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Entrevista

"Necesitamos anclas monetarias y fiscales pero, sobre todo, un programa para desencallar a la economía"

El Economista dialogó con Alberto Ades sobre los desafíos en el frente fiscal y monetario

El economista Alberto Ades
El economista Alberto Ades .
Alejandro Radonjic 02 octubre de 2023

Alberto Ades vive hace más de 30 años en Nueva York. Desde la Gran Manzana, tiene una distancia interesante justa para ver a Argentina en clave comparada. 

Ades, actualmente Director de NWI Management LP pero con pasado en Goldman Sachs, Citi y Bank of America, sigue de cerca lo que pasa en Argentina.

Ades estudió Abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y realizó el doctorado en Economía en la Universidad de Harvard.

En diálogo exclusivo con El Economista, dice que la dolarización "no es condición necesaria ni suficiente para estabilizar, y no están dadas las condiciones para implementarla". También analizó la cuestión fiscal y dijo cuál es la causa última de la disfuncionalidad macroeconómica: "La economía argentina ha chocado contra el fondo del océano, está trabada. Es una economía muy cerrada, con un nivel de proteccionismo muy elevado, con poca competencia doméstica y con nula competencia entre provincias".

Empecemos por el tema candente del momento, que es el de la dolarización. ¿Le parece que la dolarización es condición necesaria para estabilizar y normalizar la economía? 

Creo que la dolarización no es condición necesaria ni suficiente para estabilizar, y no están dadas las condiciones para implementarla, salvo a través de alguna alquimia financiera de muy dudosa factibilidad. Además, si se implementara, habría que hacerla a un tipo de cambio muy depreciado y tendría costos significativos para la economía en el largo plazo.

Vamos por partes. ¿Por qué no serviría?

Aún los que favorecen la dolarización, reconocen que la inflación que padecemos es de origen fiscal y, sin resolver el tema fiscal, no vamos a poder derrotar a la inflación. Por lo tanto, la dolarización por sí sola no sería suficiente para eliminar la inflación. La premisa sobre la cual ellos se basan para impulsar la dolarización es que va a actuar como un corsé sobre la política fiscal, forzando la eliminación del déficit. Además, ellos argumentan que, a diferencia de otros esquemas monetarios duros como las cajas de conversión (nuestra Convertibilidad de 1991 a 2001) o los sistema bimonetarios de Perú y Uruguay, la dolarización sería irreversible. Las dos premisas son falsas, en mi opinión.

¿Por qué?

Porque la historia argentina, la de Ecuador, y la de varios países de la zona del euro, como por ejemplo Grecia, demuestra que aún eliminando el financiamiento monetario de los déficits, los gobiernos pueden financiarse a través de deuda, doméstica o externa, a ritmos muchas veces insostenibles. No me cuesta nada imaginar, por ejemplo, un escenario en el cual luego de dolarizar, mejore sustancialmente nuestro acceso al mercado externo de financiamiento, y mantengamos déficits elevados, financiados con deuda externa. Esa película ya la vimos, y terminará casi seguramente en un nuevo default y crisis de balanza de pagos.

Pero en ese escenario, ¿no podríamos al menos mantener baja la inflación?

No, en ese escenario como lo hicimos en 2001 lo más probable es que primero introduzcamos cuasi-monedas, y luego reinventemos el peso, y reabramos el banco central si lo hemos cerrado. Por lo tanto, también es falsa la segunda premisa sobre la que se basan los dolarizadores, la que dice que la dolarización es irreversible. En Argentina, los corsets no funcionan y nada es imposible o, para el caso, irreversible.

¿Qué propone, entonces, cómo régimen monetario ideal para derrotar a la inflación?

Propongo no tratar de pasarnos de originales, no reinventar la rueda. Esto no es complicado, no es 'rocket science'. Casi todos los países del mundo tienen una tasa de inflación controlada, con bancos centrales independientes, enfocados en la estabilidad monetaria. Copiemos lo que hacen los demás, que sabemos que funciona. Lo único que agregaría a la receta es que, dada nuestra historia, y como en otros países de Latinoamérica, el dólar aquí juega un rol muy importante. Por eso creo que la solución pasa por tener con banco central independiente, liderado por técnicos calificados e independientes, con el único objetivo de mantener una tasa de inflación baja y estable, pero al mismo tiempo, permitiendo el uso del dólar libremente para las grandes transacciones, el ahorro, y aún para la circulación monetaria como es el caso en Uruguay o Perú. Igual, vale aclarar que si bien es importante, la inflación es como la fiebre. Y sí, es muy importante, es crucial bajar la fiebre, pero con eso no alcanza. O, mejor dicho, si no resolvemos la enfermedad que causa la fiebre, el paciente se muere igual. Y acá es donde entra el tema fiscal, que es un tema muy importante, fundamental, pero no el único o el más importante.

