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Análisis

Argentina-Brasil: la integración gasífera para revitalizar las relaciones bilaterales

El incipiente desarrollo de la industria gasífera argentina y la creciente demanda de recursos energéticos en Brasil presentan la posibilidad de fortalecer las relaciones bilaterales entre los países y aspirar incluso a una integración gasífera regional.

Argentina-Brasil: la integración gasífera para revitalizar las relaciones bilaterales
Renata Longo 06 septiembre de 2024

Luego de que escalaran las tensiones entre el presidente de Brasil, Lula da Silva y Javier Milei, las relaciones comerciales, estratégicas y diplomáticas entre ambos países parecen fortalecerse. 

Así lo indica la posibilidad de una integración gasífera entre Argentina y Brasil, caracterizada por la creciente explotación de gas no convencional en Vaca Muerta, la expansión de la infraestructura de gasoductos, la mayor demanda del país vecino en simultáneo al agotamiento de las reservas de Bolivia, y la alianza estratégica entre YPF y Petronas en el Proyecto Argentina GNL. 

Considerando que la preocupación por el cambio climático ocupa un rol cada vez relevante en la agenda internacional, el gas natural se convierte en un recurso imprescindible, ya que es el combustible fósil con menor impacto medioambiental, además de estratégico, por su creciente demanda a nivel regional y mundial. 

En Argentina, la mayor producción de gas natural proviene de la cuenca neuquina, representando el 68,73% de la producción bruta total del recurso en el periodo enero-junio 2023. 

En ella se encuentra la formación geológica de Vaca Muerta, la segunda reserva de shale gas del mundo y la cuarta de petróleo. 

En este contexto, la última novedad es la construcción para la reversión del Gasoducto Norte, que permitirá transportar el gas producido en Vaca Muerta a siete provincias del norte argentino - Córdoba, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Jujuy -, reemplazando las importaciones de Bolivia y presentando una oportunidad para exportar el gas a Brasil.

lula milei
 

La oportunidad en Brasil

La posibilidad de exportar el excedente de la producción de Vaca Muerta implica una oportunidad para fortalecer los lazos comerciales con Brasil, que enfrenta una creciente demanda energética mientras sus suministros tradicionales de gas disminuyen. 

Las reservas de gas de Bolivia, que representan el 12,7% de las importaciones brasileñas, se están agotando. Además, su matriz energética depende de la generación hidroeléctrica, la cual está sujeta a las condiciones climáticas, convirtiéndose un problema durante épocas de sequía, lo que hace que el gas natural sea una opción más segura. 

Adicionalmente, se necesitarán nuevas fuentes energéticas en el país para poner en marcha la nueva política industrial, plasmada en el documento "Nueva Industria de Brasil", la cual contará con un financiamiento aproximado de US$ 60.000 millones. 

Y, si bien tienen recursos en yacimientos off-shore, estos son cada vez menos competitivos, por su alto costo de extracción y producción. Aunque se espera que la producción brasileña de gas natural aumente en los próximos años, ésta será insuficiente para cubrir la creciente demanda, y tendrá que recurrir a la importación para satisfacer el consumo interno. 

Así, los recursos de Vaca Muerta ofrecen un alivio para Brasil, principalmente en el sur y sudeste del país, como una manera que complementar su oferta nacional y satisfacer la creciente demanda. 

Los desafíos para Argentina 

Por otro lado, la exportación de gas natural desde Argentina implica un desarrollo de infraestructura, para la explotación, transporte y las instancias de procesamiento e industrialización del recurso. 

El shale gas se extrae a partir del fracking, un proceso que requiere más inversión que el utilizado para la extracción del gas convencional, lo que deriva en el problema de la incertidumbre sobre la seguridad jurídica y económica argentina para las inversiones. 

Para la expansión de la industria, una primera propuesta implica transportar el gas natural a través de gasoductos, expandiendo la red argentina para que el recurso llegue a los centros urbanos, polos productivos, y fronteras con países limítrofes. 

