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Las médicas argentinas trabajan casi el doble que las británicas y ganan cinco veces menos

La Argentina de Javier Milei: médicas residentes ganan cinco veces menos que en Londres.

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. Pexels / Oles Kanebckuu
Ramiro Gamboa 24 julio de 2024

"Es necesario insistir una vez más que si no estamos dispuestos a comprometernos —principalmente los universitarios— a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demandan —principalmente en educación y salud— seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas", dijo el doctor René Favaloro. 

¿Qué diría hoy el gran cardiocirujano argentino si viera el estado de los sistemas de salud pública y privada en flashes: salarios de médicos minúsculos, horarios infinitos, estudiantes que no quieren especializarse en pediatría o clínica médica por las condiciones laborales, pacientes que no consiguen turnos, prepagas que no les tiembla el pulso para aumentar la cuota y pagarles poco a los médicos, y la lista es interminable? 

Pasó una pandemia. Dengue. ¿Qué sigue? 

¿Está el sistema de salud preparado para dar resguardo a cuarenta y seis millones de argentinos, para dar cobijo, para abrir la puerta de los hospitales, sanatorios y clínicas cuando los ciudadanos necesiten curarse? 

El Economista habló con una doctora que tiene cuarenta y seis años de experiencia, y con médicas residentes que le hacen saber al lector que está a pocos metros de quedar en la intemperie. El riesgo de un abismo cercano.

"Empecé a estudiar medicina emocionada y feliz en 2013. Elegí la carrera porque es un equilibrio entre lo social -el trabajo con la gente- y lo científico. Necesitaba algo que juntara los dos universos", dice Paloma Bodas, de veintinueve años, médica egresada de la Universidad de Buenos Aires y residente de pediatría en el Hospital Garrahan desde hace tres años. 

En la charla con El Economista, Paloma muestra un deseo persistente, tenaz, de seguir apostando por la medicina y por la Argentina: "Quiero vivir en Argentina, me encanta nuestro país. Trabajo todos los días para construir más y mejor patria, hacerla lo mejor posible; quiero poder disfrutar de nuestro país y que el resto también lo haga".

Paloma atiende a un paciente en el Hospital Garrahan.
Paloma atiende a un paciente en el Hospital Garrahan.

Paloma, médica y haciendo su tercer año de especialidad, cobra $840.000 por mes. Trabaja alrededor de setenta horas por semana, incluyendo jornadas de lunes a viernes, algunos sábados y guardias de 24 hs. Si pasamos su salario al dólar oficial ($920 = 1 dólar), Paloma cobra mensualmente US$ 910.

Eleanor Barnes es una mujer británica de veintinueve años que nació en Northampton; es médica y trabaja en el Hospital de Niños "Great Ormond Street Hospital for Children", en el barrio de Camden, en Londres, donde también hace el tercer año de residencia de pediatría, al igual que Paloma en Buenos Aires. Eleanor trabaja ocho horas por día, cuarenta horas por semana, únicamente de lunes a viernes, y gana 4500 dólares por mes (los datos se pueden verificar acá).

Resulta llamativo que cuando Paloma va a comprar una lista de productos a la farmacia más famosa de Buenos Aires, los precios son parecidos a los de Londres:

El shampoo a Paloma en Buenos Aires le cuesta US$ 4,30, y en Londres, el shampoo del mismo tamaño y marca a Eleanor le sale US$ 4,55. Un dentífrico de la misma marca cuesta US$ 7,65 en Buenos Aires y US$ 7,80 en Londres. Por el enjuague bucal de 500 ml, Paloma paga US$ 7,68, y Eleanor, por el mismo enjuague bucal, de la misma marca y el mismo tamaño, paga US$ 3,30. Por último, Paloma paga su jabón típico que usa para el cuerpo US$ 1,42, y por el mismo producto de la misma marca, Eleanor paga US$ 1,14

En conclusión, por un shampoo, un dentífrico, un enjuague bucal y un jabón, Paloma gasta US$ 21 y Eleanor, US$ 17. 