Alberto Adees
Alberto Ades vive hace más de 30 años en Nueva York.

Antes de pasar al tema fiscal, ¿siempre tuvo una valoración tan negativa sobre la dolarización o cambió de opinión?

No, cuando a finales de los '90 la Convertibilidad estuvo en riesgo, a partir de 1998 sobre todo, luego de la devaluación del real brasileño, pensé que sería preferible reforzarla, aún dolarizando antes que flotar la moneda, como eventualmente se hizo. Me pareció que, en ese entonces, el país no estaba listo para un tipo de cambio flotante, y que el experimento podría terminar en un desastre, como lamentablemente demostró ser el caso. Hoy ya no pienso igual, obviamente. Ya no tenemos una caja de conversión ni un tipo de cambio fijo que proteger, ni importantes créditos o depósitos en dólares. Hoy la situación es muy diferente.

¿En qué sentido?

Hay al menos tres diferencias importantes con lo que yo veía a fines de los '90. Primero, la discusión teórica sobre los costos y beneficios de los regímenes de tipos de cambio fijos por un lado versus los flexibles con metas inflación por el otro se ha saldado claramente en favor de los segundos. Los emergentes, que por entonces tenían tipos de cambio flotantes solo en las formas pero no en los hechos, han flexibilizado enormemente sus monedas, y las han usado como colchones efectivos para amortiguar shocks externos o domésticos. En segundo lugar, a fines de los '90, existió una discusión seria con las autoridades norteamericanas sobre la posibilidad de compartir el seniorage. Estamos hablando de un monto de recursos fiscales potenciales sustanciales que el banco central resignaría en caso de dolarizar. Ésa discusión hoy es inimaginable. Finalmente, a fines de los '90, existía también una discusión sobre una posible área de libre comercio para las Américas, que podría contribuir a sincronizar los ciclos económicos entre Estados Unidos y el resto de los países de la región, incluida Argentina, reduciendo en alguna medida las dificultades de Argentina enfrentaría al adoptar la política monetaria de otro país, es decir, de Estados Unidos. Hoy esa discusión no está presente y es difícil imaginarla, al menos en el corto plazo.

O sea, si nuestro comercio bilateral con EE.UU. es limitado y nuestros ciclos no están sincronizados, la política monetaria de la Fed puede no ser la óptima para nosotros...

Claro, esta es una película que ya vimos. Imaginemos una situación de expansión fiscal en Estados Unidos que requiera un apretón monetario por parte de la Fed. Eso traería como consecuencia una apreciación del dólar, una merma en el flujo de capitales a los emergentes, y una caída en el precio de los commodities, situación que vimos a fines de los '90. Es muy probable que, en ese contexto, nuestros socios comerciales, en particular Brasil, deprecien su moneda. Lo óptimo para nosotros sería relajar nuestra política monetaria y dejar que el peso se depreciara también. Sin embargo, al haber dolarizado, no podríamos hacerlo y, por el contrario, nuestras tasas de interés subirían con las de EE.UU., lo contrario de lo que necesitaríamos en ese momento. Todo esto no sucedería si nuestro ciclo económico acompañara al de Estados Unidos. Pero ese no es el caso. Nuestro principal socio comercial no es Estados Unidos, es Brasil, y es muy probable que con o sin Mercosur, va a seguir siéndolo por un tema de cercanía geográfica. Por lo tanto, adoptar la política monetaria de Estados Unidos sería para nosotros muy costoso en el largo plazo, dejando de lado la pérdida del seniorage, que no es menor.

Hablemos entonces del tema fiscal, si le parece. ¿Qué debe hacerse y cómo?

