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¿Qué hacemos con las "malas noticias"?

La mala noticia, en tiempos de crisis y de contextos de alta incertidumbre y volatilidad, impacta de lleno sobre nuestras emociones y sobre nuestro modo de liderar.

¿Qué hacemos con las "malas noticias"?
Carlos Fiorani 12 abril de 2024

La mala noticia, en tiempos de crisis y de contextos de alta incertidumbre y volatilidad, impacta de lleno sobre nuestras emociones y sobre nuestro modo de liderar. 

Es nuestra reacción y nuestra percepción de lo que percibimos como mala noticia lo que nos lleva a afrontar grandes desafíos en la realidad. Vemos que la inflación sigue alta, o que nos aumenta el precio de la prepaga, o que tenemos restricciones de giros al exterior y rápidamente entramos en modo defensivo. Ventas que se frustran, proveedores que demoran en sus entregas, costos crecientes o una macroeconomía que parece estar siempre amenazándonos se apilan en nuestra mente y sentimos que toda noticia trae consigo una dosis de angustia.

Pero, como señalaba el Maestro Oogway en Kung Fu Panda: "No hay malas noticias, hay solamente noticias". Lo bueno o malo de la noticia depende de nuestras expectativas previas y de nuestra interpretación de cómo cambian cuando recibimos la información que nos aporta esa noticia.

Ante ese choque entre la realidad y la expectativa, como líderes y como tomadores de decisión tenemos dos opciones. 

Una, muy natural y temo demasiado frecuente, enfurecernos y culpar al mensajero o quejarnos de que la realidad es ilógica, irracional, insólita o estúpida. Es el tránsito sin escalas al rol de víctima de las circunstancias ajenas con estación final en quejarnos de que si la realidad fuera distinta todo iría  mejor.

¿Pero qué pasa si aceptamos y comprendemos que esa noticia nos da información, ni buena ni mala, solo valiosa porque nos muestra una realidad que nuestra percepción ideal del mundo no tenía en cuenta? ¿Se aprecia el poder que nos da esa perspectiva para poder actuar en consecuencia?

La aceptación es poderosa. Es la otra opción que tenemos a mano y nos da la habilidad de aprender de la discrepancia entre nuestras expectativas y la realidad. Nos permite tomar decisiones basadas en la información que aporta la noticia y no en nuestros deseos o en esperar la intervención mágica del universo para arreglarlo todo. 

Aceptar la realidad tal como se nos presenta nos abre la posibilidad de prevenir impactos futuros al entender la nueva información que nos llega y acomodar nuestras acciones en función  de esa nueva información. La "mala" noticia pasa de ser la tapa del hoyo en el que nos escondemos para quejarnos a ser la plataforma de lanzamiento de nuevas acciones de adaptación y evolución.

Una mala noticia no es el reporte de eventos de un mundo que está errado y no nos comprende. Es información fundamental para entender cómo nuestros procesos y expectativas encajan en ese mundo y corregirlos de ser necesario. La única mala noticia sin discusión es la que se produce al ignorar la información y la oportunidad de aprendizaje que nos brinda.

He visto cómo las percepciones pueden nublar el juicio y cómo las "malas" noticias generan frustración, enojo, reproches. Es hora de que las veamos como herramientas de aprendizaje y adaptación.

A ustedes, ¿cómo les está yendo con sus "malas" noticias?

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