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Alemania: un gobierno tripartito enredado entre la defensa y la economía

Si las cosas aparecen como complicadas para el gobierno tricolor -socialdemócratas, verdes y liberales- en el plano interno, no le van en zaga las cuestiones exteriores, sobre todo regionales.

Alemania: un gobierno tripartito enredado entre la defensa y la economía
Luis Domenianni 17 octubre de 2023

Situados en el sur de Alemania, mayoritariamente católicos e históricamente conservadores, los ciudadanos de los "land" de Baviera (capital Múnich) y de Hesse (capital Frankfurt) castigaron con su voto al gobierno federal de la coalición compuesta por la socialdemocracia, el SPD; los verdes, Die Grünen y los liberales, del FDP.

La derrota fue apabullante. En las elecciones de 8 de octubre, el SPD vio decaer su score a niveles alarmantes. Así en Baviera, perdió 1,3 puntos frente a las anteriores elecciones (2018), para totalizar un ínfimo 8% total, el peor resultado desde 1950 a la fecha. Es decir, de la historia de la República Federal Alemana.

Le fue un poco -solo un poco- mejor en Hesse, donde recogió el 15% de las preferencias. No obstante, la performance es muy mala si se tiene en cuenta que perdió casi 5 puntos con relación a 2018 y que su cabeza de lista fue la ministra del Interior del gobierno federal Nancy Faeser.

¿Cómo les fue a los socios gubernamentales? A los verdes, mal. En Baviera, no alcanzan al 15%, con una pérdida de 3,2 puntos, y en Hesse, llegan justo al 15%, pero caen 5 puntos respecto al 2018.

A los liberales, los resultados los dejan fuera del parlamento regional bávaro pues no alcanzan el mínimo legal del 5%. Totalizan 3% con una caída de 2,1 puntos. Y en Hesse, están al borde de igual destino. El recuento provisorio les otorga 4,9% de los votos con una caída de 2,5%.

Para los conservadores, en la oposición, desde el retiro de su otrora líder Angela Merkel, los resultados dejan un leve sabor agridulce. Es preferentemente dulce en Hesse donde incrementan su "score" en 7 puntos para alcanzar un confortable total del 34,6%.

En Baviera, en cambio, la elección conservadora deja un sabor avinagrado. Resultan primeros, aunque pierden 0,2 puntos frente a la elección anterior. No parece significativo, pero alcanza para decir que fue el resultado más exiguo alcanzado en la historia de la República Federal Alemana por la derecha moderada de Baviera.

La incógnita a resolver, tras la elección en ambos land, es qué hacer con los avances significativos de la AfD -Alternativa para Alemania-, el partido populista de extrema derecha. En Baviera, suman el 14,6% de los votos e incrementan en 10 diputados su bancada en el parlamento provincial. En Hesse, llegan al 18,4% que les otorga 28 asientos.

En síntesis, un escrutinio que alienta las esperanzas de un retorno al poder federal para los conservadores, un marcado descenso de los tres partidos de la coalición oficialista que encabeza el canciller federal Olaf Scholz y una penetración populista en crecimiento. 

Hecha la salvedad que no necesariamente los resultados del sur, católico y conservador, resultan representativos para toda Alemania, dos incógnitas deberán develarse casi a la brevedad. 

La primera, como ya se dijo, es qué hacer con el avance de la AfD. En Baviera, aunque preocupante para los conservadores -ni que hablar de la coalición de gobierno federal-, el avance populista será sorteado con la recurrencia a un partido provincial, el Freie Wahler -los Votantes Libres-, también populista pero no tanto, que llegaron en segundo lugar.

En Hesse, en cambio, para los conservadores se plantea el dilema de dar cabida o no, en un gobierno provincial, a la AfD. La alternativa es compartir el gobierno con los socialdemócratas. Nada fácil. En todo caso, así como una vez llegaron los verdes, el avance de los populistas los pone en la antesala de un oficialismo regional.

La cuestión entonces es qué hacer con la extrema derecha. El corrimiento del electorado hacia las posiciones populistas arrastra a los conservadores a perforar el muro del "hasta aquí llegamos" que servía de contención frente a cualquier veleidad de alianza con el AfD.

Ese muro, por imperio de las circunstancias cayó. No solo por los resultados de Baviera y de Hesse. No solo por algunos acuerdos celebrados en el land de Turingia. También por la lectura del futuro. Para el 2024, no parece improbable que las elecciones regionales en los land de Brandeburgo, Sajonia y Turingia finalicen con victorias populistas.

