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La tormenta perfecta

Adrede o no, estas medidas (algunas electoralistas, otras producto de la falta de dólares, la desesperación y la escasez de recursos), atentan contra la salud fiscal de la nueva administración que deberá hacer frente a un severo desfinanciamiento.

AFIP
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Mariano Ghirardotti 25 septiembre de 2023

No es novedad que un Gobierno que pretende conservar el poder ante un escenario aciago encuentre en el lanzamiento de medidas necesarias pero arriesgadas quizá el único camino que considera viable a efectos de sostenerse o al menos tener esperanzas en las elecciones próximas.

Las medidas a las cuales nos referimos son los cambios en el impuesto a las Ganancias para los empleados en relación de dependencia, lo cual significa un enorme alivio para el bolsillo del asalariado y con un positivo correlato en una disminución de trabajo administrativo para la pyme que se liberará mayormente de la kafkiana determinación de las retenciones de cuarta categoría -retenciones de impuesto a las Ganancias para sueldos-, infierno que debía visitar cada fin de mes durante la liquidación de haberes.

Sin embargo, no son todas rosas, más allá del alivio para empleados y pymes: se deja un hueco en la recaudación de un billón de pesos, que además afectará a las provincias, toda vez que la coparticipación de dicho ingreso se verá severamente acotada por estas medidas.

Mediante este beneficio para el bolsillo del trabajador, el erario sufre una reducción de ingresos que no planea compensar con incrementos en otros tributos, planteando de modo voluntarista que si ese excedente es volcado por el trabajador al consumo, el mismo generará un incremento en la recaudación de IVA.

Sin embargo, sin un mayor análisis y en base a la particular situación del país, no es difícil colegir que dicho incremento no vaya a consumo, sino que posiblemente se vuelque al dólar, generando como efecto una suba del dólar paralelo (blue), mientras que el Estado compensa su falta de ingresos con mayor emisión, comenzando a armar un cóctel explosivo.

Más allá de esta modificación, y sus consecuencias en los ingresos fiscales, encontramos otras situaciones, que irán conspirando contra el éxito de una eventual nueva gestión de Gobierno a partir de diciembre.

Desde ya hace varios meses, el Gobierno no aprueba pagos de importaciones y los importadores están desesperados: cuando no es la no aprobación de las SIRA o los SIRASE, el problema viene con el Capacidad Económica Financiera (CEF), y así pasan los meses, sin poder pagar al exterior, o con pagos que tenían una fecha y luego sin aviso es modificada por el BCRA. Además de generar la pérdida de proveedores, y de los juicios que se inician en otros países contra importadores locales, esto genera otro efecto grave la acumulación de deuda.

Al no pagar importaciones que fueron llevadas a cabo, el Gobierno se endeuda en dólares, dejando una herencia nefasta para quien lo reemplace en el poder: los trascendidos hablan de US$ 35.000.000.000, con un Banco Central sin reservas, no se sabe de dónde saldrán las divisas para hacer frente a esos pagos.

La prohibición de computar percepciones de IVA Aduaneras hasta enero, o bien los anticipos de Ganancias extraordinarios que se les exigieron a empresas con quebranto impositivo o bien el primer anticipo de las pymes que fue reducido para enero del año entrante, los préstamos a tasas irrisorias no hacen otra cosa que privar de ingresos al nuevo Gobierno, apropiándose por anticipado de recursos que debieran llegar a partir de enero del año entrante a engrosar las alicaídas arcas del fisco.

Adrede o no, estas medidas (algunas electoralistas, otras producto de la falta de dólares, la desesperación y la escasez de recursos), atentan contra la salud fiscal de la nueva administración que deberá hacer frente a un severo desfinanciamiento. Adicionalmente a lo que podríamos denominar el frente interno, se suman los servicios de la deuda soberana, es decir los intereses de la deuda externa, que coadyuvan para empujar al país a la cornisa del default.

En un contexto preelectoral, recurrir a vieja mañas como regalar y gastar era esperable, pero poner en peligro la relación con un FMI -el acreedor más importante- que hace constante hincapié en la reducción de déficit en una situación económica tan precaria de las finanzas de un país, pareciera arriesgado. Hubiera sido un gesto patriótico destacable no poner en riesgo a todo un país a efectos de conservar el "bendito" poder político, pero eso implicaba tener gobernantes de los que cada vez quedan menos. Dios te bendiga Argentina.

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