El Economista - 70 años
Versión digital

mar 07 May

BUE 18°C
Escenario

Política exterior rusa: nuevo milenio, viejas costumbres

“Solo puedo defender mis fronteras expandiéndolas”, afirmaba Catalina II, la Grande, en el Siglo XVIII. Parece seguir vigente.

Política exterior rusa: nuevo milenio, viejas costumbres
Franco Benedetti 10 marzo de 2022

Las relaciones internacionales ya no funcionan como entonces. Sin embargo, al país más grande del mundo aún le preocupa una expansión occidental en su zona de influencia europea.

Vladimir Putin deja en claro, una vez más, que el eje de la política exterior rusa sigue siendo las tradiciones definidas hace más de doscientos años.

“Solo puedo defender mis fronteras expandiéndolas”, afirmaba Catalina II, la Grande, en el Siglo XVIII.

Es más que claro que hoy en día las relaciones internacionales no funcionan como en el Siglo XVIII. Sin embargo, aunque Rusia ya no teme que le arrebaten territorios, al país más grande del mundo le sigue preocupando una expansión occidental sobre su zona de influencia europea.

Esto podría provocar, por un lado, una erosión de su poder, lo cual no sería la primera vez que ocurre. Un ejemplo de esto fue la guerra de Georgia en 2008, donde el Gobierno ruso lanzó su primer intento de rediseño de las fronteras possoviéticas para recuperar la influencia perdida tras la caída de la URSS. Esto se dio en respuesta a que en el país caucásico se había dado la “Revolución de las Rosas”, impulsada por el Gobierno de Mikheil Saakashvili con el objetivo de que su país se incorporara a la OTAN y la Unión Europea.

Por otro lado, el Kremlin teme que su estabilidad esté en riesgo como consecuencia de una serie de revueltas internas, como ocurrió con las “revoluciones de colores” en diversos espacios possoviéticos a principios del siglo XXI. Entre otras, se destacan las “Revolución de las Rosas” de 2003 en Georgia y la “Revolución Naranja” de 2004 en Ucrania o la “Revolución de los Tulipanes” de 2005 en Kirguistán.  El objetivo de las mismas era impulsar la democracia mediante la movilización pacífica y un discurso pro-occidental y liberal.

En base a estos hechos, el lunes 21 de febrero, Vladimir Putin decidió reconocer a los territorios ucranianos de Donetsk y Luhansk, áreas de la región del Donbás, como “repúblicas independientes”, luego de más de siete años de guerra civil entre los rebeldes, respaldados por Moscú, y el Ejército ucraniano. Este reconocimiento fue el paso previo para enviar tropas en una “misión de pacificación” de las mismas.

Para entender la estrategia de Putin como “defensor de la población ruso hablante” hay que remontarnos al siglo XVIII. Luego de la Guerra Ruso-Otomana (1768-1774), donde Rusia salió victoriosa, se dictó el Tratado de Küçük – Kaynardji, el cual llevó el nombre de la ciudad en el sudeste de Bulgaria donde se firmó.

El mismo alteró la escena balcánica en tres aspectos importantes:

  • Rusia obtuvo el acceso a la costa del Mar Negro, de modo que por primera vez se inmiscuyó físicamente en el territorio turco, incluidos los Balcanes.
  • Los barcos mercantes rusos obtuvieron el derecho a entrar en el Mar Negro, el Bósforo y los Dardanelos. Así los comerciantes rusos obtuvieron el derecho a comerciar en el Imperio Otomano, y Rusia obtuvo el derecho a nombrar agentes consulares dentro de Turquía.
  • Rusia se convirtió en protectora de los cristianos ortodoxos de Turquía.    

A lo largo del Siglo XIX, las disposiciones sobre la “protección de los cristianos ortodoxos” en la actual Turquía se invocaron a menudo como pretexto para la intervención rusa en el Imperio Otomano. 

Y, al ver como esta potencia imperial iba debilitándose, Rusia comenzó a movilizar sus tropas hacia la siempre deseada Península de Crimea que, a lo largo de la historia, fue un punto estratégico para Moscú.

Es evidente que, a pesar de tantos años, las costumbres en la política exterior rusa no han cambiado, como lo demuestra la búsqueda de un puerto de aguas cálidas, el cual obtuvo con la anexión de Crimea en 2014.

