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Pichetto reperfilado: el Bolsonaro criollo busca lugar para 2020

Oscar Muiño 04 octubre de 2019

Por Oscar Muiño

Miguel Angel Pichetto se está “reperfilando”. Ya no es un legislador obediente sino un creador de su discurso. Sus mutaciones correspondían a la versatilidad peronista: del neoconservatismo liberal de Menem al peronismo tradicional de Duhalde, la Concertación transversal nestoriana y la retórica distribucionista del cristinismo.

Cuatro presidentes confiaron en sus habilidades. Su misión: juntar votos para aprobar las iniciativas del Poder Ejecutivo. Cumplió.

En 2019, libre de ataduras, ha elegido otro perfil. Ser un émulo de Jair Bolsonaro. ¿Convicción o cálculo? Difícil saberlo. Su proyecto (pese a la vulgata antipartidos, todo político mira al futuro, además del presente) aspira a construir una fuerza desde el único nicho que parece estar libre. Para que nadie abrigue dudas, viajó y entrevistó al jefe de Estado brasileño. La foto no es una casualidad. Es una apuesta al futuro. “A mí no me preocupa que me digan Bolsonaro”, reconoce. La audaz movida de Cristina Kirchner había sido el ungimiento de Alberto Fernández. Pichetto perdía su carácter de coordinador de los gobernadores que venía ejerciendo con habilidad y tacto. Encontrado un jefe, es innecesario el coordinador. La movida también deshilachaba Alternativa Federal, donde militaba Pichetto. No quedó espacio para el tercerismo entre Cristina y Mauricio.

La otra víctima era Macri. La estrategia oficial seguía dependiendo de mantener la división del peronismo. Macri no tuvo más remedio que acudir a la ampliación de Cambiemos. Se decidió por una iniciativa que venía rechazando: traer a Pichetto. Lo había trabajado con filigranas de talabartero, desde hacía mucho tiempo, Federico Pinedo. Y no era el único. Pero Pichetto rompía por todos sus flancos la estrategia de Nueva Política, reacia a los dirigentes con décadas de actuación, a los mayores de sesenta, a los negociadores de votos, partidas y normas.

Diversos jefes peronistas de hoy han pasado de de izquierda a derecha, del distribucionismo al ajuste, del anti-imperialismo al seguidismo a Washington, de derechas a izquierda. O al revés. Mucho menos frecuente ?casi inédito- es que un jefe de bancada se vaya del PJ.

La imaginación volaba: un Pichetto capaz de torcer la vocación fernandista de gobernadores e intendentes, de promover la “lista corta” en peronismos provinciales e impulsar, con disimulo, la boleta de Macri. Otros anhelaban sumar peronistas a la brecha inaugurada por Pichetto. Nada de eso ocurrió. Pichetto estaba pensado para la victoria: un senador con oficio capaz de conversar con sus pares o, in extremis, acudir a los gobernadores capaces de domesticarlos. Gobernabilidad.

Un rionegrino radical asegura que su amigo Miguel Angel Pichetto había intentado casi todo. Primero, renovar su mandato como senador nacional por Río Negro. Que luego tentó suerte en las cercanías de Fernández.

Obturados los caminos, aceptó arrimarse a Cambiemos. Indemostrable.

Pichetto tenía por primera vez la ocasión de bajar línea. ¿Cuál elegiría? Desde que firmó el libro de pases, viene sorprendiendo: denuncia a los vagos que no trabajan, a los delincuentes extranjeros, a los paraguayos de la marihuana y los bolivianos de la cocaína, asusta con la expropiación de tierras y departamentos, vocifera contra el gasto social, se queja de que no se pueda reprimir y critica la entrega de fondos estatales a las organizaciones sociales que combaten al Gobierno.

Sus declaraciones no se nutren de la tradición liberal, sino con el populismo derechista de los soberanistas europeos. Desde el Frente Nacional Francés hasta La Liga de Matteo Salvini. Los entusiastas de Pichetto no son justicialistas sino señoras y caballeros furiosos con el populismo cristinista.

Pichetto consagra la veracidad de sus sospechas y acusaciones. El populismo de Pichetto es celebrado por anti-populistas que ven en él un auténtico representante del “peronismo republicano”. Sorprende el nivel de confusión pero, se sabe, en cuestiones electorales las verdades no necesariamente vencen prejuicios ni entusiasmos. Pichetto considera a muchos de sus socios livianitos, casi amateurs.

Aspira con su discurso a acumular ante un eventual fracaso de Fernández. Oposición sin cuartel, en las antípodas de su trayectoria conciliadora. También tiene problemas. Le quitaron su excelente despacho y le dieron uno que ?se quejan sus lugartenientes- convive con poca limpieza y en cercanía de palomas y hasta murciélagos. La lucha por el poder no se limita a los grandes principios?

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