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Congelar precios es perpetuar la pobreza

Un congelamiento en medio de un régimen de alta inflación que ha puesto un piso de más del 6% mensual no parece una idea que pueda traer buenas noticias

Alertadas las empresas de las intenciones del gabinete económico se han activado las políticas de remarcación "preventivas"
Alertadas las empresas de las intenciones del gabinete económico se han activado las políticas de remarcación "preventivas"
Gustavo Reija 07 noviembre de 2022

El anuncio de un probable plan de congelamiento de precios durante 120 días, que abarcaría una canasta de entre 1.000 a 1.500 productos, ha generado una ola de remarcaciones en los primeros días de este mes de noviembre.

Alertadas las empresas de las intenciones del gabinete económico se han activado las políticas de remarcación "preventivas" con el objeto de quedar mejor paradas ante una implementación de tal medida a partir del mes de diciembre próximo.

Hemos sostenido que cualquier política que pretenda, a través del congelamiento de precios, derrotar a la inflación está, irremediablemente, condenada al fracaso y que, además, introduciría una serie de graves distorsiones en la estructura económica, más profundas cuanto mayor sea el tiempo de vigencia de tal política.

Si a todo eso sumamos que se anuncia con más de un mes de anticipación la fecha de inicio del congelamiento entonces asistimos no sólo a una mala política económica sino a un grave error de gestión en el manejo de las expectativas.

Gerenciar la política económica es el arte de administrar expectativas. Si la decisión, errada, era congelar, por lo menos, tendría que haber sido instrumentada sin previo aviso, de modo de evitar remarcaciones preventivas, que responden a un esquema racional de comportamiento empresario.

Ahora, si el gabinete económico pretende avanzar con tal congelamiento, deberá negociar primero que las empresas retrotraigan sus precios a los vigentes a fines del mes de octubre, ya que no tendría sentido congelar con los aumentos de los próximos meses ya incorporados al precio.

Recordemos que este tema ya acumula el fracaso del denominado plan de "Precios Justos" y de la intención de estampar, en sus envases, el valor de los precios congelados.

Pensar en un congelamiento en medio de un régimen de alta inflación que ha puesto un piso de más del 6% mensual no parece una idea que pueda traer buenas noticias. 

Sólo en el marco de un plan integral de shock antiinflacionario, con abordaje sistémico y simultáneo sobre los aspectos fiscales, monetarios y cambiarios, podría pensarse en una política de coordinación de precios con el sector privado.

Pero, hasta ahora, el plan no está y, de acuerdo a lo que se desprende de las declaraciones realizadas por el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, en el Senado en el marco de la discusión del proyecto de Presupuesto 2023: "Toda vez que hablemos de inflaciones anuales del 60, 70, 80, estamos coqueteando con la hiperinflación. No es que estemos eliminando completamente el riesgo de hiperinflación, pero por lo menos lo hemos reducido en forma significativa a través distintas acciones".

Entonces, ¿cuál sería la estrategia que el gabinete económico tendría en mente usar para lograr su objetivo? ¿Qué puede ofrecer a las empresas como prenda de cambio para vencer su resistencia al congelamiento? 

El acceso fluido al dólar oficial para pagar importaciones sería el elemento escogido para "beneficiar" a las empresas que acepten voluntariamente el congelamiento.

No escapa a nadie que, en medio del aquelarre de tipos de cambio sectoriales diferenciales que han sido generados y que, lejos de detenerse, continúan creciendo casi diariamente, tener asegurado el acceso fluido para importar insumos al tipo de cambio oficial resulta sumamente tentador para cualquier empresa.

Claro que esto sigue sumando distorsiones. Por empezar, los dólares que están en el Banco Central que son los que el gabinete económico podría utilizar para entregar a las empresas al valor oficial no son propiedad del presidente del Central, tal como los depósitos de los particulares en cualquier banco privado no son propiedad del banco. 

El Central tiene como objetivo cuidar el valor de la moneda (peso) y no realizar asignaciones discrecionales sectoriales de sus reservas a precios diferenciales de acuerdo a si determinadas empresas se avienen a aceptar o no determinada política.

Porque entonces comienza a jugar un problema muy serio que es el de la discrecionalidad en la asignación de recursos, en este caso reservas internacionales.

Las reglas económicas no debieran cambiarse con el objeto de lograr objetivos parciales y sectoriales que no significan más que parches transitorios y distorsivos.

Para que una economía funcione se requiere de un marco de incentivos claros y sostenibles en el tiempo. Cambiar las reglas de juego diariamente es todo lo contrario a ello, ya que genera la imposibilidad de planificar a mediano plazo, base fundamental para poder encarar cualquier proceso de inversión productiva tal como nuestro país necesita para incrementar sus posibilidades de exportar y abastecer al mercado interno.

¿Qué pasaría con una empresa que no acuerde el congelamiento? ¿Tendría un tratamiento diferencial para poder importar sus insumos? ¿Un funcionario determinaría si puede o no acceder al dólar oficial para importar?

Preguntas sobre las que podemos intuir, con cierta alarma, las respuestas y que, en ningún caso, parecen ser tranquilizadoras en lo relativo a la generación de un marco de aliento al incremento del proceso de  inversión y de producción, únicos caminos para salir de la decadencia que condena, mes a mes, a más hogares argentinos a la pobreza.

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