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Ideas

La UCR es la dueña de la situación, pero no lo sabe

Hay empate entre neoliberales y populistas. El radicalismo tiene la llave del Parlamento. ¿Por qué no la usa? ¿Por qué ayudar a un Gobierno que lo insulta?

Oscar Muiño 24 febrero de 2024

¿Cuándo un partido político es importante? Cuando tiene fuerza suficiente para cambiar la mayoría. Lo descubrió Giovanni Sartori, acaso el mayor cientista político de todos los tiempos. Pensada para el parlamentarismo italiano, la consigna es perfecta para la Argentina actual.

Por los próximos dos años, el bloque radical tendrá los votos para inclinar la balanza en Diputados. Las otras coaliciones no pueden imponer nada sin los legisladores de la UCR. Ni los que se fueron en diciembre ni los que llegaron. Al oficialismo no le alcanza la suma libertarios + PRO. La oposición peronista tampoco puede sola. La oportunidad soñada ante el descrédito del peronismo y el desencanto que despunta con La Libertad Avanza.

El Congreso de la Nación.
El Congreso de la Nación.

La opción hacia el futuro. El goleador con la pelota picando sin arquero, el inversor que logró la data precisa, el estudiante con la bolilla mejor estudiada... ¿Por qué patear a la tribuna, extraviar la plata y atolondrarse ante la mesa examinadora?

Las banderas libertarias

El pueblo argentino usó el sufragio para dar dos mensajes contundentes: el Poder Ejecutivo para Javier Milei y un Parlamento multicolor.  El 56% da legitimidad de origen al presidente. Sus legisladores cosecharon apenas el 29%, un mandato que obliga a consensuar leyes. Al votar de tal modo, el pueblo, probablemente, encontró la forma de evitar las sorpresas desagradables que dieron otros gobiernos con aplastantes mayorías propias.

Que Milei administre, pero que no pueda gobernar sin acuerdos. Mensaje inverso al vamos por todo. Toda negociación implica disconformismo, quedarse con una parte, resignar mucho. Y reconocer que el país tiene pluralidad de corrientes, todas legítimas.

Ideal para la historia y las banderas radicales. Plantarse y negociar. Pero en lugar de pararse en el centro de la cancha y aprovechar este regalo del voto popular, la UCR parece esmerarse en mostrarse sumisa, acompañando normas que van en contra de su propia identidad.

Se hace un nudo con una falsa idea de "gobernabilidad". El principal responsable de la gobernabilidad es, siempre, el gobierno en ejercicio, cualquiera sea. Y LLA no muestra deseos de consensuar, sino de imponer, a pesar de no contar con herramientas institucionales, que le han sido negadas, vale repetirlo, por el voto ciudadano.

Uno da gobernabilidad en la medida que se respeten sus banderas principales. El mensaje de LLA trata de demolerlas. Todas ellas: la institucionalidad, la división de poderes, las facultades del Ejecutivo, el respeto al Congreso, el acatamiento a los tribunales, la devoción por la libertad de prensa, la redistribución del ingreso, la confianza en los maestros y la educación pública, velar por el costo de la salud, la pasión por el debate, la autonomía externa sin seguidismos a otras naciones ni involucramiento en guerras ajenas. Y, más modernamente, el aborrecimiento por los trolls, las fake news que socavan la discusión franca en la búsqueda de la verdad...

Los radicales también se hacen un nudo con la palabra "cambio", como si el "cambio" tuviera sólo los colores de los neoconservadores y los ultraliberales. ¿Creerán realmente que sus simpatizantes festejan  la suba de las prepagas, los medicamentos, los alimentos y el resto de las mercaderías? ¿Los ajustes en todos los servicios públicos o privados? ¿La licuación de sueldos y jubilaciones?

Reina un inexplicable temor a polemizar con Milei. Ni siquiera refutan a quienes, desde afuera, tratan de darles lecciones sobre ortodoxia radical. La derecha del PRO reclama adhesión; recuerda que combatieron juntos al peronismo y le dice que no apoyar las iniciativas oficialistas sumisamente sería "hacerle el juego a los kirchneristas". Desde la otra vereda, los peronistas recuerdan las tradiciones Nac & Pop de la historia radical.  En este caso, no acompañar al PJ supondría "hacerle el juego a la derecha". Unos quieren vasallos del gobierno; otros buscan vasallos del peronismo.

