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Muy difícil: el desafío de crecer con baja inflación

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Héctor Rubini 01 febrero de 2021

Por Héctor Rubini (*)

Tanto para el Presupuesto como para la gran mayoría de pronósticos privados, 2021 asoma como un año de cierta recuperación transitoria del crecimiento positivo. El consenso parece mantenerse en torno de un crecimiento superior al 5%, que podrá sostenerse en la medida en que se ordene de alguna forma el control de la pandemia y, junto a ello, la serie de controles sobre precios y la economía real.

El año arrancó con intentos de más controles complementarios a “Precios Cuidados” para forzar un control de la inflación heterodoxo con medidas más duras, pero de inequívocos efectos cruzados que ponen serias dudas sobre su coherencia y sustentabilidad. Los controles a las importaciones de maíz y trigo no sólo emergen en un escenario sin evidencia de insuficiencia de stocks para futuro abastecimiento de la demanda para la cría de animales y la fabricación de alimentos.

Las restricciones a las importaciones junto a los controles de cambio y las fluctuantes expectativas cambiarias resucitaron los inventivos para las viejas conductas previas a 2016, y de los '80, incentivando la sobrefacturación de importaciones y la subfacturación de exportaciones. Las sanciones de la CNV a una ALyC y del BCRA a unas pocas empresas por infracciones a regulaciones tal vez no sean las últimas, pero no cambian los incentivos para prácticas informales ni en el mercado cambiario ni en el comercio exterior. Algo que probablemente se acentúe en el resto de la economía como ya se observó en los '80.

El trasfondo es una caída en la oferta y la demanda agregada iniciada en la crisis cambiaria de 2018-19, agravada por la exagerada cuarentena que en cierta forma llegó a su fin luego del caótico sepelio de Diego Maradona. El desorden en el manejo de las expectativas sobre la vacuna Sputnik V y sus alternativas, así como la falta de una campaña comunicacional realmente pedagógica para prevenir contagios comunitarios han sido la regla desde principios de diciembre. La suba de contagios diarios y muertes en enero no parece ser transitoria y esto ha generado las polémicas actuales sobre cuándo y como retomar el dictado de clases presenciales.

La falta de coordinación entre el Gobierno y varias administraciones provinciales sigue siendo la regla. Junto a los controles estatales vía precios y cantidades en diversos mercados siguen generando incertidumbre y desconfianza. Difícilmente la misma se disipe en lo que va de este año, dada el marcado giro hacia el enfoque de política desde el 10 de diciembre de 2019. Es más que claro el énfasis de priorizar el intervencionismo estatal con un enfoque tipo “vivir con lo nuestro” bastante difícil de compatibilizar con un mundo en el que la expansión del comercio exterior va a ser una de las bases para salir de la crisis provocada por el Covid-19. Algo difícil de lograr si al no encauzarse la convivencia con el virus hasta que la totalidad de la población sea inoculada con una vacuna inequívocamente efectiva y segura.

En esa transición, cuesta creer que se logre sostener de manera permanente, no transitoria, un sendero de crecimiento igual o mayor a 5% anual con una inflación baja y normal, en línea con la de nuestros países vecinos al menos. Una misión realmente imposible si se insiste en persistir con un enfoque, proteccionista, restricciones regulatorias, alta presión impositiva y la inequívoca percepción de vulnerabilidad de los derechos de propiedad y la seguridad física.

Sin cambio en estas condiciones, es difícil imaginar la recuperación de las bases mínimas para volverá a crecer: un medio ambiente menos hostil para las actividades empresariales, que vuelva a incentivar la innovación, la inversión bruta interna fija y la reasignación de recursos con criterios de costo-eficiencia.

Sin estas condiciones, será muy difícil esperar una recuperación económica permanente y que revierta la tendencia hacia el empobrecimiento permanente que parece no tener fin a la vista. ¿Podría realmente lograrse una tasa de crecimiento igual o superior al citado 5% sin un cambio del actual clima de desconfianza? ¿Podrá revertirse antes de las elecciones de octubre sin medidas impopulares? Si se postergan para el próximo año, ¿sería suficiente para sostener una tasa de crecimiento positiva, igual o mayor al 5% anual, y con inflación sustancialmente más baja? En buena medida requerirá el abandono del enfoque mercadointernista e intervencionista adoptado en diciembre de 2019, pero esto no parece asomar en el “radar” de ninguna consultora privada, y mucho menos de las autoridades.

Ciertamente la emisión monetaria contribuyó a sostener la ayuda a trabajadores y empresas en la crisis del año pasado, pero sin credibilidad y confianza difícilmente se logre absorber el sobrante monetario de los últimos meses. Algo que complica el tránsito hasta el último trimestre del año ya que, sin perspectivas de contar con la total vacunación de la población en 2021, no habrá por qué esperar cambio alguno. Mucho menos una real liberación de restricciones a la movilidad de personas, ni de controles al comercio interior y exterior, al mercado de cambios, a los precios internos y a los movimientos de capitales. Si algo empieza a quedar más en claro que a fines del año pasado, es que para volver a crecer de manera permanente y sostenida se requiere recuperar la confianza y credibilidad en las autoridades.

Ya en el clásico trabajo de 1975 de Adolfo Canitrot (“La experiencia populista de redistribución de ingresos”) advertía para la realidad de casi medio siglo atrás: “La aceleración del ritmo de creación de capacidad de empleo dependerá de la evolución de la demanda externa de bienes industriales”. La realidad comercial y tecnológica actual es muy diferente. No hay evidencia de alta demanda externa por bienes argentinos más allá de la producción primaria y un menú bastante limitado de bienes manufacturados.

Las últimas tres décadas han mostrado un cambio tecnológico que torna bastante limitado el margen para esperar una masiva creación de vacantes laborales directas. Pero tanto para la creación directa e indirecta de empleos, el panorama se complica más en presencia de restricciones a la movilidad de personas, controles de mercados y precios y falta de confianza. La distribución de subsidios y la cultura de la dádiva puede dar réditos electorales de corto plazo, pero no mucho más. Sin confianza es difícil imaginar siquiera una recuperación de la inversión real y de un sendero de crecimiento de producción, empleo y exportaciones. Y bajo tales condiciones, será más que complicado para las autoridades lograr cierto “despegue” de una década de estanflación y asegurarse un holgado triunfo en las elecciones legislativas de octubre próximo.

(*) Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

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