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Análisis

Buenos Aires, la madre de todas las batallas

El conflicto de extremo voltaje entre la Nación y la provincia de Buenos Aires hunde sus tentáculos allá lejos en el tiempo y nos remonta a la época de la propia formación de nuestra Patria.

El presidente Javier Milei, y el gobernador Axel Kicillof.
El presidente Javier Milei, y el gobernador Axel Kicillof. EE
Daniel Montoya 22 marzo de 2024

No tiene nada que ver con el caramelo de madera de la meneada "guerra cultural", ni tampoco con un montón de artículos incluidos en el hoy bajo fuego DNU 70/23 que, según las propias palabras del asesor presidencial Federico Sturzenegger, están orientados a cortar los nervios de Argentina corporativa. 

Por el contrario, y más allá de las disputas personales que pudiese haber entre el presidente Javier Milei y el gobernador Axel Kicillof, el conflicto de extremo voltaje entre la Nación y la provincia de Buenos Aires hunde sus tentáculos allá lejos en el tiempo y nos remonta a la época de la propia formación de nuestra Patria.

Sin entrar en tediosos detalles históricos, vale recordar que la ciudad de Buenos Aires, única referencia nacional ineludible en el ranking de grandes capitales, así como de áreas metropolitanas del mundo, fue justamente la prenda de unidad para sellar la incorporación de la provincia a la Nación a través del Pacto de San José de Flores en 1859, apenas unos años transcurrida la derrota del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas en Caseros, a manos del Ejército Grande liderado por Justo José de Urquiza. 

Por cierto, tales grandes mojones argentinos, sea 1852 o 1859, no fueron de ninguna manera episodios aislados sino apenas las referencias centrales a un portal abierto innumerables veces a lo largo de nuestra historia y, en lo más inmediato, en el contexto de una todavía joven democracia extraída del arcón de los recuerdos y puesta en valor por Raúl Alfonsín en 1983, aunque hoy con un sinfín de cuentas pendientes, sin cuya enumeración resulta imposible comprender cabalmente el ascenso al poder de Milei hace escasos pero intensos cien días.

El presidente Javier Milei, y el gobernador Axel Kicillof.
El presidente Javier Milei, y el gobernador Axel Kicillof.

Si de pactos se trata, el acuerdo sellado por Menem y Alfonsín en Olivos que precedió a la reforma constitucional de 1994 está entroncado directamente con San José de Flores. 

En particular, la eliminación del Colegio Electoral y la institución del voto directo le brindó a la provincia un peso electoral decisivo, aunque dejando abierta la herida fiscal que le impuso a la provincia la sanción de una nueva ley de coparticipación federal en el año 1988 que, implicando la pérdida de 6 puntos en la distribución secundaria, el entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero consintió con la ensoñación presidencial que le arrebatara el difunto presidente riojano en la interna peronista realizada en julio de ese año, 6 meses más tarde de la sanción de aquella ley.

Rivadavia versus Rocha pero también Uspallata

Hasta la consumación del Pacto de Olivos en 1994, tenía sentido hablar del conflicto histórico entre la Nación y la provincia de Buenos Aires pero, de ahí en más, el viejo tango deja de bailarse entre dos para hacerlo entre tres. En tal sentido, el interés político del arco no peronista representado por Alfonsín en aquél momento, le impuso a Menem un alto precio para liberar la cláusula de reelección inexistente en la Constitución original pergeñada por Juan Bautista Alberdi en 1853: la creación de un poderoso tercer actor político que, habiendo sido sede histórica del poder económico, empresarial y mediático del país, ahora pasaba también a adquirir autonomía y fierros políticos.

Si algo quedó como evidencia firme de ese último gran acuerdo político formulado luego en detalle en las ciudades de Santa Fe y Paraná, es precisamente la consagración de un sistema político AMBA céntrico con dos grandes súper actores políticos, la provincia y la ciudad de Buenos Aires pero, a su vez, la omisión o imposibilidad de diseñar un sistema fiscal general dónde ambos distritos, guste o no guste, hoy siguen siendo los únicos en condiciones de ser grandes aportantes netos al conjunto nacional, uno por tamaño, la provincia, y el otro por riqueza per cápita, la ciudad.

