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Donald Trump merece el premio Moors Cabot

Estados Unidos estaría generando otro conflicto comercial, en este caso con México, uno de sus principales socios, aduciendo la falta de control en los movimientos migratorios irregulares.

03 junio de 2019

Por Jorge Riaboi  Diplomático y periodista

Con la iniciativa de aplicar aranceles de importación crecientes (del 5 al 25%) destinados a penalizar el comercio originado en México si el gobierno de ese país no controla “en forma sustancial”los contingentes o brotes migratorios propios y ajenos que pasan ilegalmente al territorio de Estados Unidos, Donald Trump puso de relieve, una vez más,lo mucho que le deben el periodismo y los comediantes de su país, y quizás del mundo entero, a su inagotable talento para generar confusión, drama, comedia y una magnífica colección de noticias imaginarias. Esos holgazanes le están robando el dinero a los accionistas del mundo editorial y televisivo, ya que hoy los mejores libretos humorísticos, dramáticos,inclusive las notas de opinión, se basan en escritos, dichos e inspiraciones (algunos dicen delirios) dela Oficina Oval, los que llegan a costo cero para las empresas del ramo.

Si además suponemos que los anuncios van en serio, lo que nunca se sabe, en lugar de profundizar el libre comercio norteamericano con la eventual ratificación del nuevo nafta suscripto en Buenos Aires a fines de noviembre pasado por los líderes de Canadá, Estados Unidos y México, Washington estaría generando otra delirante guerra comercial en su barrio, con los efectos legales, económicos y sociales del caso. Veamos.

Si uno empieza por lo del costo cero, es necesario reconocer que ello no se aplica a los efectos económicos directos y colaterales de los procesos en marcha. Varios especialistas estimaron que, en 2021, el valor aproximado de las guerras comerciales en marcha determinarán una poda quirúrgica de US$ 600.000 millones en el PIB de Estados Unidos, lo que equivale a un PIB de Argentina (esto último tomando los 637.6oo millones de dólares calculados para 2017, lo que hoy en día es una entelequia que depende de cómo se mide el tipo de cambio, los paros generales y las numerosas ideas del Fondo Monetario para crear una torpe recesión amparada con generoso balbuceo econométrico) cuando sólo se proyectan los datos combinados de las medidas restrictivas que anunciaron China y Estados Unidos si éstas siguen su actual curso a todo vapor. Pero si encima de lo ya conocido, Pekín da rienda suelta a su propio ingenio (las mediciones econométricas del Fondo no fueron creadas para entender la economía de mercado socialista ni otras excepciones molestas de la vida real) y lleva a la práctica, por segunda vez, medidas como el corte de aprovisionamientos de las tierras raras (minerales raros), un insumo vital para la producción de autos, misiles, aviones de combate de última generación, iPhones y otras chucherías que uno puede conseguir con descuento en cualquier supermercado, maxiquiosco o galpones militares abiertos las “25 horas” más cercanos a su domicilio, la fiestita se podría entonar un poco más y adquirir otros colores.

La primera vez que China cortó los suministros de minerales raros al mercado mundial, fue cuando suspendió unilateralmente su exportación como la represalia económica que se le ocurrió a un genio del politburó tras intercambiar cohetazos de verdad con Japón en el Mar de China, lo que dio como resultado un aumento de casi 3.600% en el precio internacional de tales insumos por espacio de algunas semanas. Tras esa pesadilla económica, Estados Unidos y otros miembros de la OMC le ganaron un panel sobre la aplicación de ese arrebato temperamental, ya que con ella la nación asiática violó las reglas que prohíben las restricciones al comercio (Artículo XI del GATT). El problema actual es diferente. Las dos partes están enfrascadas en una guerrita que viola a destajo los compromisos de acceso al mercado y los mecanismos de renegociación existentes en el marco de la OMC, porque es una pelea en negro (no fue reportada a la AFIP ni a Ginebra) y las partes se ríen cuando uno les habla de estos temas.

La gran paradoja de esta historia, es que fueron los gobernantes de occidente quienes estimularon, con su ceguera, que China se quede con el 95% del comercio global de las tierras raras (una idea sencillamente admirable en materia de dependencia estratégica), al destacar la importancia de sus enormes yacimientosterritorialesy los problemas de carácter ambiental que genera el explotar esa rama de la minería (en su momento escribí un par de detalladas columnas sobre el tema en otro medio periodístico, destacando como se ralearon del servicio las minas instaladas en Occidente; por minas me refiero a las que sirven para producir minerales).

