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El poder en el Siglo XXI

Anticipo del nuevo libro de Moisés Naím: “La revancha de los poderosos”

El ensayista vuelve a la carga con “La revancha de los poderosos” (Debate, 2022). En Argentina, estará a la venta a partir del 1° de marzo. Anticipo exclusivo.

El nuevo libro de Moisés Naím: “La revancha de los poderosos” (Debate, 2022). Es
El nuevo libro de Moisés Naím: “La revancha de los poderosos” (Debate, 2022). Es .
25 febrero de 2022

El ascenso de los gigantes tecnológicos ocupa un lugar muy importante en los debates sobre la concentración empresarial, y con razón. Como demostró el informe de la Cámara de Representantes, Amazon, Google, Facebook, Apple y otras empresas han conseguido introducirse en todos los aspectos de nuestra vida económica e incluso en nuestra privacidad. La fascinación que provocan resulta comprensible y merecida. 

Sin embargo, existe el peligro de carecer de amplitud de miras. El aumento de casos de concentración empresarial no se limita solo al sector tecnológico, sino que es un fenómeno que se encuentra cada vez más en todo tipo de sectores: un puñado de empresas dominantes se quedan con más cuota de mercado, en particular en Estados Unidos. 

Thomas Philippon, de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, ha hecho una detallada descripción de estas tendencias. Los datos y las cifras que revela hablan por sí mismos. “Desde finales de la década de 1990 —escribía—, los sectores industriales de Estados Unidos están cada vez más concentrados y los márgenes de beneficio de las empresas se han incrementado. Al mismo tiempo, la productividad ha tenido un escaso aumento”. 

A medida que las empresas tienen mayores beneficios, invierten menos dinero del que ganan en el negocio. “El ratio de beneficios empresariales después de impuestos respecto al valor añadido ha subido de un promedio del 7% entre 1970 y 2002 a un promedio del 10% desde ese año”. Dicho llanamente, eso quiere decir que la parte de los ingresos que se convierte en beneficios para los accionistas ha aumentado nada menos que 43% en ese periodo. Y hay más: “Antes, las empresas reinvertían, aproximadamente, 30 centavos de cada dólar de beneficios (en el negocio) —escribía Philippon—. Ahora no reinvierten más que 20 de cada dólar”. 

Philippon afirmaba que este problema se daba sobre todo en Estados Unidos, porque una aplicación más estricta de las leyes antimonopolio en la Unión Europea ha frenado dicha tendencia a la concentración. El lo denominó “el gran cambio”: su conclusión era que, en contra de la opinión tradicional, la Unión Europea se ha convertido en una jurisdicción que favorece más la competencia, y menos los monopolios, que Estados Unidos. 

Philippon encabeza un grupo de economistas cada vez más influyentes que señalan que la pérdida de competitividad y el aumento del poder de mercado son la prueba de que está pasando algo terrible, en particular en Estados Unidos. 

Ufuk Akcigit, de la Universidad de Chicago, cree que la disminución de las presiones para competir está paralizando la economía estadounidense. En una ponencia que presentó en la reunión de 2020 de la Reserva Federal en Jackson Hole, Akcigit y su colega Sina T. Ates escribían: “El dinamismo empresarial —el proceso perpetuo de formación, crecimiento, contracción y muerte de empresas nuevas— y la reasignación correspondiente de factores hacia unidades más productivas es una fuente esencial de aumento de la productividad total en una economía que goza de buena salud. Diversas regularidades empíricas indican que el dinamismo empresarial de Estados Unidos está disminuyendo desde la década de 1980 y, todavía más llamativo, desde los primeros años de este Siglo XXI”. 

Un estudio llevado a cabo en 2019 por el Open Markets Institute demuestra que, en Estados Unidos, la cuota de mercado total de las dos mayores empresas de un sector ha crecido de manera sustancial en todo tipo de sectores: reforma de viviendas, construcción naval, cárceles privadas, tabaco, farmacias, fabricación de colchones, tiendas de manualidades, líneas aéreas, alquiler de coches, lavanderías industriales, procesado de carne, agencias calificadoras de crédito, fabricación de camiones y autobuses, parques de atracciones y tarjetas de crédito. 