A nivel nacional, las encuestas dicen que, si la elección fuese al momento, los conservadores totalizarían entre 27% y 29% de los votos, pero la AfD reuniría entre el 21% y el 23% con un crecimiento de casi diez puntos en el último año. La otrora poderosa socialdemocracia caería a un tercer lugar con solo 16/17%.

Europa

Si las cosas aparecen como complicadas para el gobierno tricolor -socialdemócratas, verdes y liberales- en el plano interno, no le van en zaga las cuestiones exteriores. En general, en referencia a Europa y, en particular, en las visiones opuestas que en varias materias clave exhiben Alemania, por un lado y Francia, por el otro.

Listado de desacuerdos: el lugar del "nuclear" en la generación de energía en la Unión Europea; la política industrial de los 27 países que la integran; la reforma del pacto de estabilidad y crecimiento que la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania convirtieron en obsoleto. Sin olvidar la defensa y los proyectos de cooperación en común.

Desde que Rusia cerró el grifo del gas para Europa, el capítulo energético adquirió características cruciales. Para Alemania que cerró sus plantas nucleares en abril pasado y que contaba sobre el gas ruso a bajo precio, es prioritario definir una nueva matriz energética. No así para Francia cuyo parque nuclear le otorga ventajas competitivas.

Los precios de la energía hacen a las decisiones sobre deslocalización de empresas. Alemania teme que sus empresas hagan las valijas y se muden a Francia. En rigor, las mudanzas -si las hay- tendrán como destino los Estados Unidos con tarifas energéticas sensiblemente más bajas. Pero, eso es harina de otro costal. En cambio, Francia está en la Unión Europea...

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En materia de reglas presupuestarias, Francia pretende suavizar las rígidas normas europeas sobre disciplina fiscal para -dice- financiar la conversión industrial a lo ecológico y a lo digital. Para los alemanes, ni que hablar. La derrota de los liberales en las elecciones de Hesse y Baviera dificultará aún más el acuerdo. Y si los liberales se van, el gobierno de Scholz se cae.

Al gobierno tricolor le tocó la más fea. Con Merkel como canciller el desarrollo alemán se fundamentaba en la energía barata rusa, en las exportaciones a China, en la protección del mercado interior y en dejar la responsabilidad de la defensa en los Estados Unidos. A la fecha, dicho esquema hizo crisis.

Y Francia aprovecha. Es su gran momento. A tal punto que el presidente Emmanuel Macron no esconde que la alianza con Alemania deberá ser reemplazada, según el tema de qué se trate, con asociaciones con terceros. Tales como los Países Bajos, Italia o España. Inclusive Polonia, si en las elecciones en aquel país gana la oposición liberal al oficialismo populista.

Defensa

Aunque sin rigurosidad cronológica, la respuesta alemana fue el lanzamiento de un proyecto común para la construcción de un blindado de ataque -tanque- entre Alemania, España e Italia. Un proyecto que, aunque se diga en público lo contrario, pone en duda la continuidad del respectivo del carro de asalto franco-alemán MGCS, lanzado en 2017 y aun no concretado.

Desde ambos lados del río Rin las excusas no son precisamente aquello que falta. Que se trata de proyectos de la industria y no de los estados, en un caso. Al revés, en el otro. Que se trata de proyectos abiertos donde cualquiera puede sumarse y que bla, bla, bla.

Cierto es que las características de unas y otras fuerzas armadas difieren en esencia. Francia cuenta con una fuerza nuclear militar. Alemania, no. Ergo Francia maneja su seguridad sobre dicha base y orienta sus fuerzas convencionales hacia el modelo expedicionario. Es decir, operaciones militares más allá de sus fronteras.

De su lado, la fuerza militar alemana durante décadas subsidiaria de la defensa norteamericana instalada en Europa y mantenida casi en reserva debido a las buenas relaciones comerciales con Rusia, debió despertar de su letargo tras la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas.

El cambio es por demás notorio. El canciller federal Scholz declaró recientemente que el objetivo es la "construcción" de las fuerzas armadas más poderosas de Europa. Un objetivo impensable hace algunos años. Francia, oficialmente, da su beneplácito a la ambición militar alemana. Aunque...

Previsores, los alemanes constituyeron un fondo presupuestario especial para la modernización y refuerzo de su defensa. Según los anuncios oficiales, lo gastarán en la adquisición de aviones caza norteamericanos F-35 y en el sistema de alerta avanzada especial Twister.

Los cambios de la doctrina militar alemana se hicieron por demás evidentes con la decisión acordada de estacionar una brigada en Lituania, país báltico siempre amenazado por las ambiciones del autócrata presidente ruso Vladimir Putin de reconstruir la vieja Unión Soviética.