Al ver estos y otros aspectos de la realidad actual, uno sólo puede inclinarse ante la creatividad del Jefe de la Casa Blanca para fabricar tantas situaciones tragicómicas y conflictivas como las que hoy ponen a prueba el equilibrio del planeta. Cabe hacerle una reverencia y decirle Kudos Donald (lo que significa “prestigio, gloria, fama o bravo” en inglés; el lector elige). Por otra parte, al comparar la performance del mandatario estadounidense para generartanto material periodístico e histriónico sin cargo aparente, es obvio que el colega Hugo Alconada Mon se debería estar preguntando, por qué demonios le dieron el Premio Moors Cabot a él y no al meritorio tuitero en Jefe dela mayor potencia militar del Mundo libre. Con la diferencia de que Donald no sólo puede crear y falsificar las noticias, sino llevarlas a cabo con la tolerancia pasiva de los líderes de la comunidad internacional. Si no, vean el picnic que se hizo en las últimas Cumbres del G20.

En un análisis muy revelador de la parte aburrida del problema, el boletín del 31 de mayo del Instituto Cato de Washington, con simpatía histórica hacia al Partido Republicano y al libre comercio (hasta que llegó Donald, claro, ya que en estos días con esas ideas sólo les queda pasar a la clandestinidad), sugirió que el gobierno debería mirar ciertos números. Primero, las exportaciones de México a Estados Unidos andan en unos 195.000 millones de dólares anuales, lo que equivale, moneda más o menos, al 39% del PIB de ese país. De modo que si Donald insiste en cortar el chorro, deberán cerrar los negocios, convivir con una explosiva recesión y desocupación mayúsculas y dejar, como única salida,la exportación de mano de obra a pasto hacia los Estados Unidos y dos o tres personas a Canadá. En los últimos años, la emigración del vecindario mexicano al Norte había bajado sustancialmente. De hecho se registró una reducción neta de residentes de origen mexicano en los Estados Unidos de 1,5 millones de personas.

La gente de CATO también recuerda el caso de los camiones, hoy protegidos con un arancel general de importación del 25 por ciento, lo que explica porque sólo el 0,23% de las unidades que circulan en territorio estadounidense son de origen extranjero. Vaya esto para los “expertos”argentinos que dicen, basados en creencias, no en datos, que el mercado de ese país es uno de los más abiertos del mundo (si no les gusta, pueden quejarse a CATO). Un arancel del 25%, que ahora Donald está poniendo de moda con todos y todas, es una medida que desalienta drásticamente el comercio en América del Norte.

El boletín recuerda que, desde 2014, México retuvo más de 692.000 ciudadanos de Centroamérica que pretendían acceder a los Estados Unidos. Ello permite imaginar que si uno pone de malhumor a los gobernantes de ese país, éstos podrían dejar de tomarse semejante molestia. Si bien el gobierno de Andrés Manuel López Obrador envió con urgencia a su Canciller a Washington, hasta el momento y que se sepa, no le prometió nada a Trump. Sólo le recordó que si bien su gobierno no quiere disputas, sería una pésima idea tirar demasiado de la cuerda. Algo similar señaló Jesús Seade, el Subsecretario para las Negociaciones de América del Norte y uno de los factótums del Nuevo NAFTA. Jesús fue el primer Director Alterno por América Latina en el Sistema Multilateral de Comercio, hoy la OMC.

El analista Geoffrey Getz de Brookings Institution, un centro de pensamiento de alto prestigio, agregó a lo anterior, por cuerda separada, seis premisas similares a las delineadas por la gente de CATO. La primera es que Trump suele licuar lo que dice, de modo que es necesario poner la pelota en el piso y mirar la cancha. Segundo, que si en última instancia pasara algo, ello puede resultareconómica y socialmente tan costoso para México como para los Estados Unidos. Tercero, que esa jugada presidencial haga capotar el proceso de ratificación del nuevo NAFTA, lo que dejaría por el sótano la imagen del Jefe de la Casa Blanca. Cuarto, que el enfoque elegido por Trumposcurece aún más la frontera entre problemas de seguridad nacional y política comercial, lo que puede agravar los serios problemas de confiabilidad en la palabra del Presidente. Quinto, el adicional escalonamiento del proteccionismo estadounidense. Y sexto, que lleve a los líderes extranjeros a tomar más a la ligera la palabra del jefe de la Casa Blanca.

Es de imaginar que el gobierno mexicano ya está mirando la legalidad OMC de las medidas anunciadas por Donald Trump (los compromisos de acceso a los mercados y su consistencia con las reglas para su modificación) y las acciones que puedan emerger en tribunales de los Estados Unidos. Sería una buena idea.

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