Milei es el único que no abona este terreno. Para él, la UCR es la Madre de todos los Desastres. Lo repite desde la campaña. Aborrece a sus caudillos más venerados, desde Yrigoyen hasta Alfonsín. Los desprecia y los insulta: "Los radicales son unos inútiles. Separan los problemas en dos: los que no tienen solución y los que se arreglan con el paso del tiempo. Siempre que fueron gobierno le arruinaron la vida a la gente". 

Además, "los radicales son los grandes responsables de la decadencia argentina, que empieza con el populismo de izquierda de Yrigoyen". Para que quede claro, "los radicales, la Coalición Cívica y las palomas son tan nefastos como el kirchnerismo". Alfonsín es insultado como "un fracasado, el peor presidente".

Acusa al Congreso de nido de ratas, con un "me gusta" al meme que muestra una persona con la identificación UCR recibiendo una bolsa de dinero K. ¿Qué parte de los dichos de Milei le gustará a los radicales colaboracionistas?

El sentido de la dignidad personal y partidaria ha sido un robusto acompañante del radicalismo. Su horizontalidad se levantaba contra el tradicional verticalismo justicialista. Al mismo tiempo, los radicales no solían soportar el maltrato. No sólo se atrevían a votar contra sus propios jefes, sino a desafiarlos en público. Sorprende hoy tanta tolerancia al vejamen...

La voz popular

En los barrios de clase media, en los countries y en las villas, desde el colegio hasta la fábrica, el comercio o la oficina, todo argentino aprende, desde chiquito, que si alguien lo insulta, hay que pelearlo. Aunque sea el forzudo del grado o del trabajo. Es unánime, desde siempre, enfrentar a quien descalifica a la madre, el padre, la familia o uno mismo. Hay que agarrarse a piñas, aunque uno sea pacifista. Lo contrario revelaría la más abyecta indignidad personal. No hay nada que consensuar con quien insulta a los nuestros.

Pues bien, en un acto de amnesia generalizado, muchos radicales quieren hacer méritos con quien los maltrata... ¿Cómo suponen que la sociedad ve esto? Ya no se trata de política, siquiera.

Algunos diputados radicales piensan de otro modo: "Muchos de nuestros votantes eligieron a Milei. Debemos hacerles caso y no violentar sus decisiones". La fórmula es excelente para vendedores callejeros, pero no para quienes pretenden ser dirigentes y liderar la opinión.

El ejemplo más notable fue la aventura de las Islas Malvinas. Virtualmente la totalidad de la población argentina -radicales incluidos - aplaudió la operación de reconquista. Quien se opuso desde el principio fue Raúl Alfonsín. Acusado de traidor, de vendepatria, de proinglés...De esa valiente decisión de Alfonsín -mantener su verdad en soledad- nacería su victoria presidencial.

Sin llegar a semejante arrojo, lo cierto es que el miedo a dar malas noticias no va con la carrera del político. Porque cuando las malas noticias ocurren -y en la Argentina viene ocurriendo tupido- los ojos de las gentes se vuelcan a quienes han tenido el valor de ir contra la corriente.

Otro argumento colaboracionista es el hartazgo y repudio crecientes contra el peronismo. Así ha sido en 2021 y en 2023. En su notable La Cuestión Argentina -escrito antes de la campaña electoral de 1983- Raúl Alfonsín recordaba que el radicalismo había hecho bien combatiendo las demasías de la década peronista y era tarea eterna oponerse a tales pretensiones antirepublicanas. 

Pero alertaba con énfasis a los radicales: no debían acompañar a las fuerzas conservadoras cuyo verdadero enojo con el PJ eran sus políticas sociales, que la UCR compartía en su mayor parte. Se ve hoy, cuando tanto "republicano" aplaude en Milei lo que denostaba en Alberto o Cristina. ¿Y la corrupción? Aquí reina el País Tuerto, que abomina la corrupción K mientras aplaude a Carlos Menem...