Además, a lo largo de la historia, Rusia siempre tuvo un cierto recelo para con Occidente y, si bien hubo líderes con líneas más cercanas a Europa, como por ejemplo Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin, Putin volvió a las viejas tradiciones, acercándose a la línea de los eslavófilos.

Desde su ascenso al poder, Putin, practica un tipo de nacionalismo llamado de 'exclusividad étnica': cree firmemente que los rusos solo estarán seguros si están bajo el manto protector de Moscú. Esto no es nuevo: al conformarse la URSS, una de las principales preocupaciones de la clase política rusa fue la de mantener la cohesión entre pueblos de orígenes tan diferentes. Para lograrlo se acuño el termino 'hombre sovietico' con el que se buscaba convencer a la población de que eran más importantes las actitudes y los ideales socialistas que los particularismos nacionales.

Para Putin, Ucrania y Rusia son parte de una misma etnia y quizás ese es su principal argumento para invadir al país vecino: proteger a esa población ruso hablante. Ese es un argumento similar al que utilizó Adolf Hitler en 1938 para invadir parte de Checoslovaquia: la protección de una minoría étnica alemana.

Es por eso que la propaganda se basa en “asegurar la protección de esos rusos”: como estos habitan en Ucrania, si el país vecino comienza a “occidentalizarse”, estarán en peligro, ya que Rusia no podrá salir en su defensa. Esto último se ve reflejado en las acusaciones de Putin de un supuesto genocidio contra las minorías ucranianas.

Putin lleva 20 años buscando reconstruir lo que él llama la esfera de influencia exclusiva en Europa del este. Es un gran admirador de Stalin y de sus ideas de que la Unión Soviética nunca estaría segura a menos que controle esa región, lo que obligó a los aliados occidentales a “cederle” ciertos territorios después de la Segunda Guerra Mundial.

Putin dice querer salvar a Rusia de la misma manera que Stalin salvó a la URSS con su Gran Guerra Patriótica, también conocida como la Segunda Guerra Mundial. Si Rusia hubiese perdido la guerra contra el fascismo nazi, la civilización habría sido destrozada sin oportunidad de renacer.

Los pueblos de la URSS lo entendieron claramente. Es por ello que, para ellos, la Gran Guerra Patriótica fue una cruzada entre la desaparición y la esperanza. Y por esta razón el líder ruso utiliza ese mismo discurso en contra de Occidente, divulgando la idea de que la cultura eslava está en peligro.

El presidente ruso ha logrado reinventar el nacionalismo ruso basándose en las mismas teorías que lo hacían los zares en los siglos XVII y XVIII y luego Stalin en la URSS, revindicando ese pasado de excepcionalísimo y recelo hacia Occidente.

¿Por qué Ucrania?

Ucrania es importante por varias razones. Desde un punto de vista geográfico, y considerando las históricas invasiones que sufrió Rusia desde Occidente, hay que tener en cuenta que es básicamente plana y una puerta de entrada favorable hacia Moscú.

Por otro lado, es el hogar de la minoría de habla rusa más grande en el extranjero, un factor clave para comprender las costumbres.

También hay un simbolismo histórico: Ucrania fue la gran conquista de los nacionalistas en 1800. Pasó a manos de Catalina la Grande gracias a su general Potemkin y fue en ese momento cuando conquistaron el Donbás y le dieron el nombre de Nueva Rusia, momento en que se convirtió en colonia.

Por último, no debemos olvidarnos de unos de los factores más importantes, el político: Putin ha dicho repetidamente a su pueblo que la seguridad de Rusia depende estrictamente de su país vecino y que la falta de control sobre el mismo los pone en peligro.

El líder ruso ordenó el ataque a la región de Donbas el jueves 24 de febrero y en su mensaje de hostilidades contra Ucrania argumentó que un conflicto entre las tropas ucranianas y rusas era "inevitable" y "sólo cuestión de tiempo".

“La expansión de la OTAN y el desarrollo militar de la alianza en territorio ucraniano es inaceptable para Rusia”, defendió el Kremlin. Así, una vez más, queda en evidencia la estrategia por parte de Moscú para intentar, sin demasiado éxito, demostrar que quién está en verdadero peligro, es la población rusa, y no al revés.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés