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Mirando al Norte

El resultado está abierto. Argentina, como otros países periféricos, participa de las certezas y los interrogantes que genera la elección presidencial norteamericana.

Elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Tomás Múgica 30 agosto de 2024

Tras la convención demócrata, desarrollada en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto, la campaña presidencial norteamericana entra en su fase decisiva. Kamala Harris fue oficializada como candidata demócrata, con un sólido respaldo de su partido.

El entusiasmo en torno a la candidatura de la Vicepresidente crece, sustentado en las encuestas, que muestran una recuperación de los demócratas, que hasta la aparición de Harris en escena parecían encaminarse a una derrota bajo el liderazgo de Joe Biden.

De todos modos, la elección sigue siendo muy pareja. El promedio de encuestas de Real Clear Politics (RCP Poll Average) otorga una leve ventaja a Harris en el voto popular (48.3% a 46.6%), pero sigue mostrando un triunfo de Trump en las proyecciones del colegio electoral (287 a 251). En cualquier caso, aproximadamente un 20% de los electores (111 sobre 538) se encuentran en los llamados "battleground states", en los cuales se decide la elección.

Las elecciones norteamericanas constituyen un acontecimiento político de impacto global, un recordatorio del peso que Estados Unidos conserva en la arena internacional. Ello es especialmente cierto en nuestra región, un área de influencia norteamericana. Argentina, con un gobierno que ha hecho del alineamiento con Estados Unidos el principal vector de su política exterior, no es la excepción.

Desde Buenos Aires se siguen atentamente las alternativas de la carrera electoral y se tejen especulaciones acerca de la futura administración. ¿Qué implica un eventual triunfo de Harris para la Argentina? ¿Qué significa un retorno de Trump al poder? ¿Qué continuidades y qué cambios podemos esperar en la política exterior norteamericana y en el vínculo bilateral, según sea el resultado electoral? En un análisis inicial, surgen certezas e interrogantes, que permiten trazar un contexto.

Certezas

Es posible anticipar la continuidad de tres tendencias de la política exterior norteamericana en la próxima administración, cualquiera sea su signo. Esas continuidades deben ser tomadas en cuenta para comprender el entorno estratégico en el cual se desenvolverá la relación bilateral con Estados Unidos, y, más ampliamente, la política exterior argentina.

Una primera tendencia: durante la próxima administración, América del Sur seguirá siendo un teatro secundario de la política exterior norteamericana. Asia del Este, Europa Oriental y en menor medida, Medio Oriente, continuarán siendo los focos de la acción externa de EE. UU. Vivimos, entonces, en una región no prioritaria para los intereses nacionales de Estados Unidos. Ello es, en buena medida, una ventaja: en principio, menor atención de las grandes potencias implica un mayor margen de maniobra a nivel internacional.

Segundo, China continuará siendo el principal adversario estratégico de Estados Unidos. Más allá de los datos duros que muestran el ascenso de la potencia asiática y su desafío a la hegemonía americana, la rivalidad con China se sustenta en un sólido consenso doméstico. En un país polarizado, el enfrentamiento con China es uno de los pocos puntos de acuerdo entre ambos partidos.

Según un estudio reciente del Pew Research Center, el 81% de los norteamericanos posee una visión negativa de China, un número que en 2018 era del 48%. Aunque la negatividad es mucho mayor entre los republicanos (el 59% posee una visión muy desfavorable de China, contra el 30% de los demócratas) una abrumadora mayoría de los votantes de ambos partidos (95% entre los republicanos y 93% entre los demócratas) entiende que China es un enemigo o un adversario de Estados Unidos.

Esa mirada negativa también comprende a las elites, quedurante la presidencia de Biden han respaldado diversas medidas orientadas a competir con China, dando continuidad a la política de Trump en ese sentido. Un ejemplo es la CHIPS Act, sancionada en 2022 con sólido apoyo bipartidista, que busca fortalecer la fabricación de semiconductores en Estados Unidos y atenuar la dependencia de China para la provisión de ese insumo crítico.

