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Cambios en el modelo de dominio político y económico mundial

El final de la pandemia moviliza a los líderes mundiales para buscar soluciones a los principales problemas de la humanidad a medio y largo plazo

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16 julio de 2021

Por Franco Agustín Marinone (*)

El pasado 29 de junio se reunieron en Matera (Italia) los ministros de Relaciones Exteriores del G20 junto a diversas agencias de la ONU con el fin de planificar la agenda mundial de seguridad alimentaria.

Esta reunión se suma a la realizada por el G7 en Reino Unido, donde se establecieron las principales líneas de actuación para el desarrollo de infraestructuras en los países de ingresos medios y bajos. Ambas declaraciones de intenciones se pueden leer en clave de cambio hacia un nuevo paradigma de dominio de las potencias hegemónicas sobre las dependientes, pero esta vez no con una finalidad extractiva de recursos sino a través del fomento de sus economías para crear nuevos mercados.

Un mundo sin hambre

La “Declaración de Matera” plantea un objetivo claro, pero con aires utópicos: “Lograr el hambre cero para 2030 y poner fin a la malnutrición en todas sus formas”. Los ministros de los países más industrializados y emergentes han expuesto su intención de “acabar con el hambre, fomentar la cohesión social y el desarrollo comunitario, y reducir las desigualdades socioeconómicas entre los países y dentro de ellos”, a lo que se añade la promoción del empleo juvenil mundial. Según datos del Banco Mundial en los últimos 30 años, la desocupación ha pasado del 10% al 15%.

Diversos analistas coinciden en que la crisis del Covid-19 ha sido un freno a la globalización, pero una lectura atenta de los últimos acontecimientos nos revela que no ha hecho más que intensificarse.

En Matera, los distintos ministros han llamado a reforzar la cooperación a través de acciones colectivas, centrándose en puntos comunes que no solo aparecen en esta declaración sino también en la reciente cumbre del G7, y en los planes de recuperación económica de las principales potencias. Estos puntos comunes serían la “transición ecológica”, la “transición digital”, la recuperación del medio rural y la inserción de la mujer en el mercado laboral a través de políticas de género.

Es sorprendente ver cómo se repiten estos términos en cada declaración conjunta de las principales potencias mundiales, y más lo es ver como se niega esta realidad.

Pero, ¿por qué este repentino interés de erradicar la pobreza a nivel mundial por parte de potencias que a lo largo de la historia de una u otra forma se han visto beneficiados? La respuesta es clara: ya no es rentable. Con la globalización, el mundo ha cambiado.

Cualquier cuestión que suceda en una punta del mundo tiene impacto en la otra. Es por ello que se busca generar nuevos mercados al sacar de la pobreza a esos 840 millones de personas a las que se refiere la “Declaración de Matera”, y también al incluir a otros sectores como el de las mujeres y los jóvenes.

A su vez, si por algo destaca esta acción coordinada es por la intención de que quienes financien este y otros proyectos de desarrollo regional sean no solo los Estados sino también agentes privados: “Los actores relevantes de la arquitectura financiera internacional y el ecosistema financiero deben desempeñar un papel, de conformidad con los mandatos respectivos, en la mejora de la disponibilidad y el acceso a la financiación sostenible en el sector de la alimentación y la agricultura” .

“Build back better” del G7

Para acabar con la pobreza a nivel mundial no solo es necesario paliar la escasez de recursos alimenticios en los países más pobres, sino también dotarlos de infraestructura. Esto es así para que, en primer lugar, puedan realizar una producción local de sus necesidades más básicas y, por otro lado, logren estabilizar sus economías para que puedan construir una ciudadanía con capacidad de consumo.

El proyecto “Build back better for the world” pretende invertir US$ 40 billones en los países de Latinoamérica, el Caribe, Africa y el Indo-Pacífico para "responder a las necesidades tremendas de infraestructuras en los países de ingresos medios y bajos”, incluirlos en el mercado global y acabar con los problemas migratorios en este caso de EE.UU.

La propuesta que lleva el sello de Joe Biden, reciclado de su lema de campaña “Build Back Better”, muestra las intenciones del país del norte en restablecer alianzas con las potencias occidentales, en contraste con el proyecto “American First” de Donald Trump, y en consonancia con la intensificación de las acciones multilaterales.

La propuesta estadounidense, al igual que en la “Declaración de Matera”, pretende movilizar capital privado y de instituciones financieras para impulsar proyectos en materia climática, seguridad sanitaria, tecnología digital e igualdad de género. La idea nace en paralelo del plan “One Belt, One Road" liderado por China y que perseguiría objetivos similares. Más allá del discurso tradicional del enfrentamiento bipolar entre las potencias asiáticas y occidentales, el modelo de dominación norte-sur está cambiando, y eso podría beneficiar a regiones como la Latinoamericana.

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