El avance más reciente en este sentido es la reversión del Gasoducto Norte, obra complementaria del Gasoducto Néstor Kirchner, financiada por el Estado Nacional y el Banco de Desarrollo para América Latina y el Caribe (CAF). 

Luego de la licitación, su construcción quedó a cargo de UTE Techint-Sacde, y conectará al gasoducto central norte, proveniente de la cuenca neuquina, con el gasoducto del norte en Córdoba. 

Según el Ministerio de Economía de la Nación, la obra cuenta con una inversión de US$ 710 millones e implicaría un ahorro anual de US$ 1.960 millones, junto con la exportación de gas a los países de la región y una creación estimada de 15.00 puestos de trabajo directos e indirectos.

Otro proyecto, que requiere aún más inversión - aproximadamente US$ 30.000 millones - propone convertir el shale gas en Gas Natural Licuado (GNL), lo cual permitiría la exportación a nivel mundial, a través de barcos. 

Al respecto, YPF y Petronas ya firmaron un acuerdo en 2022 para construir una planta de GNL que permita exportar el recurso no convencional extraído de Vaca Muerta. 

En un principio, la planta de licuefacción y el puerto iban a estar en Bahía Blanca, pero parecería que finalmente la elegida es Punta Colorada, en Río Negro, donde el gobernador Alberto Werertilneck que adhirió al Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), a diferencia de Áxel Kicillof en Buenos Aires. 

Se proyecta que para el 2027, a partir de este acuerdo entre las petroleras, aumente considerablemente la capacidad argentina de exportar GNL, cubriendo una parte de la demanda de Brasil, cuya fracción mayoritaria de la importación de gas natural proviene del GNL. 

Desde Shell aseguran que "con Vaca Muerta podemos ofrecerle al mundo la energía que muchos países demandan para desarrollarse".
 

La integración gasífera: proyecciones y posibilidades  

Profundizar los lazos comerciales a través de la integración gasífera beneficiaría a ambos países y fortalecería sus vínculos bilaterales, que por un momento parecieron tensionarse por los inconvenientes entre Javier Milei y Lula da Silva, o el rechazo argentino a formar parte de los BRICS.

Para Argentina, la posibilidad de lograr un balance entre las importaciones y exportaciones de shale gas reduce su vulnerabilidad a los shocks externos, pero no lo hace completamente independiente del contexto internacional, ya que permanece sensible, por ejemplo, a cambios en los precios internacionales. 

Simultáneamente, disminuye la asimetría de poder que existe en la relación con Brasil, ya que Argentina adquiriría mayor poder de negociación, contrabalanceando en la balanza comercial a partir de un aumento de las exportaciones con valor agregado hacia el país vecino. 

Se diversificaría así al ámbito energético, un vínculo ya existente en el área comercial: en los primeros siete meses de 2024, según el Indec, Brasil fue el principal socio comercial de la Argentina, siendo el destino del 16,1% de las exportaciones y el origen del 22,1% de las importaciones. 

En este sentido, la posible exportación de valor agregado a través de la comercialización del gas desde Argentina a Brasil supondría un incremento en el ingreso de divisas, necesarias tanto para reinvertir y fomentar el crecimiento de la industria gasífera y energética, como para enfrentar los compromisos internacionales.

También vale la pena mencionar que hay cooperación bilateral significativa en el área de seguridad, principalmente en lo relacionado a la triple frontera, el narcotráfico y terrorismo, el crimen organizado transnacional, y a la no proliferación y uso pacífico de la energía nuclear.

Por lo tanto, aunque algunos desafíos permanecen en el vínculo bilateral - como la revitalización del Mercosur y sus negociaciones con la Unión Europea, o las diferencias ideológicas entre los presidentes - el proceso de integración gasífera entre Argentina y Brasil presenta una oportunidad de fortalecer los lazos estratégicos, y también podría ser un primer paso hacia una cooperación regional en materia energética.

La proyección a futuro probablemente implique un aumento en la inversión para construir la infraestructura requerida y el establecimiento de proyectos y condiciones necesarias para su implementación a largo plazo, junto con intercambios diplomáticos para fomentar la cooperación desde los respectivos gobiernos. 

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