En tal aspecto, no haberle entrado al cuadril de la solución fiscal de fondo o estructural llevó a que, a lo largo de estas cuatro décadas de la nueva democracia, el sistema político ensayara diferentes correcciones ad hoc, empezando por la sanción del Fondo del Conurbano en 1992, alimentado por el 10% de la recaudación del impuesto a las ganancias

  • Sin embargo, semejante parche que obedeció a un acuerdo político ocasional para que Eduardo Duhalde aceptara cambiar la butaca vicepresidencial por la picadora de carne de la provincia de Buenos Aires, sufrió una primera reformulación en 1996 y, al final del camino, terminó corriendo la misma suerte del sistema de convertibilidad, aunque no sólo por el lado de la pesificación sino también por su congelamiento nominal.

A continuación, los 2000's abrieron un nuevo ciclo político dónde, a la par de la sustitución del liderazgo de época entre el menemismo y el kirchnerismo, adquirió plena vigencia y funcionamiento aquél sistema con centro de gravedad metropolitano orquestado por el Pacto de Olivos, aunque todavía en proceso de incubación en aquél tiempo. En tal aspecto, las sucesivas administraciones Kirchner implementaron varios circuitos de inyección directa de recursos a un área metropolitana que, vale recordar, ¡incluye tanto al conurbano bonaerense como a la ciudad de Buenos Aires!, bajo diferentes formatos, sean transferencias directas, obra pública, subsidios al transporte y a la energía o planes sociales, entre otros mecanismos.

Pacto de Olivos.
Pacto de Olivos.

Pacto de Mayo

Si algo desnudó la experiencia de la resolución 125 de mayo de 2008 y el conflicto federal activado, fue la imposibilidad de resolver por vía impositiva, al igual que por diferentes alquimias de distribución de recursos imaginarios, la arquitectura de un sistema fiscal estructuralmente débil, integrado por sólo un puñado de distritos que son aportantes netos al sistema de recursos federales. En tal sentido, el camino del show político del presidente que recupera recursos de la ciudad de Buenos Aires (Macri 2015) o del presidente que se los devuelve a su par territorialmente inescindible, insisto: inescindible (Fernández 2019), está tan agotado como la fantasía de las silobolsas mágicas (2008) o la expropiación delirante de Vicentín (2020).

Ni hablar de otras quimeras relativas al interminable flujo de recursos que, eventualmente, recaudaría el Estado de la mano del control de la estratégica Hidrovía Paraná-Paraguay. En ese aspecto, hay un componente muy valioso del capital político con que cuenta Milei al presente. 

¿La buena praxis política de su gobierno? Obviamente que NO y así con mayúsculas, pero sí el haber activado una discusión hace tiempo ausente en Argentina: la generación de riqueza, el problema central de un país estancado hace ya 12 años y que exploró sistemáticamente la solución a sus necesidades fiscales por el lado de la emisión monetaria.

Javier Milei.
Javier Milei.

A esta altura, si es ella lo que explica el 100% del 220% anual de inflación ya poco importa. Lo que sí interesa, y mucho, es el agotamiento y el límite de cualquier debate relativo a la distribución de recursos que no parta de la base de la identificación, recuperación y service de todos los motores del crecimiento económico. Energía, minería, turismo, servicios, economía del conocimiento, industria forestal y metalmecánica, bioeconomía, industrias del cuidado personal y el bienestar, entre muchas otras.

En el contexto actual de estancamiento económico de largo plazo, cualquier debate relativo al reparto de responsabilidades fiscales entre la Nación y las provincias o, peor aún, entre los dos tanques gemelos del área metropolitana, corre el peligro de cualquier discusión dónde el carro queda ubicado por delante de los caballos. 

¿Que crecimiento invisible pueden repartirse entre cuatro vivos? 

Si algo le dio carnadura económica al gran hit político de la casta fue precisamente eso: una clase política que debatía y se sacaba los ojos al interior de un país cada vez más chico, acotado al AMBA y mimado por un periodismo que, si no estaba ensobrado, bien le cabía el viejo adagio italiano "se non è vero è ben trovato". Si no es verdad, parece muy verosímil.

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