Pero Paloma, como dijimos, gana US$ 910 por mes, y Eleanor casi cinco veces más: US$ 4.500 por realizar el mismo trabajo, médicas residentes de pediatría. 

Lo mismo pasa con los alimentos, como publicamos en El Economista cuando explicamos que es más caro llenar el changuito en Buenos Aires que en Londres.

—Se suele pensar que los médicos residentes tienen un salario bajo y jornadas eternas. Entrevisté a una médica residente del Hospital Garrahan, Paloma Bodas, que gana 910 dólares por mes. Alguien con el mismo rol en el Reino Unido gana US$ 4.500 . ¿Qué puede decirle a Bodas para estimularla? —le pregunta El Economista a la médica con más de cuarenta años de trayectoria, quien prefiere hablar en off. 

—Hay muchos médicos que se van afuera porque los salarios están bajos. Hay una especie de éxodo preocupante. El que no hace el éxodo ahora, se saca la ciudadanía para el futuro. Hay una fuga de cerebros. Lo que les digo a los médicos jóvenes es que se informen de lo que está pasando. La estupidez ayudó y ayuda a que el sistema esté como esté. Los médicos jóvenes tienen que saber de la realidad política y social del país, y tienen que unirse para exigir mejoras. Si nosotros pudimos ejercer la medicina y ser buenos médicos a pesar de una dictadura y de la inexistencia de un programa de salud que se mantenga en el tiempo, les digo a los jóvenes que se formen y que no se desalienten. No abandonen lo que les gusta. Ellos tienen armas que nosotros no teníamos como las redes sociales, la comunicación digital y la inteligencia artificial— contesta la doctora.

La voz de la nueva generación de médicas

"El sistema de salud está golpeado, tanto el público como el privado. En el último tiempo se hizo más difícil porque los presupuestos se mantuvieron respecto al 2023, pero con una inflación altísima. La nueva administración quiere bajar los gastos. Yo particularmente trabajo en un hospital donde el recorte no se siente tanto en el acceso de los pacientes a la medicación y demás. Como el Garrahan es un hospital nacional de tipo SAMIC (Servicio de Atención Médica Integral para la Comunidad), que también recibe fondos de la ciudad y tiene su propia fundación, se autogestiona  sus fondos. Lo que sí noto, y todos venimos notando, es que con el cierre de múltiples guardias en los hospitales periféricos y sobre todo en la provincia de Buenos Aires, el flujo de pacientes hacia el hospital en la Ciudad es cada vez mayor. Y esto está asociado tanto a la falta de especialistas en pediatría, que cada vez hay menos, y la falta de recursos en las zonas periféricas que hace que la demanda en los hospitales de alta complejidad sea cada vez más grande y muchas veces inabordable, teniendo que atender hasta 600 pacientes por guardia. Hay pacientes que vienen del segundo y tercer cordón del conurbano. Vemos a gente que viene en tren, a veces se toman dos trenes para atender enfermedades como una neumonía o una bronquiolitis, que deberían poder ser tratadas en un hospital local de baja complejidad. Son cosas que pueden tratarse con una atención rápida. Si una persona viaja dos horas por una neumonía, estamos perdiendo plata porque no se tiene por qué atender en un hospital de alta complejidad, pero sobre todo y lo más peligroso es que es un paciente que por ahí necesitaba oxígeno y tuvo dos horas menos del tratamiento que requiere", narra la médica Paloma Bodas en charla con El Economista

La doctora Bodas, como ya escribimos, hoy cobra $840.000 por trabajar setenta horas por semana, pero aclara: "Un residente de primer año cobra $680.000 por mes; por eso, hace meses que reclamamos mejoras salariales al Ministerio de Salud y le exigimos un aumento, una recomposición de sueldo: en lo que va del año perdimos el 40% del poder adquisitivo. Se nos hace cada vez más difícil. Gran parte de nosotros tenemos más de un trabajo, y todo lleva a un desgaste enorme en el sistema de salud porque, cuanto más cansados trabajamos, más difícil se hace mantener la calidad de atención y más difícil es tener nuevos ingresantes que quieran hacer el mismo trabajo". 