La necesidad del equilibrio fiscal es un tema casi trivial. Se cae de maduro que si no logramos eliminar el déficit, o al menos reducirlo muy sustancialmente, no vamos a poder eliminar la inflación. Pero hay distintas maneras de reducir el déficit, y la correcta es hacerlo reduciendo el gasto público hasta un nivel que sea financiable mediante el cobro de impuestos no extorsivos o confiscatorios. Mucho del foco de la discusión en la Argentina se centra en el déficit, en eliminarlo, pero eso no alcanza porque su eliminación tiene que ser, valga la redundancia, sostenible. De nada sirve eliminar el déficit cobrando impuestos extorsivos, distorsivos, confiscatorios, que destruyan la actividad y el empleo y generen pobreza y emigración. No, el déficit hay que eliminarlo, pero hay que eliminarlo reduciendo el gasto.

¿Y por qué dice, entonces, que el tema fiscal no es el más importante? 

Para explicarlo, déjame que retroceda un par de pasos. Cuando hablamos del tema monetario, lo que yo tenía en mente es que precisamente el régimen monetario de un país es endógeno. ¿Qué quiero decir con esto? Que cualquiera sea el régimen monetario que se imponga por ley, en el mediano plazo, un país siempre va a terminar operando bajo un régimen monetario que le permita financiar su desbalance fiscal. Ésa es la lección que aprendimos de los '90.

Entonces...

En otras palabras, nuestra inflación es de origen fiscal. Es una Gran Inflación, del tipo que analiza Tom Sargent en su ensayo ya clásico. No es una inflación "de jardín" como la que padecen las economías desarrolladas cuando su tasa de actividad excede transitoriamente la potencial. Nuestra inflación está generada por el financiamiento monetario de deficits fiscales. El culpable del "crimen" es, por lo tanto, la autoridad fiscal y el banco central no es más que un cómplice. El nuestro es un caso clarísimo de lo que los economistas llaman dominancia fiscal, en el cual el régimen monetario, cualquiera sea su implementación legal, terminará adaptándose a las necesidades de financiamiento del tesoro. Eso ya lo vimos en el 2001-2002 cuando, enfrentados a la necesidad de un ajuste fiscal ordenado y moderado, nuestros políticos y empresarios, o alguno de ellos, prefirieron echar la Convertibilidad y la intangibilidad de los depósitos por la borda. El ajuste resultante fue mucho más sustancial y doloroso, al menos para el grueso de la población.

¿Qué lugar le cabe entonces el tema fiscal en su análisis?

BCRA Banco Central
"Uno podrá tener la mejor regla monetaria pero si no tiene resuelto el tema fiscal, eventualmente los políticos se las van a ingeniar para que el banco central quiebre la regla y los financie", dice Ades.

Acá entramos de nuevo en el tema de las anclas necesarias para estabilizar la economía y derrotar a la inflación. Como ya dije, al tener un tema de dominancia fiscal, el ancla monetaria es insuficiente. Uno podrá tener la mejor regla monetaria pero si no tiene resuelto el tema fiscal, eventualmente los políticos se las van a ingeniar para que el banco central quiebre la regla y los financie. El problema es que lo mismo puede suceder con el ancla fiscal. Podemos por ejemplo desarrollar reglas claras que fuercen al fisco a ahorrar en tiempos de bonanza económica, pongan límites a los déficits, impidan endeudarse en forma excesiva, o en moneda extranjera o con deuda de corto plazo. Podríamos inclusive poner límites al gasto, o al crecimiento del gasto, como hizo Brasil. Pero lo cierto, es que si la economía no crece, si no genera empleo privado de calidad, los políticos también van a rebuscárselas para forzar al fisco a violar las reglas fiscales o a eludirlas. Por ejemplo, eximiendo cierto tipo de gastos de la regla. Casos típicos son aquellos en los que se decide ex post que el gasto de inversión o determinados gastos considerados "de emergencia" no cuentan, se excluyen del cálculo del gasto total. Imaginate lo que pasaría en una economía que no crece y en donde lo déficits no son por motivos cíclicos sino por motivos estructurales. Esas reglas o anclas fiscales no van a perdurar.

¿Entonces qué más haría falta?

Siguiendo con la metáfora marítima, creo que necesitamos no solamente anclas monetarias y fiscales sino también un programa para desencallar a la economía argentina. La economía argentina ha chocado contra el fondo del océano, está trabada, no crece, no se mueve, no genera empleo privado de calidad, fuerza a sus jóvenes y a los ya no tan jóvenes a emigrar. Por más ancla fiscal que adoptemos, eso no va a cambiar y el ancla fiscal se tornará insostenible.

