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Seguridad alimentaria

Pandemia, inflación y guerra: retroceso sin precedentes en la batalla global contra la pobreza

Las nuevas presiones en los precios no podrían haber llegado en peor momento

Rusia y Ucrania representan el 12% de las calorías alimentarias comercializadas en el mundo.
Rusia y Ucrania representan el 12% de las calorías alimentarias comercializadas en el mundo.
Sofía Milagros Suardi 20 abril de 2022

La población más pobre del mundo ha tenido que hacer frente a dos años extraordinariamente difíciles. 

La pandemia provocó un retroceso sin precedentes en la reducción de la pobreza que se vio exacerbada por el aumento de la inflación y los efectos de la guerra en Ucrania

Esta situación llevó a que la seguridad alimentaria o, mejor dicho, la falta de esta vuelva al centro de la escena. 

Algunos números

Alrededor de 760 millones de personas pasaron hambre en 2020, cerca de una de cada 10 personas según las estimaciones de la ONU y se espera que esta cifra ascienda en 2022. 

Según el Banco Mundial la combinación del conflicto armado junto con la lenta recuperación de la pandemia de las economías más vulnerables hará que entre 75 y 95 millones de personas más vivan en condición de pobreza extrema en 2022, en comparación con las proyecciones anteriores a la pandemia. 

Algunas regiones fueron más afectadas que otras. Alrededor de una de cada cinco personas en Africa pasó hambre en 2020, más del doble que en cualquier otra región. En América Latina y el Caribe, la cifra fue de una de cada diez personas. 

Los números se vuelven más crudos cuando miramos los impactos de la desnutrición sobre el crecimiento infantil. En 2020, alrededor del 22% de los menores de cinco años -o algo más de 149 millones de niños- sufrían de retrasos en el crecimiento, y casi tres cuartas partes de ellos se concentraba en solo dos regiones: Asia central y meridional (37%) y Africa subsahariana (37%).

Ahora bien, ¿qué es la seguridad alimentaria? 

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) considera que existe seguridad alimentaria cuando "todas las personas tienen en cada momento acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades alimentarias y sus preferencias en cuanto a los alimentos para llevar una vida activa y sana". 

Según el índice de la FAO, los alimentos se encarecieron 12,6% en el mes de marzo. Fue el ritmo de crecimiento mensual más pronunciado de los últimos 14 años y un aumento del 34% respecto de un año atrás. El índice avanzó 75% desde mediados del 2020.

Esta exhaustiva definición refleja las complejidades y desafíos asociados a la consecución de la seguridad alimentaria y, por tanto, al cese de la inseguridad alimentaria mundial. Este último constituye el segundo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU a alcanzar para 2030.

¿Por qué es relevante Ucrania para la seguridad alimentaria mundial?

Ucrania ocupa un rol protagónico en el sistema alimentario mundial. Junto con Rusia, ambos países representan el 12% de las calorías alimentarias comercializadas en el mundo. Ucrania es el mayor productor mundial de aceite de girasol y, junto con Rusia, es responsable de más de la mitad de las exportaciones mundiales de este producto. 

La región representa además más de un tercio de las exportaciones mundiales de trigo, de las cuales casi la mitad se destinan a Oriente Medio y Africa, regiones con agudos problemas de inseguridad alimentaria, donde una mayor escasez de alimentos o un aumento de los precios podría avivar el malestar social.

La invasión rusa provocó la suspensión de las operaciones comerciales en los puertos ucranianos, dificultando la capacidad del país para exportar lo que resta de esta campaña. Estamos en las últimas semanas de siembra de la próxima cosecha, y es muy probable que la futura producción de alimentos se vea comprometida dada la continuidad de los combates, el reacondicionamiento de los tractores en vehículos de guerra, la destrucción de las explotaciones e instalaciones de almacenamiento, la huida de campesinos o su enlistamiento. 

De hecho, el exministro de Agricultura ucraniano, Roman Leshchenko, estima que la superficie de siembra de esta primavera podría ser menos de la mitad que en 2021. 

La reducción de la producción de alimentos en Ucrania se traduciría en una menor o nula exportación. Los ucranianos pueden empezar a acaparar alimentos para sobrevivir. Rusia también podría ser un jugador importante en este contexto, ya que en respuesta a las severas sanciones económicas que recibió podría restringir el acceso a los alimentos (como en 2010, cuando Vladimir Putin prohibió las exportaciones de granos tras una grave sequía que afectó al país).

¿Cómo está afectando la guerra a los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes?

Los movimientos de los precios de los combustibles, fertilizantes y alimentos se encuentran estrechamente vinculados. El salto en el precio de la energía combinado con valores más elevados de fertilizantes, que se montan sobre eventos climáticos cada vez más frecuentes, impulsa al alza los costos de producción, lo que se traduce en precios de alimentos cada vez más elevados o en su defecto en una amenaza para la producción -hecho que reafirma el primero de los eventos-.

