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Biden, Johnson y el problema de las protestas universitarias

En las últimas semanas, importantes incidentes se han registrado en varias universidades de EE.UU., donde cientos de estudiantes protestan en contra de la guerra en Gaza. Pero, lejos de ser un tema menor, las manifestaciones podrían traerle más que un dolor de cabeza a Biden.

Biden, Johnson y el problema de las protestas universitarias
Damián Cichero 09 mayo de 2024

Aunque las protestas universitarias en Estados Unidos contra la guerra en la Franja de Gaza llevan semanas e incluso meses, han cobrado gran relevancia en las últimas semanas. 

A grandes rasgos, los manifestantes exigen que Estados Unidos intervenga para detener los ataques israelíes en la región palestina: desde el 7 de octubre, fecha en la que Hamás asesinó a 1.200 personas en Israel, el país judío ha matado a más de 34.000 personas en represalia en Gaza.

Sin embargo, conscientes de que es difícil que esto suceda, también exigen el fin de la asistencia militar estadounidense a Israel y que las universidades rompan sus vínculos tanto con empresas como con entidades educativas del país judío. 

En este sentido, las protestan se han extendido por Estados Unidos, si bien han cobrado gran visibilidad tras los desalojos llevados a cabo por la policía, que intervino, principalmente, después de enfrentamientos entre manifestantes y contramanifestantes (personas que defienden el accionar israelí). 

En este sentido, se destaca el desalojo en un edificio que había sido tomado por estudiantes dentro del campus de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Además, en la Universidad de California, en Los Ángeles, fuerzas de seguridad detuvieron a 210 personas que se encontraban en las tiendas de campaña instaladas allí. 

La tensión ha llegado a un nivel tan alto que incluso la Universidad de Columbia canceló su principal ceremonia de graduación, aunque seguirá celebrando actos más pequeños.

Déjà vu

Los últimos incidentes en las universidades han traído a la memoria de muchos los hechos similares ocurridos en 1968 cuando, en plena guerra en Vietnam, cientos de estudiantes protestaron en contra del papel de EE.UU. en el conflicto.

Washington había intervenido en la guerra para frenar el avance del comunismo en Vietnam del Sur. Por ello, desde hacía varios años antes, los universitarios comenzaron a protestar: el 24 y 25 de marzo de 1965, la Universidad de Michigan organizó una de las primeras manifestaciones contra la guerra.

Sin embargo, tres años después, ante la crítica situación de las tropas norteamericanas, el Ejército implementó cambios en el reclutamiento militar para que personas más jóvenes se unieran a sus filas.

Pese a esta medida, las fuerzas norvietnamitas, apoyadas por la guerrilla del Vietcong, atacaron las posiciones estadounidenses y lograron penetrar hasta Saigón.

Así, aunque las fuerzas comunistas terminaron siendo derrotadas, en EE.UU. se comprendió, quizás por primera vez, que era casi imposible obtener un triunfo en la guerra, ya que sus enemigos jamás se rendirían. 

Eso provocó que se generara una ola de protestas, con la Universidad de Columbia a la cabeza, y, como ocurrió este mismo año, la policía detuvo a cientos de estudiantes.

protestas
 

Un llamado de atención 

Sin dudas, las motivaciones de las protestas de 1968 no son las mismas que las de la actualidad: mientras que hace varias décadas la población exigía la protección de sus propios soldados, hoy en día está más relacionado con una cuestión de solidaridad internacional. 

No obstante, podemos encontrar similitudes, como, por ejemplo, el sentimiento de impotencia respecto a la falta de voluntad del gobierno norteamericano para ponerle fin a un sangriento conflicto o, incluso, el cuestionamiento a las inversiones en compañías vinculadas con la producción de armamento. 

Por ello, es probable que el gobierno de Biden esté tomando nota de los sucesos, principalmente si tiene en cuenta lo que sucedió con uno de sus predecesores: en los 60, la sociedad estaba totalmente polarizada (tal como sucede hoy) y se registraban incidentes en decenas de ciudades. 

Entre muchos motivos, fue ese caos lo que debilitó al presidente Lyndon B. Johnson, quien anunció que no buscaría la reelección en noviembre de 1968.

Quien aprovechó la debilidad del Partido Demócrata fue el republicano Richard Nixon, que utilizó los levantamientos estudiantiles para proyectar la idea de la "ley y el orden". 

Y, como no podía ser de otra manera, el que también está intentando sacarle provecho a la situación es Donald Trump; por eso, calificó las protestas en el campus como "un odio tremendo" y dijo que las redadas policiales en Columbia "fueron algo hermoso de ver".

Actualmente, gracias al repunte económico, y también a que enfrente se encuentra el polémico Trump, Biden mantiene importantes chances de ser reelecto. Por ello, no puede decirse que se encuentra igual de debilitado que Johnson en su momento. 

De todas formas, el último sondeo de ABC News mostró que casi cuatro de cada diez estadounidenses dicen que Estados Unidos está haciendo demasiado para apoyar a Israel.

Y quizás el dato más preocupante para el líder demócrata es que el 37 % de los encuestados confía más en Trump que en Biden para manejar la cuestión de la guerra en Medio Oriente (sólo el 29 % confía más en Biden, mientras que el 33 % no confía en ninguno). 

Con la intención de revertir la tendencia, Biden dijo que los estadounidenses tenían derecho a manifestarse, pero no a desatar la violencia.

"Destruir propiedad no es una protesta pacífica. Es contra la ley. Vandalismo, invasión de propiedad privada, romper ventanas, cerrar campus, forzar la cancelación de clases y graduaciones, nada de esto es una protesta pacífica", agregó. 

Además, tratando de presionar a Israel para que detenga su ataque, retuvo un cargamento de miles de bombas pesadas.

"Los civiles han muerto en Gaza como consecuencia de esas bombas y otras formas en que atacan los centros de población", dijo Biden al respecto.

Así, aunque la pausa de armas de Biden no es tan dura como en 1982, cuando Ronald Reagan prohibió la venta de bombas de racimo a Israel, es un punto de inflexión en las relaciones entre Washington y Tel Aviv e, incluso, podrían ser la primera señal de una nueva estrategia electoral. 

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