Bodas agrega que el sistema de salud no está aislado de la sociedad en la que vivimos y de los déficits que tenemos. Estamos golpeados: "Hace décadas atravesamos múltiples crisis y todo eso lo vemos reflejado en el sistema de salud. Un pueblo desnutrido es un pueblo que se enferma más. Entender la salud como algo aislado del contexto social es un error".

Una doctora que está terminando la residencia de ginecología y obstetricia en un hospital público de la Ciudad explica: "El sistema público de salud está sostenido casi en su totalidad por los residentes. Nosotros, particularmente en mi residencia, nos encargamos de todo: de ver quién se opera, ponemos en condiciones a esos pacientes, conseguimos todos los estudios que les faltan. Nos ocupamos de los temas burocráticos, de las autorizaciones, de las internaciones; escribimos las historias clínicas, hacemos de camilleros si es necesario. Llega un punto en el que uno, en el momento que tiene que hacer la atención, que es lo más importante, viene cargado con todo lo anterior; es desgastante. La gran diferencia del hospital público con el ámbito privado es que el residente, que es quien se encarga de todo, hace la tarea de todos. Asimismo, tiene cosas excelentes: el Hospital de Clínicas es un centro de excelencia que no es comparable con ningún otro lugar. El sueldo del Hospital de Clínicas, que sería la residencia, son $890.000 por mes", relata la doctora residente que optar por hablar en off.

¿Cómo puede mejorar el sistema? "Mejoraría si los pacientes van al centro que les corresponde, que la atención sea en el centro más cercano a su pueblo o ciudad según su obra social o su prepaga. Ayudaría que la gente tenga obra social, porque es increíble la cantidad de personas en Argentina que no tienen, en parte porque tienen trabajo en negro, y en parte porque personas que tienen trabajo en blanco no saben que pueden acceder a determinada obra social. De por sí, el monotributo te da una obra social y hay miles de personas que tienen monotributo, pero que no tienen obra social. Al hospital público le importa la obra social porque, si no, no tiene remuneración por esa internación o por esa intervención quirúrgica, y eso es una pérdida de plata enorme. Por último, hay que reformar el sistema de residencias. Es imprescindible que si un residente hace una guardia de veinticuatro horas, sea obligatorio que después se vaya a su casa. Hoy en día, como el caudal de gente es tan grande, el hospital necesita que los residentes se queden postguardia, necesita que los residentes que hicieron una guardia de veinticuatro horas al otro día cumplan su función y vayan al hospital a las ocho de la mañana porque, si no, el hospital no funciona. Es un delirio", precisa la médica residente en ginecología.

"El sistema de salud y de formación de profesionales está en crisis, y es algo que preocupa mucho; hablamos esto constantemente con colegas. Trabajos mal remunerados, condiciones laborales muy extremas, es una profesión que demanda años de formación que después no necesariamente tiene un rédito económico adecuado. Un residente hoy está ganando alrededor de $900.000, y la mayoría de los médicos tienen varios trabajos. Para formarte mejor, un médico recibido tiene que hacer la residencia, que son cuatro o cinco años de trabajo que, si bien es remunerado, las condiciones son durísimas: guardias de veinticuatro horas, muchísima carga horaria, y el sueldo no compensa. Lo que está pasando es que cada vez menos egresados eligen las residencias más troncales que son clínica, medicina familiar, pediatría, terapia intensiva, y esto se debe principalmente a la variable económica. Hay otras especialidades que rinden más, como la medicina estética. Los hospitales públicos están colapsados: si alguien quiere un turno para algún especialista en dermatología, oftalmología, hay turnos para dentro de cuatro a seis meses, y muchas veces el paciente no puede esperar. Por la falta de turnos se colapsan las guardias, porque hay pacientes que terminan llegando a una guardia por un problema que podría haberse resuelto con un turno con un especialista. La guardia es para las urgencias, no deberían resolverse en una guardia problemas que no son urgentes". Son las palabras de una médica del Hospital Italiano que prefiere mantener su nombre en el anonimato. 

