El Economista - 70 años
Versión digital

jue 18 Abr

BUE 22°C
Escenario

Para cruzar el río hay que ir tanteando las piedras

Desde Néstor, la política del FdT es "paso a paso". No es atacar las causas sino "solucionar los problemas" cuando estallan. No hay una estrategia.

La lección de Deng Xiaoping fue que "para cruzar el río hay que ir tanteando las piedras"
La lección de Deng Xiaoping fue que "para cruzar el río hay que ir tanteando las piedras"
Carlos Leyba 28 diciembre de 2022

El dato de la actualidad política (y de la política económica futura) es que quienes se escuden detrás del nombre "peronismo" no gozarán de alta probabilidad de éxito electoral. 

La probabilidad no es certeza. Y lo improbable, puede terminar en un resultado imprevisto. 

Cristina es la más convencida de la alta probabilidad de fracaso. 

Consecuencia de su sombrío futuro, ha vuelto a identificarse con Perón y Evita para distribuir los costos de la derrota: no es a mí a la que le pasa esto, es al peronismo. 

Cristina se auto proscribió para las elecciones por la convicción que volvería a perder evidenciando que su ciclo está en ocaso. Nadie acepta, "sinceramente", sin mañerear ser una luz que se desvanece.  

La derrota o la autoproscripción son caminos al ocaso. La derrota obliga al inmediato reemplazo del liderazgo. La auto proscripción excluye el reemplazo, mantiene el vigor del "dedo" que es sobrevivir como protagonista sin hablar con "los otros": aquellos que no se identifican sumisos a ella. 

Cristina, sin hablar con "los otros", seguirá como jefa hasta que sea reemplazada por un nuevo abanderado. No hablar con "los otros" impide la "amistad cívica" y define el clima irrespirable de la vida política nacional. Del otro lado del cerco Mauricio sufre la misma patología. Los dos son socialmente tóxicos, sumados explosivos. 

En el caso Cristina, la derrota urgiría el reemplazo. La autoproscripción es una manera de postergar el ocaso manteniendo el dedo nominativo a pesar de sus turbulentos errores. Veamos.

La aparente delegación en Axel Kicillof, de la misma manera que las previas (Aníbal F., C. Zanini, Alberto), pareciera condenada al rechazo silencioso, al menos de los "peronistas de Perón", digamos, los de nacimiento. Es decir la no militancia, no movilización, de esos cuadros detrás del "delegado". A Aníbal no lo fueron a votar.

Esos "peronistas de Perón" no son mayoría en los cuadros políticos y sindicales que ejercen hoy el poder partidario. Pero son esenciales a la hora de las urnas. 

Para esos cuadros -no son La Cámpora ni los socios marxistas o progres de las minorías activas de la lucha cultural en el FdT-  no es fácil enamorarse de aquellos que se suben al "carro triunfal" habiendo militado en formaciones anti peronistas (los que vienen del PC o la izquierda) o que reivindican a los expulsados por Perón por defender otra doctrina, hacerlo por las armas y haber asesinado a José I. Rucci, su mano derecha en la última presidencia. 

El imperdible "Conocer a Perón" de Juan Manuel Abal Medina, desde las entrañas del retorno de Perón, pone en claro que el Juan Domingo de 1973, al abrazarse con Ricardo Balbín, estaba tratando de consolidar un período de amistad cívica -que creo no rigió desde 1945 hasta 1971- sin la que no es posible la democracia cuya esencia es la alternancia. 

Por eso -por la necesaria alternancia- es que, para resolver los grandes problemas de un país se requiere el consenso, la concertación, el acuerdo sin los cuáles no se cultiva el alma de la Nación y no se construye el "sueño de un futuro común". 

Construir, sueño, futuro, común. Sin esas cuatro dimensiones compartidas no existe la vocación de Nación. 

Compartirlas es consecuencia posible de la amistad cívica. Sin ella es imposible.

Ni Cristina, ni aquellos a los que delegó en su momento o a quienes se vislumbra aspira a delegar, han manifestado el menor apego a la idea de amistad cívica con la que, en 1973, Perón y Balbín trataron de cerrar un largo ciclo de desencuentros. 

Como consecuencia de la violencia de las armas de la guerrilla y de la respuesta defensiva, irracional, de una horda de genocidas, se frustró el esfuerzo de creación del clima de la amistad cívica y de la voluntad de concertar, que son las condiciones necesarias para sostener decisiones de largo plazo destinadas a resolver los problemas estructurales que han estancado la economía y destruido el tejido social de Argentina. 

La impropiedad del lenguaje (llamar "inmundicia" a una decisión de la Corte Suprema, o "ventajita" a un adversario político), el desprecio por las normas (modificar la ley de blanqueo mediante un decreto que benefició a los familiares de quién lo dictó, intentar desacatar una resolución de la Corte), marcan la voluntad de violencia, ejercida por otras vías, que nos alejan de la esperanza de "un proyecto sugestivo de vida en común". Este clima político no augura días luminosos.

Esta nota comenzó diciendo que la baja probabilidad de triunfo de quien porte el estandarte peronista era "el dato más relevante de la actualidad política" y también "de la política económica futura". 