La competencia con China impacta en la política norteamericana en América del Sur y en particular hacia la Argentina. Durante la administración de Alberto Fernández y los primeros meses del gobierno de Milei se han sucedido las visitas de funcionarios norteamericanos de alto nivel que expresan su preocupación por el avance de China en cuestiones como la explotación del litio, la construcción de centrales nucleares, el establecimiento de una base logística en Ushuaia y el funcionamiento de la estación de exploración del espacio lejano en Neuquén.

Si Fernández intentó navegar entre Estados Unidos y China, Milei (con algunos matices forzados por el peso económico de China en relación con la economía argentina) optó claramente por Estados Unidos: alineamiento y fuerte cooperación en materia de defensa, inteligencia y seguridad internacional. La adquisición de 24 cazas F-16 norteamericanos a Dinamarca, descartando ofertas de China y de India; la aceleración del ingreso argentino a la OCDE; y las gestiones para que la Argentina sea socio global de la OTAN son postales de eseproceso.

Tercero, y vinculado a la competencia con China, en el terreno de la economía política internacional, es probable que asistamos a una continuidad de las tendencias proteccionistas (probablemente más agresivas en el caso de Trump, que promete 10% de arancel a todas las importaciones y 60% a los bienes provenientes de China) y a un fortalecimiento de las políticas industriales.

El near-shoring es por el momento una promesa de cumplimiento incierto para la región, que depende en gran medida de las decisiones del sector privado, pero la situación podría cambiar en la medida en que la rivalidad con China se agudice. En resumen: con matices, la nueva administración de Estados Unidos confirmará que la era de la globalización irrestricta ha pasado.

Interrogantes

Hasta aquí las certezas. Los interrogantes son más coyunturales y concretos. Dos son los más importantes.

Primero, no conocemos cual va a ser el impacto sobre Argentina de las políticas macroeconómicas de la próxima administración norteamericana. Ambos candidatos han presentado programas expansionistas en lo fiscal, que podrían entrar en tensión con la necesidad de reducir la inflación, una de las principales preocupaciones del electorado norteamericano.

Pocos días atrás, el Presidente de la Reserva Federal, Jeremy Powell, señaló que llegó el momento de reducir las tasas de interés (se espera una bajade la tasa de referencia de la Fed en septiembre) pero en cualquier caso el rumbo futuro de la política monetaria deberá ajustarse a la política fiscal del próximo gobierno. El resultado final en cuanto al nivel de las tasas de interés y el valor del dólar es incierto, con consecuencias sobre los costos de financiamiento para los emergentes(pensando en un eventual retorno de Argentina a los mercados) y sobre el precio de los commodities.

El segundo interrogante es si la próxima administración va a apoyar a la Argentina para conseguir un nuevo programa (dólares frescos) con el FMI. El gobierno apuesta por un triunfo de Trump, como una oportunidad para obtener apoyo en el board del Fondo.

Las afinidades ideológicas son evidentes. Trump y Milei, que intercambian elogios con frecuencia, forman parte de una internacional de la nueva derecha, que comparte una agenda en torno a valores conservadores y posee sus propios ámbitos de encuentro, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC).

Un triunfo de Harris, de todos modos, no cierra las puertas al apoyo norteamericano. Cualquiera sea la identidad partidaria del nuevo presidente, la decisión final dependeráen gran medida de consideraciones geopolíticas y de costo político doméstico, que exceden las afinidades ideológicas.

El decidido alineamiento del gobierno argentino con Estados Unidos y las eventuales consecuencias regionales derivadas de un nuevo colapso macroeconómico argentino, en el contexto de la competencia estratégica con China, podrían ayudar para obtener apoyo norteamericano. Pero nada está decidido.

El camino hasta la elección de noviembre (y luego hasta la toma de posesión del nuevo gobierno en enero) es largo. El resultado está abierto. Argentina, como otros países periféricos, participa de las certezas y los interrogantesque genera la elección presidencial norteamericana.

Sin influencia sobre una situación que la afectará, lo mejor que puede hacer es leer cuidadosamente el contexto e intentar adaptarse.

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