"El sistema de salud se encuentra en una situación delicada desde hace tiempo, y en este momento, con el cambio de gobierno, en una etapa de plena negociación. El principal problema es que falta plata. En el sector privado aumentaron el precio de los insumos, las prepagas aumentan el valor de la cuota, a la gente le cuesta afrontar los aumentos, pero el sistema público no tiene un servicio de calidad para ofrecer. Las prepagas auditan, los hospitales disminuyen los costos todo lo que pueden, afectando la calidad de su servicio. Nadie está contento y señalan al otro como culpable. En el hospital público falta financiamiento, recursos e infraestructura -le explica a El Economista otra médica residente de segundo año del Hospital Italiano que prefiere hablar en off-. Hoy hay horas de espera en las guardias, meses de demora para turnos, cirugías que no se autorizan, provocando más días de internación y ocupación de camas, salas de internación colapsadas, al personal médico y no médico no le pagan como corresponde, gente de provincia que por falta de respuesta va a atenderse a los hospitales de CABA. En fin, la situación es delicada".

La voz de la trayectoria en la medicina: una médica con cuarenta y seis años de experiencia habla con El Economista

La doctora que prefiere mantener su nombre en el anonimato se recibió de médica hace cuarenta y seis años en la UBA, en 1978, e hizo la residencia y la especialización en otorrinolaringología en el Hospital de Clínicas

La memoria de la doctora es una colmena de escenas secretas en hospitales públicos; en plena dictadura atendió a víctimas del terrorismo de estado en el hospital de Haedo: "Atendí a pibes que habían sido encadenados a las camas de torturas, que habían sido picaneados. Yo era estudiante del tercer o cuarto año de medicina, estaba haciendo las prácticas en el hospital y una noche entró el ejército al hospital con un tipo que lo habían hecho pomada, le habían pegado un tiro en el brazo. Yo enseguida me le acerqué para parar la hemorragia. El paciente me empujó para sacarme del box y se metió la mano en la boca: tenía una pastilla de cianuro. La víctima sabía que los militares no lo habían matado para hacerlo hablar, y como no quería delatar a sus amigos y conocidos, se tragó el cianuro. También tengo tres compañeras de la facultad desaparecidas por la dictadura"

Escuchar a la doctora es adentrarse en las reglas del sistema médico argentino porque tiene una forma profunda de reflexionar sobre la medicina. Una mirada que trabaja por un sistema de salud más justo, a menudo con gran riesgo personal.

La doctora exhibe una cabellera rotundamente dorada, tiene ojos azules, y una finura cosmopolita en su atuendo que la distingue. 

Recibe a El Economista en su consultorio. Sus pacientes le dicen al diario: "La doctora me guió con paciencia, inteligencia y ternura en todo el proceso. Incluso me compartió su número privado para que le escriba por WhatsApp", "Mi prepaga dejó de cubrir las consultas con la doctora, e incluso no me cubría la operación, y me dio una mano tremenda para atenderme y para que me pudiera operar" y "Es la médica más preparada que conocí".

—Muchos diagnostican que tanto el sistema privado como el sistema público no funcionan bien. ¿Usted qué piensa? —le pregunta El Economista a la médica con más de cuarenta años de trayectoria. 

—El sistema privado jerarquizó la medicina. La medicina es cara. Yo cumplí setenta años en noviembre y pago 250 dólares por mes mi prepaga. No es caro para lo que sale la medicina. Lo ideal sería tener un buen sistema de salud público como lo tienen España, Inglaterra, Francia, Italia, incluso Brasil. En Brasil el sistema público de salud es espectacular si lo comparás con el de Argentina. Yo he ido a hacer cursos a Brasil, con hospitales públicos bien equipados. Ponen toda la plata ahí, y eso los hace ahorrar. En Argentina, la gente se queja de las prepagas, pero la verdad es que si la prepaga paga algo, solo con buscar en Internet cuánto salen los medicamentos para el cáncer, la medicina oncológica, los precios son bestiales. Por ejemplo, un medicamento para tratar el cáncer de colon hoy cuesta miles de dólares, y si alguien tiene una prepaga, se lo cubre. Un problema es que Brasil regula el precio de los medicamentos y Argentina no; el precio de los medicamentos está desregulado. La mayoría de los países regulan los medicamentos.