La política económica del Frente de Todos que hoy se ejecuta, tiene como inspirador al consultor Gabriel Rubinstein, un economista probablemente ortodoxo políticamente asociado a Roberto Lavagna y por esa vía próximo a Sergio Massa. Su idea central es aproximarse a las metas comprometidas con el FMI y hacerlo mediante ingenierías laterales, de avance y retroceso, mezclando toda clase de ingredientes destinados a "aplacar los números". No a resolver las causas. 

En ausencia de acuerdos políticos, empresarios, sindicales, de gran y largo aliento - por cierto de muy difícil materialización- el FdT no está en condiciones de gestionar otra política. En esa ausencia no hay "otra calidad de economía" posible. 

Desde Néstor, la política del FdT, es "paso a paso". No es atacar las causas sino "solucionar los problemas" cuando estos estallan o se hacen evidentes. ¿Parches? 

No hay una estrategia. Hay acciones de choque para resolver el problema que aparece, con herramientas de reparación. Nunca la solución larga que evita el problema. 

Esa "economía" es la consecuencia de una visión de "la política"  definida como "lo que haya que hacer para mantenerse en el poder". 

En la medida que "el kirchnerismo" sea el actual alimento ideológico en lo económico del peronismo en el poder, no existe posibilidad de otro enfoque distinto: sólo trata de "solucionar los problemas" que se presenten y no de evitar que los problemas se presenten. 

No hay en el kirchnerismo una visión estratégica más allá de la retórica discursiva. Cristina, cuando era por primera vez candidata a la presidencia, dijo algo así como "nosotros detestamos los planes"; y el pobre Alberto lo repitió a un periodista británico. La filosofía es "vamos viendo". ¿Si saben dónde vamos, por qué lo ocultan?

La derrota del kirchnerismo abre otra mirada. Es lo que trasciende de los equipos de la principal oposición. No quiere decir que sea esclarecida. No estoy sugiriendo que el eventual gobierno de JxC sea distinto del de Mauricio Macri que fue realmente horrible.

Los equipos además de anunciar "políticas macro consistentes" que, optimistas, creen habrían de generar la ansiada estabilidad o desaceleración de la inflación, anuncian "reformas".  

La estrategia macro todos la proponen con un ritmo urgente que va del shock (con la característica violencia de Patricia Bullrich de impronta montonera en su personalidad) a menor velocidad (a cargo de Horacio Rodríguez Larreta con impronta de sus años con Eduardo Duhalde y Palito Ortega). Pero ambas propuestas se asoman a zonas de peligro que ya hemos sufrido.  

Los radicales que acompañen o conduzcan, son calcados: G. Morales o F. Manes en paralelo a Rodríguez L. y A. Cornejo en paralelo a Patricia. 

El plato fuerte son las "reformas". 

Mayor apertura económica que incluye, por ejemplo, la búsqueda de la concreción del acuerdo de libre comercio con la UE y esencialmente, la reducción inmediata de la protección de ciertas actividades industriales. 

También suena fuerte el intento de leyes de reforma laboral que, en definitiva, disminuyan el costo laboral presente y futuro, de quienes brindan empleo. 

Una tercera idea es la reducción de la "presión tributaria", es decir, la baja de las tasas impositivas y del número de gravámenes y una reducción del gasto público nacional y en particular, la reducción de las contribuciones fiscales a las empresas del Estado y/o a las empresas de servicios públicos. 

Algunas otras ideas marketineras como la de una unificación monetaria con el Brasil o una independencia del BCRA que signifique el fin de la emisión monetaria o el apoyo del BCRA al Tesoro, etcétera. 

A estas "reformas" las llaman pomposamente "estructurales". Raro. ¿Ingenuo?

La estructura de la economía está dada por qué y dónde producimos, en que empleamos a nuestra fuerza de trabajo, dónde asignamos nuestro excedente o como conformamos la estructura de capital, qué exportamos y  cuánto trabajo incorporamos a los bienes o servicios que vendemos, que facilidades o trabas brinda la infraestructura económica, y sobre todo la infraestructura social. Por aquí pasa el primer tejido de la estructura económica. Lo que en definitiva soporta ese tejido, que es el futuro, es la condición de vida (nivel educativo resultante) de los niños y los jóvenes, 60% hoy en la pobreza. 

Ni la apertura, ni la reforma laboral, ni la tributaria -por sabias que sean- puede generar resultados tan próximos de modo de transformar las estructuras reales (obvio las derivadas de la pobreza) sin un programa de desarrollo integral en el que el Estado es un protagonista insustituible. ¿Qué plan de desarrollo? ¿Qué Estado? De eso no se habla.

Obviamente no puede ser este Estado que tenemos hoy en cada rincón de la Patria que no puede pensar el futuro.

Por eso no hay crédito fácil a la esperanza, a pesar de la bendición de Vaca Muerta o el litio o las futuras condiciones benéficas para los productores de alimentos, si no logramos protagonistas capaces de la "amistad cívica" para pensar el largo plazo y un Estado que lo sostenga.

China, dictadura de partido único, realizó maxi reformas con el apoyo de la geo política de EE.UU. Muchos años. 

La lección de Deng Xiaoping fue que "para cruzar el río hay que ir tanteando las piedras". 

En democracia la ausencia de amistad cívica es como quitar las piedras del río y eso hace imposible cruzarlo. 

¿Lo podremos aprender? 

LEÉ TAMBIÉN


Lee también

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés