la mayoría de los reinos que tuvieron vigencia dentro del actual territorio nigeriano respondían a características nacionales no federales. Así hubo reinos igbos, reinos hausas, reinos yorubas y otros.

Mencionar a Nigeria, como a los demás países que conforman el litoral del Golfo de Guinea, es mencionar el tráfico de esclavos llevado a cabo por esclavistas europeos en alianza con diversos reyezuelos africanos. Cuando la actividad pasó a ser delito, a comienzos del siglo XIX, el Reino Unido reparó en Nigeria como un territorio a colonizar y explotar comercialmente.

Primero fue la Colonia de Lagos -la actual principal ciudad nigeriana-, luego el resto del sur del país que conformó el Protectorado Británico del Sur de Nigeria y, finalmente, la expansión colonialista hacia el norte musulmán, cuya ciudad principal es Kano. Entonces vio la luz el Protectorado Británico del Norte de Nigeria. Norte y Sur unificados en 1914.

La independencia en 1960 dio lugar a un sistema federal con el cual se trató de paliar las significativas diferencias entre las distintas regiones. Nótese, por ejemplo, que en el norte musulmán, la esclavitud fue prohibida recién en 1936. Hace menos de un siglo.

La política fue incapaz de honrar la decisión federalista. Hausas norteños, Yorubas del suroeste e Igbos del sudeste, alternaron en el poder con crímenes, magnicidios y persecuciones de unos contra otros en los primeros años de vida independiente. 

La incapacidad de la política culminó con la guerra de Biafra que duró desde 1967 hasta 1970. Ocurrió cuando el sureste Igbo declaró su independencia con el nombre de República de Biafra como respuesta a los ataques y pogromos que padecía la etnia. La derrota biafrana abrió la puerta para sucesivas dictaduras militares de corta duración.

La inestabilidad institucional se prolongó hasta 1999. Desde entonces, el sistema democrático rige en Nigeria. Con extrema precariedad, pero rige. Actualmente, electo en marzo 2023, asumido en mayo del mismo año, la presidencia nigeriana recae en el ex gobernador de Lagos, Bola Tinubu.

A la fecha, las tendencias centrífugas retoman fuerza en un país caótico donde ninguna institución goza de la confianza de la ciudadanía. Considerado último recurso, el Ejército, gangrenado por la corrupción, es absolutamente incapaz de asegurar la paz interior.

Por último, y tema no menor, los golpes de Estado militares en países fronterizos o cercano de Nigeria generan una preocupación adicional. En particular, el ocurrido en el vecino Níger. En agosto 2023, Tinubu se mostró partidario de una solución militar frente al golpe en Níger.

Fue un paso en falso. Nadie lo acompañó. Ni ninguno de los países de la CEDEAO -Comunidad Económica de Estados del África Occidental-, ni la opinión pública dentro de Nigeria, ni el propio Ejército, más interesado en los "negocios" que en cualquier otra cosa.

Pero la preocupación de Tinubu y su propuesta de intervención no parecen descabelladas. Es que los gobiernos militares en la región ya son cuatro. Guinea, Mali, Burkina Faso y Níger ingresaron en la vía de facto. Bien puede ocurrir en una Nigeria siempre al borde de la desintegración.

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