Es normal que las grandes capitales de Europa estén atravesadas por un importante río, como sucede con París y el río Sena, Londres y el Támesis, o Budapest y el Danubio.
En realidad, las capitales eran construidas en los alrededores de grandes ríos porque esto traía importantes beneficios, como agua para beber, riego para los cultivos y movilidad a la hora de comerciar.
Sin embargo, esta tendencia no se cumple en el caso de Madrid: la capital española está atravesada por el débil río Manzanares, el cual apenas es conocido debido a que tiene una corriente escasa y está rodeado de bancos de arena.
Justamente, como consecuencia de esto, Madrid no fue una ciudad enorme en la antigüedad. Y, en comparación con la mayoría de las capitales europeas, que tienen más de 2.000 años, la española apenas llega a los 1.000.
Pero entonces, ¿por qué se eligió a esta ciudad como capital de España, uno de los reinos más importantes de ese entonces?
Según un hilo en Twitter de Tomás Pueyo, el "culpable" de esto fue el rey Felipe II, quien buscaba una ciudad para establecer allí, de manera permanente, su corte itinerante.
Felipe II se había percatado de que su imperio (que incluía territorios en todo el mundo) necesitaba una capital que estuviera lo suficientemente cerca de todo.
Definitivamente debía estar en España, aunque había un problema: el país tiene muchos ríos separados entre sí por cadenas montañosas. Por lo tanto, los ríos son más pequeños que sus equivalentes del norte de Europa y, debido a que atraviesan todas estas montañas, no son navegables.
A esto se sumaba que, ante la falta de llanuras, las grandes poblaciones de España se desarrollaron en las costas. Entonces, Felipe II comenzó a buscar una ciudad que conectara todo.
La primera opción fue Toledo, una ciudad majestuosa rodeada por el río Tajo. Sin embargo, allí las calles eran pequeñas, lo que dificultaría los viajes del rey y su corte. Además, ya no había mucho espacio para que la ciudad siguiera creciendo, aunque Felipe II apuntaba a construir grandes edificios.
Y así apareció la opción de Madrid, una ciudad en el centro del territorio, en donde había un vacío de poder debido a una revuelta fallida.
La ciudad estaba sobre una posición defendible, a ella llegaba agua confiable desde la cordillera y había bosques para la caza, lo que terminó de convencer a Felipe II de elegir a Madrid como la capital de España en 1561.
