El 20 de junio, después de más de siete meses de sequía, el Gobierno uruguayo decretó la emergencia hídrica en el área metropolitana de Montevideo, así como la consiguiente eliminación de los impuestos a la importación de agua embotellada.
En ese entonces, el presidente Luis Lacalle Pou expresó que la declaración del estado de emergencia simplificaría las intervenciones de apoyo a la población, y la creación de infraestructura destinada a aumentar el volumen de agua. Un ejemplo de ello, es la construcción de un embalse en el río San José. Asimismo, anunció el abastecimiento de agua gratuito para poblaciones vulnerables.
Lo cierto es que el panorama es poco alentador, ya que no están pronosticadas lluvias significativas en el corto plazo. Las precipitaciones abundantes podrían llegar recién durante la primavera, en el mes de septiembre.
A más de dos meses para esa fecha, en sólo dos días las reservas de agua en Paso Severino, Departamento de Florida, Uruguay, bajaron 199.869 metros cúbicos, ubicándose el domingo en el mínimo histórico de 1,25 millones metros cúbicos.
De acuerdo al diario El País, la reserva tiene una capacidad de 67 millones metros cúbicos. De ese total, la misma cuenta actualmente con un 1,87% de agua, menos del 2%. Motivo por el cual, los especialistas pronostican que, a este paso, en menos de un par de semanas los hogares de Montevideo no tendrán agua potable para beber de sus canillas.
Desde finales de abril, el agua corriente de Montevideo y de la zona metropolitana (1,7 millones de habitantes) cambió su composición y sabor, como consecuencia del déficit hídrico que golpea a la región desde hace tres años.
El agua alcanza niveles inusitados de salinidad. Y es que las autoridades duplicaron el tope de sodio autorizado por litro de agua, hasta los 440 miligramos, para garantizar el servicio.
