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Ernesto Calvo: “La activación de la grieta es mayor en la derecha que en el centro o la izquierda”

Ernesto-Calvo
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Alejandro Radonjic 03 junio de 2020

Entrevista con Ernesto Calvo Politólogo y profesor de la Universidad de Maryland Por Alejandro Radonjic 

El Economista dialogó con el politólogo Ernesto Calvo sobre la “grieta”, global y local, en tiempos de pandemia. El autor de un nuevo libro junto a Natalia Aruguete (“Fake news, trolls y otros encantos”) y profesor de la Universidad de Maryland, también apasionado por los datos, trata de explicar los motivos detrás de la grieta y desagrega cómo cada sector la vive.

En una muy interesante columna publicada en el estadista plantea que las identidades políticas son decisivas a la hora de definir cómo cada uno se planta frente a la pandemia. Allí dice: “Para los votantes del PT en Brasil y para los demócratas en Estados Unidos, la probabilidad de enfermarse es más alta que para quienes apoyan a Bolsonaro o Trump. Para la oposición en Argentina y el oficialismo en México, el problema es la economía. Para la oposición en México y para el gobierno en Argentina, la salud”. Luego agrega: “Lo sorprendente de la crisis no es que los políticos encuadren las consecuencias de la pandemia del modo que les es más conveniente, sino la facilidad con la que los votantes internalizan las consecuencias de la crisis”. ¿Por qué es sorprendente esa “facilidad” si es lo que ha venido ocurriendo?

Imaginemos que le presento a un grupo de votantes un video de un político demócrata que afirma que el calentamiento global va a destruir el mundo. Acto seguido le pregunto a los presentes que me digan cual es la temperatura en la habitación. ¿Debería variar la percepción física que tienen los votantes demócratas o republicanos respecto de la temperatura en la habitación? ¿Si les muestro a algunos individuos un video un jugador de volley de playa tomando una gaseosa y a otros les muestro un video de un pescador tomando un café en una lancha en un día de invierno? ¿Cambiaría la percepción física de la temperatura que sienten? Lo sorprendente no es que los votantes entiendan e interpreten las señales de los políticos, sino que internalicen distintas temperaturas, que vean distinta cantidad de gente en una marcha, como mostramos en nuestro nuevo libro con Natalia Aruguete, o que reporten distintos riesgos de ser víctimas de un robo, morir en un accidente o como consecuencia de una pandemia. Cuando un político opositor acusa al Presidente de ser inepto, esperamos que los votantes de la oposición estén de acuerdo y los del oficialismo estén en desacuerdo. La pregunta es si esta creencia es simplemente una expresión de alineamiento partidario o si realmente perciben que existe una diferencia. Nuestra investigación indica que los votantes no responden simplemente siguiendo un libreto. Existe al menos un remanente informativo que altera las probabilidades de hechos fácticos que observamos en el mundo. De ahí el chiste en el artículo, donde digo que cuando los políticos dicen “salud”, los votantes estornudan. Sin embargo, por más de 50 años, hemos documentado desde la ciencia política y la comunicación que los votantes no cambian de opinión como resultado de discursos públicos y que ni los medios ni los políticos pueden cambiar las preferencias de los individuos “inoculándolos” con información. Esto nos obliga a repensar los mecanismos que explican cómo los votantes conectan datos y preferencias cuando evalúan eventos políticos como el Covid-19. Por ejemplo, es posible que los votantes demócratas, al ver que Donald Trump no implementa ninguna política para asegurar “distanciamiento social”, perciban que la probabilidad de enfermarse es efectivamente más alta. Por tanto, la diferencias que observamos pueden estar relacionadas con cambios reales en la evolución de la curva epidemiológica. Pero si este es el caso, ¿porque la trayectoria de estas creencias es distinta entre los demócratas y los republicanos, entre quienes apoyan al PT y quienes apoyan a Jair Bolsonaro, entre los que votan a Alberto Fernández y los que apoyan a Cambiemos?

En Argentina, luego del armisticio inicial, volvió la grieta con todo. Más allá de que la cuarentena tiene un elevado apoyo social y la curva de contagios luce amenazante, sobre todo en AMBA. Imagino que eso no lo sorprende. ¿A qué lo atribuye?

Una cantidad de nuevas investigaciones están tratando de entender cuál es el origen político, identitario y afectivo de la polarización. Entre otros, Antoine Banks, Liliana Mason y Shanto Iyengar en que medida el racismo, la falta de civilidad política y el alineamiento partidario construyen percepciones de polarización que no reflejan diferencias en política pública sino en identidades. La polarización en Argentina no se debe a que el Frente de Todos y Cambiemos tengan distintas políticas públicas, sino que, por el contrario, la percepción de distintas políticas públicas es un rasgo identitario. Hemos visto en estos últimos quince años una activación de la polarización como una expresión identitaria en la mayoría de las democracias occidentales, con asimetrías muy grandes en la activación de la derecha y la izquierda. En Estados Unidos, por ejemplo, hombres blancos, conservadores y mayores de 60 años, perciben mucha mayor polarización que las mujeres, los jóvenes, la izquierda y las minorías. Asimismo, la percepción de la “grieta” en Argentina es muchísimo mayor entre los votantes de Cambiemos que entre los votantes del Frente de Todos. El motivo por el cual en la gran mayoría de los países vemos una activación de la grieta que es mayor en la derecha que en el centro o la izquierda es llamativo y un área importante de investigación.

En el artículo de el estadista plantea que la grieta seguirá en los próximos tiempos y, en parte, lo atribuye al carácter “reactivo” de la oposición, que ha venido levantando su voz luego de quedar desdibujada y sin campo de acción en la fase inicial del aislamiento obligatorio. Las narrativas serán la salud (oficialismo) versus la economía (oposición). El Presidente rechaza esa antinomia y dice que el Gobierno se ocupa tanto de una como de la otra. Las encuestas muestran que el Presidente tiene altos niveles de apoyo. Por aritmética, deben haber algunos “amarillos” allí. ¿Podrá sostenerse por arriba de la grieta o ya se rompió esa posibilidad?

La “grieta” en Argentina, como afirmaba en la pregunta anterior, tiene poco que ver con política pública y mucho que ver con reacciones identitarias. Entre los nuevos estudios en ciencia política, existe uno reciente de David Samuels y Cesar Zucco que trata de entender la identificación “negativa” en política. Es decir, porque la gente dice “nunca sería”. En una encuesta reciente que hicimos en Argentina, vemos que 72% de los votantes de Cambiemos afirman que “nunca serian peronistas” y 50% afirman que “nunca serian de izquierda”. Sin embargo, la identificación positiva en Cambiemos está por debajo de un 20% para todas las categorías. Es decir, Cambiemos este definido por la grieta, no por la identificación con un partido. Entre los que votaron a Fernández, en cambio, 43% indican que “nunca serían conservadores” mientras que 39% se identificaron como peronistas. Dados estos números, la política argentina tiene un problema. ¿Cómo es posible una competencia electoral entre partidos o grupos políticos cuando uno de los principales actores políticos se identifica como el que “nunca podría ser el otro”? No sería tan problemático si los votantes de Cambiemos tuvieran a su vez una identidad positiva, dado que es posible arrimar posiciones cuando dos grupos tienen objetivos distintos. Más difícil es arrimar posiciones cuando uno de los grupos solo se define por oposición al otro. Volviendo a la pregunta inicial, ¿qué política puede proponer Cambiemos para lidiar con la pandemia cuando su agenda se reduce a “no somos el peronismo”?

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