Siguiendo con la metáfora marítima...¿cómo se desencalla a la economía argentina?

Antes de responderte, me gustaría describir cómo opera la economía argentina desde hace décadas. Se trata de una economía muy cerrada, con un nivel de proteccionismo muy elevado, con poca competencia doméstica y con nula competencia entre provincias. El sector privado, al menos la parte representada por lo que llamamos "los grandes empresarios", aparece demasiado enfocada en la captura de rentas. Para ponerlo de forma simple: es un sistema armado para succionar rentas de los sectores con ventajas competitivas, como son el campo, la energía o la minería, y esas rentas se transfieren a sectores poco competitivos, concentrados en los grandes centros urbanos, o sea, con muchos votantes potenciales. Al mismo tiempo, mediante el proteccionismo, regulaciones, y peajes de todo tipo, se crean rentas artificiales para sectores cercanos al poder, por ejemplo, cierta industria poco competitiva, que no podría sobrevivir sin esos beneficios extraordinarios. En medio de todo este flujo de rentas, existe un grupo de políticos y empresarios que se benefician del sistema, legalmente o no, y que obviamente no tienen ningún incentivo para cambiarlo. Para desencallar a la economía argentina, se necesita por lo tanto, agregarle una dosis enorme de competencia, que es el mecanismo más eficiente y justo para elevar el nivel de vida no de los sectores beneficiados sino de la población en su conjunto. No hay magia: hay que abrir la economía al comercio internacional, hay que aumentar la competencia doméstica, y hay que reformular la coparticipación federal para que las provincias deban competir entre ellas para atraer inversión y actividad económica a sus jurisdicciones. Así crecen y se desarrollan los países exitosos en donde el ingreso per cápita de la población aumenta en forma sostenida. Me refiero a países como Irlanda, Israel, Chile o Corea del Sur.

¿Observa, entre los políticos, que exista la visión, la voluntad y la capacidad para "desencallar" la economía argentina?

Depende, en algunos aspectos más que en otros. Por ejemplo, hay definitivamente conciencia sobre la necesidad de encarar una desregulación agresiva que libere el potencial productivo del país. Al mismo tiempo, dentro de los planes de gobierno de los candidatos de la oposición, existe conciencia sobre la necesidad de introducir reformas en varios órdenes incluido el laboral, por ejemplo. De la boca para afuera al menos, hay también un discurso que habla de la importancia de la apertura comercial. Sin embargo, y esto es bastante típico entre nuestros políticos o empresarios, el foco tiende a centrarse en aumentar las exportaciones, no en aumentar el comercio internacional. Aquí hay un punto fundamental que en general se pierde: las ganancias de eficiencia resultan no de exportar más y ganar mercados sino de comerciar más, especializándonos en aquellas actividades en las que tenemos ventajas comparativas, y accediendo a productos mejores y más baratos producidos en países con ventajas comparativas en esos productos o servicios. En Argentina no existe, o es muy débil, una tradición intelectual que enfatice la importancia de aumentar tanto las importaciones como las exportaciones. A fin de cuentas, los dólares que se van a obtener de las mayores exportaciones no se comen, no se consumen, se deben usan para importar más. Así operamos a nivel familiar: a ningún médico se le ocurriría hacer su ropa o fabricar su auto. Se especializa en atender pacientes y el ingreso que recibe lo usa para comprar los bienes y servicios que no es bueno produciendo. Por último, no he visto demasiada discusión sobre la urgencia de aumentar la competencia entre las jurisdicciones federales. El nivel de concentración de población en Buenos Aires y sus alrededores es insostenible. Argentina no tiene futuro como país federal si las provincias no son capaces de competir entre ellas para atraer inversiones y negocios generadores de empleo. Para eso, es indispensable mejorar la infraestructura, abrir la economía, pero al mismo tiempo, y modificar el régimen de coparticipación federal para incentivar a la jurisdicciones a hacerse más eficientes, más transparentes, y más amistosas a la inversión.