La UCR nació con Alem e Yrigoyen para combatir al Régimen conservador del '80, cuyas prácticas sociales y culturales eran -dicho sea de paso-  mucho más solidarias que LLA. Y el radicalismo enfrentó tanto o más a los gobiernos conservadores (y sus sucesores militares) como a los sucesivos peronismos...

Si Milei triunfa

Si la administración Milei impone su proyecto, habrá un rearmado general del sistema político. No es una sorpresa: sus voceros lo incitan todo el tiempo. LLA convergerá con el PRO, como vienen proyectando desde hace tiempo Mauricio Macri y Milei. Aunque ha surgido para Macri la competencia de Patricia Bullrich, deseosa de ser ella quien lidere ese acuerdo.

El presidente Javier Milei.
El presidente Javier Milei.

Enfrente quedará el peronismo, defendiendo a los enojados, los críticos y los humillados.

Un radicalismo mileísta no tiene ninguna posibilidad de supervivencia. Sólo podrán flotar individualmente los dirigentes pactistas más hábiles, a costa de su partido, su comuna o su provincia. Y sus ideas, naturalmente.

Pero si la UCR mantuviera una postura opositora -que es donde la puso el electorado - volcándose a defender su ideario con firmeza, logrando imponer cambios cuando haya proyectos compatibles (hoy sólo en temas muy secundarios) podrá convertirse en la nueva alternativa política. 

Deberá votar a conciencia, sin asustarse de acompañar al oficialismo o al peronismo, o votar sola. Sólo necesita evitar el cruce de la línea roja de sus convicciones más profundas y permanentes.

Aunque el proyecto Milei venza, difícilmente consiga convertirse en Hegemón. Y la vereda opositora no estará propensa a apuntalar al peronismo, contra el que viene de votar...

Si a Milei le va mal

En caso que Milei termine defraudando a sus votantes -como viene ocurriendo dolorosamente con  todos los gobiernos- su derrota arrastrará al PRO, que ha decidido jugar su futuro a esta administración. Las ideas libertarias y neoconservadoras caerán en el descrédito, como han caído muchas de las banderas kirchneristas por el fracaso de la gestión Alberto.

Enfrente estará el peronismo unificado. A pesar de los intentos de algunos dirigentes y de potentes empresarios locales de promover una ruptura, es improbable que el PJ tradicional, el kirchnerismo y el massismo se dividan. Han perdido estando unidos; nada indica que les irá mejor separados. Habrá que esperar de todos modos una dura lucha por el liderazgo, a menos que surja un candidato indiscutible, capaz de recuperar la Casa Rosada.

La Unión Cívica Radical, en este escenario, podrá recordar que no ha sido parte de la gestión Alberto ni de la administración actual. Una postura ajena a la aventura ultraliberal y al fracaso populista. En semejante escenario, una oferta de razonabilidad tendrá todas las de ganar. Porque tanto las ideas liberales como las populistas habrán quedado desacreditadas.

La UCR vive uno de los raros momentos en que las ideas, la doctrina y la conveniencia convergen...Si fuera furgón de cola de alguna de las dos opciones vigentes, quedaría absorbida.

En cambio, si se asumiera como la llave de la decisión, tendrá una oportunidad única. El radicalismo, en tal caso, podrá convocar a socialistas, provinciales, lilitos y otras minorías para forjar una oposición socialdemócrata-centrista a la que incluso podrían sumarse sectores del PRO y del propio peronismo, siempre dispuesto a acudir en auxilio del favorito.

Subsiste un impedimento: los propios radicales. Con manjares servidos y vinos franceses, se declaran ayunantes abstemios. Rarísimo. Hay que bucear en la historia del más antiguo de los partidos argentinos para ver qué han hecho y cómo les ha ido cada vez que disfrutaron de ocasiones parecidas. 

 

Próximas notas:

  • ¿Cómo le fue a los radicales que apoyaron gobiernos ajemos?
  • ¿Quién manda en el radicalismo?

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