Con todo, Alemania exhibe cierta prudencia a la hora de enfrentar la agresividad rusa. Dos son sus límites. Primero el no involucramiento de tropas alemanas en el conflicto ucraniano. Segundo cierta reticencia a librar armas sofisticadas como es el caso de los misiles de crucero Taurus. 

No obstante, la invasión rusa sobre Ucrania y la consecuente guerra en dicho país europeo obligaron al archivo de la concepción de la Bundeswehr -el Ejército alemán- derivada de la Segunda Guerra Mundial, de fuerza armada de un país vencido. Caso similar a la transformación militar de otro de los vencidos en aquel entonces: Japón.

Los reclamos y las decisiones del ex presidente norteamericano Donald Trump de cuestionar que el peso de la defensa de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) recayese fundamental y financieramente sobre los Estados Unidos, hicieron el resto. De aquí en más Alemania retoma un rol de preponderancia en la defensa de Occidente.

¿Economía enferma?

Para algunos, la economía alemana es el "hombre enfermo" de Europa, como dice The Economist. Para otros, no llega a tanto. Pero, unos y otros, aceptan que el ciclo del "Made in Germany" tal como se conoce al esquema actual de la industria teutónica terminó.

No fue la pandemia, ni la guerra en Ucrania, el causante del deterioro. No eran pocos los economistas que, en 2018, alertaban sobre la pérdida de competitividad que atravesaba la producción alemana.

Causas: varias. El envejecimiento de las infraestructuras y la falta de inversiones hicieron una parte. El resto lo hizo la matriz fundamentada en el gas ruso de buen precio. Pero no tanto por el origen del gas en sí, sino porque el modelo industrial desarrollado demostraba ser un alto consumidor de energía.

Industrias tradicionales alemanas como la química, la siderurgia, el vidrio o la cerámica, voraces en requerimientos energéticos, no fueron complementadas con una modernización productiva que desarrollase, como en otras partes del mundo, industrias "high tech", alta tecnología.

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Ejemplo válido: ya no es el Golf de Volkswagen el auto más vendido en el mundo. El lugar lo tomó el modelo Y de Tesla. En el Golf, el corazón del vehículo es su motor. En el Y, la programación. En otras palabras, un ordenador sobre ruedas propulsado por baterías, prolongación del smartphone. El Golf es alemán y el Y, norteamericano.

Ahora bien, lisiado y enfermo, el modelo "Made in Germany" bien puede auto transformarse, como ya lo hizo en el pasado. En ese sentido, la investigación científica y tecnológica desarrollada desde las universidades, los centros de investigación y hasta las medianas empresas no son ventajas comparativas desdeñables.

Es donde talla la política. Porque es la política quien debe definir el nuevo modelo. Con impuestos y con subsidios. Con decisiones clave. ¿Qué dejar caer? ¿Qué defender a ultranza? ¿Qué se hace con una política fiscal estricta?

La cuestión traza una línea divisoria entre los actores políticos, económicos y sociales. Están quienes defienden el modelo del "statu quo". Y están quienes sostienen que ese modelo frena los avances en innovación tecnológica y humana.

Para los primeros, la salida pasa por la subvención estatal a la electricidad. Es decir, gasto público, visiblemente ineficiente, aunque no necesariamente ineficaz. Puede servir mientras se organiza la transición. Imposible su durabilidad en el tiempo.

Para los segundos, se trata de aprovechar las ventajas comparativas existentes. Citan varios ejemplos. Desde el desarrollo de la vacuna contra el Covid por parte del laboratorio BioNtech de la ciudad de Mainz hasta la irrupción de las empresas "deeptech" capaces de crear un nuevo mercado o introducir modificaciones al existente.

Entre los defensores del modelo tradicional se alinean los grandes sindicatos, los dirigentes y militantes socialdemócratas y sus similares de "Die Grunen", los verdes. En la vereda de enfrente, los liberales.

Hoy por hoy, son todos aliados en el seno del gobierno que encabeza el canciller federal Olaf Scholz. Una coalición que no parece destinada a perdurar. Entre otras cosas, porque las contradicciones de fondo expuestas, en algún momento, impedirán la continuidad.

El sistema de gobierno parlamentario permite y fomenta la constitución de coaliciones para formar gobierno. Una coalición es una asociación donde todos se ponen de acuerdo en algunas cuestiones y dejan de lado aquellas que desacuerdan. Duran un tiempo. Porque la tierra no se puede acumular siempre bajo la alfombra.

¿Y entonces? Un posible retorno a los conservadores para que encabecen una nueva coalición. Una incógnita: ¿formará parte de esa coalición la "pujante" extrema derecha? Posible. Pero, en ese caso, la sociedad alemana postergará una definición industrial para priorizar un tema no menor: la inmigración.

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