—¿Cuándo fue que el sistema se partió en dos: medicina para pobres y medicina para ricos?

—Durante el menemismo, el sistema de obras sociales entró en decadencia por la aparición de las prepagas. Los sindicatos que tenían obras sociales fueron desfinanciados. Las obras sociales funcionaban igual que las prepagas, pero eran más baratas, se descontaban del sueldo del trabajador y te atendían en sanatorios y hospitales públicos. Esto hacía que los hospitales tuvieran un mayor mantenimiento: las obras sociales contribuían al mantenimiento de los hospitales públicos. Las prepagas aparecieron con fuerza en la década de 1990; vieron que había un negocio. Todas las obras sociales que pertenecían a distintos gremios, como los bancarios, los docentes universitarios, etc., desaparecieron. Eran más accesibles que las prepagas; por ejemplo, si alguien trabajaba en la universidad y era profesor universitario, pagaba un porcentaje de su sueldo a la obra social. Hoy eso no existe. Les costó destruir el sistema, pero lo lograron.

—¿Qué piensa de la gestión en salud del nuevo gobierno del Presidente Milei?

No existe una gestión de salud. Están echando a médicos valiosos, prestigiosos. Echaron a mucha gente del Hospital Posadas, médicos que hace treinta años trabajaban, supercapacitados. Los echan porque quieren desfinanciar el sistema público. No quieren gastar plata en eso. Le bajaron el sueldo a los jubilados, les dan menos medicamentos y desfinancian a los hospitales y echan a médicos de renombre como en el Hospital Posadas.

—¿Y cuál sería el objetivo? ¿Cerrar el sistema de salud público?

—No lo sé. Sé que a este gobierno no le interesa que la gente pueda estar incluida en un sistema de salud pública, no le importa. Macri fue un poco más moderado, fue mejor que lo que está pasando ahora. Y el kirchnerismo se quedó dormido en los laureles. Podría haber hecho mucho más de lo que hizo para que las cosas fueran más igualitarias. El plan fue desfinanciar el sistema público, hacerle la vida imposible a los afiliados hasta que decidieran pasarse al sistema privado. Los bancarios hicieron un gran negocio con Swiss Medical, el negocio fue destruir la obra social y darle el negocio al dueño de la prepaga. Mi hijo más grande nació en el Sanatorio Güemes en 1979. Tuvimos un problema serio porque tuve un desprendimiento de la placenta, casi nos morimos los dos, y la atención fue de primera.

—Usted es especialista en otorrinolaringología. ¿Las prepagas le pagan a usted las consultas de sus pacientes correctamente?

—Algunas sí y otras no. Con algunas prepagas estamos bien remunerados y pagan a tiempo. Otras prepagas pagan con un retraso de casi tres meses y con honorarios menores. Durante el gobierno kirchnerista, estaba regulado el aumento de las prepagas. Esos fueron los años que peor ganamos.

—Después del coronavirus y el dengue, ¿estamos preparados para la próxima pandemia / epidemia?

—En este momento, no estamos preparados. No hay intención de este gobierno de hacer nada. No lo hizo cuando tuvimos la epidemia de dengue. No se tomaron el trabajo de pedirle a nadie que hubiera "Off" y espirales. Todas las clases medias, de farmacia en farmacia, buscando repelente. De todas formas le digo a los jóvenes: nosotros, los más grandes, podemos haber pasado la dictadura, pero jamás una pandemia. Los jóvenes pusieron la cara y el cuerpo frente al coronavirus en los hospitales y en los sanatorios. Si pudieron enfrentar una pandemia, que obtengan fuerza de lo que hicieron valientemente por los pacientes para poder pelear, que tomen esa fuerza y que se formen porque ellos son los que van a hacer frente a las próximas dificultades dentro de la medicina y de lo que implican las nuevas epidemias. Los médicos jóvenes tienen que tratar de pelear juntos para que les den lo que se merecen. 

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