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La grieta ha muerto, viva la grieta

El cimbronazo ocurrió y Javier Milei, el candidato surgido de las redes y los programas de televisión llegó a la Presidencia, en apenas dos años de carrera política.

Milei gobernará con una grieta renovada.
Milei gobernará con una grieta renovada.
Juan Negri 24 noviembre de 2023

Una nueva etapa comienza. El cimbronazo ocurrió y Javier Milei, el candidato surgido de las redes y los programas de televisión llegó a la Presidencia, en apenas dos años de carrera política. En unos días asumirá el Ejecutivo y el país se enfrenta a lo desconocido. Estamos frente a algo nuevo y la palabra clave de lo que viene es "incertidumbre". 

Esta elección fue revolucionaria en varios aspectos. Es la primera vez que un completo forastero de la política y un candidato de la derecha extrema alcanza la Presidencia. 

Adicionalmente, la geografía electoral argentina ha sufrido un cimbronazo significativo, solo comparable al realineamiento que supuso el peronismo en 1946. Desde esa fecha hasta hace tan solo unos días la geografía electoral reconocía una distinción entre provincias "centrales" y provincias "periféricas". 

Las primeras, relativamente más ricas y competitivas, eran el bastión de las fuerzas antiperonistas; mientras que el justicialismo se hacía fuerte en las provincias del norte. 

La noche del domingo mostró una ola violeta que se llevó puesto a la supuesta invencibilidad del "aparato" peronista en provincias típicamente aliadas. El peronismo ganó solamente en tres provincias. Inédito. 

El malestar subterráneo desde el interior a la política exclusivamente centrada en el Area Metropolitana de Buenos Aires mostró sus garras. Fue un voto sorprendentemente transversal en términos geográficos. 

Además de esa transversalidad geográfica, la coalición electoral mileísta también trajo novedades sociológicas. La Libertad Avanza atravesó clases sociales, penetrando en perfiles sociodemográficos antes reservados solo al peronismo. Hay algo novedoso pero tal vez no sorprendente: para los más jóvenes, el kirchnerismo (otrora juvenil y revolucionario) hoy es parte de un establishment fracasado. 

Todo esto ha llevado a una suerte de nuevo consenso: La grieta, tal como la conocemos, ha muerto. La fractura social argentina entre peronistas y antiperonistas, esa que describió tan ajustadamente Manuel Mora y Araujo en su ya clásico "El voto peronista", es parte de la historia. Un líder anti peronista que logra seducir a un electorado típicamente peronista demoliendo algunos de los consensos que cimentaban esa coalición, como el Estado presente y el asistencialismo público. La grieta ahora, parece ser, es "Milei versus anti-Milei" o "democracia versus autoritarismo". 

Sin embargo, tal vez estemos apurándonos en enterrar a la vieja grieta política argentina. La fractura peronismo-antiperonismo quizás sea más resiliente de lo que parece a primera vista. 

En primer lugar, esta elección la definió el antiperonismo. Una regla de oro de las elecciones es que las segundas vueltas las definen los que se quedaron afuera. En este caso la acción de oro la tenían los votantes de Patricia Bullrich y este voto fue un 100% para Milei. Lo que explica esa transferencia casi perfecta desde los votos de Bullrich de octubre hacia Milei en noviembre es, principalmente, el anti-peronismo puro de ese 24% de la ciudadanía. Aunque seguramente la pésima gestión del ministro Massa no ayudó, Milei es Presidente en gran medida por los votantes antiperonistas. 

A su vez, también es apresurado asegurar que ha nacido una nueva identidad política. Buena parte de los votos de Javier Milei son esos votos prestados del bullrichismo antiperonista; pero además la mayor parte de su núcleo original del 30% es un voto anti statu-quo y no a favor de su plataforma económica. En los cuarteles de La Libertad Avanza no parecen haberse percatado de este detalle; y es apresurado asegurar que hay una identidad política mileísta en construcción. 

Por último, Milei debería apoyarse en algunas lecciones que dejaron experiencias peronistas previas. Aunque suele mirarse en el espejo de Carlos Menem, la experiencia política que más debería inspirarlo es la de Néstor Kirchner. Un presidente débil que necesitó construir poder político a toda costa y que a partir de mejoras tangibles en la economía logró fortalecerse. Si Javier Milei quiere tener éxito debería ser, aunque suene paradójico, un Presidente kirchnerista, posponer la agenda radical en la que tiene bajas posibilidades de imponerse y focalizar en la reconstrucción económica que es lo único que le interesa a la enorme mayoría de sus votantes. 

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