Estos son solo algunos de los mercados en los que las dos principales empresas han aumentado su presencia desde principios de Siglo XXI. En numerosas ocasiones, esa concentración se debe a las fusiones, pero también a una aplicación cada vez más laxa de las leyes antimonopolio por parte de la Comisión Federal de Comercio. 

Los sectores relacionados con la salud son especialmente propensos a esas nuevas formas de poder de mercado, con gran cantidad de servicios muy especializados (por ejemplo, audífonos, medidores de glucosa en sangre, gafas graduadas, terapias dentales y prótesis para articulaciones, entre otros), en los que domina un número muy reducido de empresas que aprovechan las trabas regulatorias para impedir que se incorporen nuevas firmas y, como consecuencia, acumulan unos beneficios desmesurados.

¿Es este el futuro que nos espera? No necesariamente. Es más, si nos guiamos por la experiencia, el éxito de los ganadores será su perdición. La hegemonía empresarial es efímera. En 1990, las diez mayores empresas de Estados Unidos por capitalización de mercado eran IBM, Exxon, General Electric, AT&T, Philip Morris, General Motors, Merck, Bristol Myers Squibb, Amoco y Dupont. 

Ninguna de ellas sigue estando entre las diez primeras. 

La lista de las mayores empresas de Estados Unidos en 2020 estaba formada por Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet, Facebook, Berkshire Hathaway, Visa, Tesla, Johnson & Johnson y Walmart. 

Anticipo del nuevo libro de Moisés Naím: "La revancha de los poderosos" (Debate, 2022)
Anticipo del nuevo libro de Moisés Naím: "La revancha de los poderosos" (Debate, 2022)

Los libros de historia de la economía están llenos de los cadáveres de los gigantes empresariales de antaño. En el apogeo de su desarrollo en el siglo pasado, la compañía de petróleos Standard Oil parecía tan sólida e indiscutible como parece hoy Amazon. 

Su fundador, John D. Rockefeller, era tan inmensamente rico como lo es hoy Jeff Bezos. Sin embargo, todo cambia. En 2020, ExxonMobil, la mayor de las empresas sucesoras de Standard Oil, se quedó fuera del índice Dow Jones y su valor de mercado cayó por debajo del de Netflix, la empresa de contenidos audiovisuales por internet. 

ExxonMobil no fue la única que se vio rebasada por los gigantes tecnológicos. Ese mismo año, cada una de las cinco mayores empresas tecnológicas tenía un valor superior al conjunto de las setenta y seis mayores empresas energéticas. 

Abundan los ejemplos que indican los posibles vuelcos y traspasos de poder que se producen en el mundo empresarial. Amazon tiene ante sí la amenaza de Walmart, la mayor empresa del mundo en ingresos. Los gigantes chinos como Alibaba no solo monopolizan su mercado interior, sino que están ampliándolo en el resto de Asia y en otros continentes. Las firmas de tecnología financiera, que utilizan las nuevas tecnologías de la información para “desintermediar”, automatizar y hacer más eficaces los servicios financieros que proveen, compiten directamente con los grandes bancos tradicionales. 

También es frágil y efímero el poder de los directores ejecutivos de las grandes empresas. Según la consultora PwC, “en 2018, el relevo de directores ejecutivos en las dos mil quinientas mayores empresas del mundo se incrementó hasta la cifra sin precedentes del 17,5%, tres puntos porcentuales más que el 14,5% de 2017 y por encima del ritmo de reemplazo normal de la última década (…) En 2018, el relevo de directores ejecutivos creció de forma clara en todas las zonas, comprendido un gran aumento en Europa occidental”. 

Un estudio llevado a cabo en 2018 por Equilar, una empresa que reúne datos relativos a consejos de administración y altos directivos, reveló que “en los últimos cinco años, los cambios de directores ejecutivos se han generalizado más que en los cinco años anteriores. Como consecuencia, su mandato se ha acortado en un año, por término medio, desde 2013”. 