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"Argentina no tiene futuro como país federal si las provincias no son capaces de competir entre ellas para atraer inversiones y negocios generadores de empleo", dice Ades

Has marcado la importancia de comercia más. ¿Es posible hacerlo dentro del Mercosur? Javier Milei dice, por ejemplo, que hay que salir.

Convengamos que aún dentro del Mercosur, Argentina mantiene un nivel de protección mucho más alto que el de los otros estados miembro. Todo este tema de los cepos y las restricciones cuantitativas mantienen a la economía mucho más cerrada que lo que exige el Mercosur. Eliminando cepos, permisos de importación y otras restricciones cuantitativas, sería posible abrir la economía sustancialmente en relación la situación actual. Al margen de eso, como unión aduanera y mecanismo para negociar tratados de libre comercio con otros bloques o países desde una posición de mayor fortaleza, el Mercosur ha demostrado ser un fracaso rotundo. La solución, sin embargo, no pasa por salirse del Mercosur sino por reconvertirlo en un área de libre comercio, sin un arancel externo común, que permita a cada uno de sus socios negociar en forma independiente tratados de libre comercio, sin exigir la unanimidad que se exige ahora, que ha impedido avanzar con la liberalización del comercio. Es la estrategia que apoya el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou y creo que tendría mucho sentido para nosotros sumarnos a esa iniciativa.

Para terminar, hablando del cepo, ¿le parece que se puede salir del mismo inmediatamente?

Dólar Argentina
"Para levantar el cepo, lo primero que tenemos que hacer es dejar de pegarle hachazos al paciente", dice Ades

El cepo es un absurdo. Es un torniquete que le aplicamos a un paciente que se desangra mientras seguimos pegándole hachazos. Esos hachazos son un discurso de política económica retrógrado, la falta de respeto al derecho de propiedad, la falta de seguridad jurídica, una política fiscal insostenible, y un tipo de cambio oficial sobrevaluado. Todo eso genera fuga de capitales, contra los cuales no hay cosecha o gasoducto que alcance. De ahí la presión sobre el tipo de cambio y la enorme pérdida de reservas, que se intenta morigerar con restricciones absurdas. Para levantar el cepo, lo primero que tenemos que hacer es dejar de pegarle hachazos al paciente. O sea, una vez que el nuevo gobierno anuncie un conjunto de reformas destinadas hacer que la economía sea más eficiente y más atractiva para el inversor y el emprendedor, grande o chico, doméstico o externo, suplementadas con políticas tendientes a eliminar el déficit fiscal mediante la baja del gasto público, y prohibir el financiamiento monetario del Tesoro, el cepo, al menos a los flujos, se tornará y necesario. Tal vez lleve un poco más de tiempo eliminar el cepo a los stocks, o sea, por ejemplo a las utilidades retenidas. Pero con un set de políticas consistentes y racionales, debería ser posible eliminar todas o casi todas las restricciones cambiarias dentro del plazo de un año.

***

CUATRO FRASES CLAVES

  1. No me cuesta nada imaginar, por ejemplo, un escenario en el cual luego de dolarizar, mejore sustancialmente nuestro acceso al mercado externo de financiamiento, y mantengamos déficits elevados, financiados con deuda externa. Esa película ya la vimos, y terminará casi seguramente en un nuevo default y crisis de balanza de pagos.
  2. El cepo es un absurdo. Es un torniquete que le aplicamos a un paciente que se desangra mientras seguimos pegándole hachazos. Esos hachazos son un discurso de política económica retrógrado, la falta de respeto al derecho de propiedad, la falta de seguridad jurídica, una política fiscal insostenible, y un tipo de cambio oficial sobrevaluado. Todo eso genera fuga de capitales, contra los cuales no hay cosecha o gasoducto que alcance.
  3. Propongo no tratar de pasarnos de originales, no reinventar la rueda. Esto no es complicado, no es 'rocket science'. Casi todos los países del mundo tienen una tasa de inflación controlada, con bancos centrales independientes, enfocados en la estabilidad monetaria. Copiemos lo que hacen los demás, que sabemos que funciona.
  4. Creo que la dolarización no es condición necesaria ni suficiente para estabilizar, y no están dadas las condiciones para implementarla, salvo a través de alguna alquimia financiera de muy dudosa factibilidad. Además, si se implementara, habría que hacerla a un tipo de cambio muy depreciado y tendría costos significativos para la economía en el largo plazo.

 

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