En lo que respecta a los combustibles, Rusia es el tercer productor mundial de petróleo y combustibles líquidos, después de Estados Unidos y Arabia Saudita. Las sanciones sobre las compañías petroleras del Kremlin montadas sobre una oferta ya reducida y la incertidumbre en torno a potenciales bloqueos sobre las exportaciones del país euroasiático llevaron a una disparada en los precios internacionales de los combustibles -futuros que en marzo superaron los US$ 127 por barril, un máximo desde 2015-.

Estamos en las últimas semanas de siembra de la próxima cosecha, y es muy probable que la futura producción de alimentos se vea comprometida. El exministro de Agricultura de Ucrania, Roman Leshchenko, estima que la superficie de siembra de esta primavera podría ser menos de la mitad que en 2021.

Por su parte, los precios de los fertilizantes dependen de los precios del gas natural, y estos también se dispararon. La escasez de este bien implica una reducción de la producción de fertilizantes, alterando la siembra y la productividad de las cosechas. Rusia y Bielorrusia son grandes productores de fertilizantes, lo que agrava el problema.

Todo ello redunda en una tónica alcista de los precios de los alimentos desde enero, que la guerra profundizó. De acuerdo con el índice de precios de los alimentos de la FAO los alimentos se encarecieron 12,6% en el mes de marzo. Fue el ritmo de crecimiento mensual más pronunciado de los últimos 14 años y un aumento del 34% respecto de un año atrás. 

Si examinamos un período de tiempo más amplio nos encontramos con que el índice avanzó 75% desde mediados del 2020, eclipsando los niveles de 2008 y 2011 que contribuyeron a las crisis alimentarias mundiales. 

La escasez de alimentos provocó un aumento de los precios en la zona de conflicto, así como también en el resto del mundo. Tanto los mercados locales como los mundiales están bajo presión dado que la demanda de alimentos supera a una oferta que se ha restringido. Mayores precios de los alimentos se traducen en una mayor inseguridad alimentaria. 

El impacto de la alta inflación en alimentos es disímil alrededor del mundo y pesa más sobre las naciones menos desarrolladas. Los gastos en alimentación representan el 17% del gasto de los consumidores en las economías avanzadas, alcanzando una proporción mucho mayor en los países en desarrollo. A modo de ejemplo, en el Africa subsahariana, los alimentos representan el 40% del gasto de los consumidores. 

Los hogares de países ricos se encuentran mejor posicionados para hacer frente a mayores precios de alimentos de primera necesidad, los pobres no. De hecho, números del Banco Mundial indican que, por cada punto porcentual de aumento en los precios de los alimentos, 10 millones de personas caerían en extrema pobreza.

Incógnitas y certezas

Independientemente de que la crisis económica se deba a la guerra, al cambio climático o al Covid-19, las consecuencias para la provisión mundial de alimentos son similares: baja oferta y alza de precios. 

Pero, a diferencia de lo ocurrido con la pandemia, donde la mayoría de las economías se recuperaron rápidamente (de acuerdo con las previsiones del FMI), no sabemos cuánto tiempo tardará el suministro de alimentos en volver a su estado previo al conflicto. 

Dependerá de varios factores: la postura de Rusia en tanto proveedor de alimentos, combustibles y fertilizantes, la extensión del conflicto, el alcance de la destrucción, la eficacia de las intervenciones y ayuda extranjera, y la rapidez con la que los agricultores ucranianos puedan retornar a sus campos. 

El impacto sobre el resto de los países (en términos de los efectos de menores cantidades para importar) aún no está claro. 

En el pasado, en otros de los “superciclos de commodities” la salida en el largo plazo se dio mirando hacia adentro, con mayor inversión en pos de avanzar hacia la autosuficiencia alimentaria. A corto plazo, la producción local de alimentos de alimentos locales no podrá compensar la reducción de las importaciones, agravando la escasez e inseguridad alimentaria.

Lo que sí sabemos es que el alza en los precios de los alimentos se traduce directamente en mayores niveles de pobreza en países de menores ingresos. En aquellos de renta media/alta, los gobiernos poseen mayor margen de maniobra para mitigar los efectos del encarecimiento de la canasta básica vía políticas de protección social. 

Sin embargo, a diferencia de los anteriores periodos de alta inflación en alimentos ahora esta se encuentra acompañada de subas de precios más generalizadas, al mismo tiempo que las cuentas fiscales de los gobiernos tienen menos aire para hacer frente a este evento debido a las diversas medidas fiscales extraordinarias aplicadas durante la crisis del Covid-19. 

Para las economías que aún están intentando recuperar los niveles de actividad previos a la pandemia y con problemas de inseguridad alimentaria enraizados, las presiones en los precios no podrían haber llegado en peor momento. 

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