Las fuerzas centrífugas que dividen y debilitan el poder empresarial constituyen una parte importante de una historia que, sin embargo, subraya el inmenso poder que está concentrado en unos cuantos actores. Las nuevas empresas y las tecnologías punteras, los modelos de negocio, los competidores extranjeros, los cambios en el comportamiento del consumidor, las rivalidades geopolíticas, la política nacional y los acontecimientos mundiales inesperados, como una pandemia o un accidente climático a gran escala, pueden alterar de forma radical la estructura de la industria y desencadenar un cambio de poder que debilite incluso a las empresas más sólidas y arraigadas. 

La pandemia de Covid-19 que golpeó el mundo en 2020 puso de rodillas a sectores enteros, con empresas que hasta entonces dominaban sus mercados. Las compañías de cruceros, las líneas aéreas, los hoteles, las tiendas, la maquinaria pesada y los centros comerciales son solo algunos de los sectores que han tenido dificultades para sobrevivir a los efectos de la pandemia y a sus siguientes olas. 

Sin embargo, al tiempo que unas empresas gigantescas y emblemáticas se hundían, otras se encontraban en un proceso de plena expansión. La pandemia aumentó la demanda de, entre otras cosas, programas informáticos, transporte y logística, comunicaciones, dispositivos médicos y farmacéuticos, y medios de pago sin contacto. 

En varios de estos sectores, la competencia era feroz, mientras que las empresas que estaban protegidas por enormes barreras comerciales se hallaban a salvo de los posibles rivales. No obstante, esta situación no es estable ni permanente. 

En el mundo actual, el poder empresarial tiene una esperanza de vida corta y cada vez más reducida. La demanda popular de que se ponga freno al poder de las grandes empresas, las consiguientes intervenciones estatales y la competencia continuada acabarán minando la preponderancia de los gigantes tecnológicos. 

Seguirán existiendo, controlando cuotas de mercado importantes y ejerciendo un enorme poder, pero también estarán sujetos a más restricciones sobre lo que pueden hacer con el poder que consigan conservar. 

Al igual que Standard Oil y las empresas de la red telefónica Bell tuvieron que disolverse, parece muy probable que las grandes empresas tecnológicas de hoy se vean obligadas a abandonar determinados mercados, a desprenderse de parte de sus filiales y a vender empresas que compraron para reforzar las trabas comerciales y consolidar su hegemonía. 

Los gigantes tecnológicos seguirán siendo grandes y poderosos, pero menos que en sus primeros decenios de existencia. Otras empresas que aún no han nacido desafiarán a las ya consolidadas y conquistarán una cuota de mercado mayor a costa de las que hoy dominan el terreno. Y nuevas empresas ganadoras en China, de una escala y una capitalización equiparables a las de sus rivales estadounidenses, pondrán cada vez más en peligro a los gigantes tecnológicos establecidos. 

Las empresas nuevas, la competencia extranjera, un mayor activismo contra los monopolios, unas normas más estrictas y una imparable innovación tecnológica son factores que imponen límites a los líderes del mercado desde hace generaciones y resulta razonable pensar que sus efectos centrífugos en la concentración empresarial determinarán el poder de esas grandes compañías.

DOS FRASES DESTACADAS

Si nos guiamos por la experiencia, el éxito de los ganadores será su perdición. La hegemonía empresarial es efímera. En 1990, las diez mayores empresas de Estados Unidos por capitalización de mercado eran IBM, Exxon, General Electric, AT&T, Philip Morris, General Motors, Merck, Bristol Myers Squibb, Amoco y Dupont. Ninguna de ellas sigue estando entre las diez primeras.

Al igual que Standard Oil y las empresas de la red telefónica Bell tuvieron que disolverse, parece muy probable que las grandes empresas tecnológicas de hoy se vean obligadas a abandonar determinados mercados, a desprenderse de parte de sus filiales y a vender empresas que compraron para reforzar las trabas comerciales y consolidar su hegemonía. 

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