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Quedan 9 semanas y una parte del Gobierno dice no ver lo que pasa

Quedan 9 semanas para acordar con el FMI. El 22 de marzo vence una cantidad de dólares imposible de cubrir.

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Luis Varela 17 enero de 2022

Esencialmente como secuela directa del Covid, con mucho contagio de la cepa Omicron, el ausentismo laboral crece en todas partes y la economía, que parecía repuntar, empieza a tener dificultades. Y el problema no es menor: en la primera quincena de enero 24 países tuvieron más de 1.000 muertos. 

Encabezan Estados Unidos con 33.750 fallecidos (hay mucha gente antivacuna en ese país), Rusia con 17.190 muertos y luego siguen Polonia 7.800, India 6.231, Alemania 5.297, Vietnam 4.575, Francia 4.188, Italia 4.162, Ucrania 4.088. Luego, con entre 1.000 y 3.750 muertos, están Reino Unido, Turquía, Brasil, Sudáfrica, México, Hungría, Filipinas, España, Bulgaria, Grecia, Chequia, Canadá, Corea del Sur, Colombia y Georgia. En Argentina, gracias a la alta vacunación, el incremento de fallecidos fue bajo, pero los contagios crecen y en los últimos días las muertes se duplicaron.

Este problema está generando en casi todas las naciones problemas de oferta de producto, en sociedades que están inundadas de dinero en efectivo para que puedan comprar y la maquinaria no se detenga. Pero poca oferta y mucho dinero motorizan la inflación, tanto que EE.UU. tuvo en diciembre 7% anual, la mayor desde 1982, y la Argentina 51% anual, con una variación mentirosa, porque está calculada con tarifas pisadas, tipo de cambio anclado y otros valores que tampoco se ajustan.

Más allá del durísimo cuello de botella, los expertos plantean que la nueva cepa Omicron es menos mortal que las originales, y esperan que la situación se supere en un par de meses. Y a todo eso se agrega un caos climático, con zonas del hemisferio norte con heladas increíbles, y con el hemisferio sur convertido en un horno, con la Argentina marcando récords de temperatura y poniendo en situación de caos al sistema eléctrico, con miles de personas sufriendo cortes de electricidad.

Commodities en alza

Pero los vendedores de cosas no frenan. Quieren valor por sus productos. Hay tanta emisión de moneda que todos los billetes pierden valor con rapidez, y venden lo que tienen al mayor valor que pueden. Así, en lo que va del mes vemos subas increíbles. Por ejemplo, solo por citar unos pocos valores globales clave: el girasol subió en Rosario 15% en dólares, el petróleo saltó 12%, el níquel 6,7%, el aluminio 6,2%, la soja Rosario 4,4%, la soja Chicago 2,9% y el maíz Rosario 2%.

Sin embargo, a contramano de lo esperado, muchas reservas de valor o productos que se venden ahora porque están en el pico de oferta, están marcado algunas bajas: el cobre cede en enero 0,4%, el oro baja 0,7%, la onza de plata pierde 1,5%, el trigo Rosario cae 1,7% y lo peor de todo el espectro es el bitcoin que declina 6,6%. 

Como la inflación es tan alta, los países centrales (más organizados y con más espaldas) están empezando a tomar medidas. Por ejemplo, Alemania bajó el IVA y EE.UU. ya anunció oficialmente que termina con el tapering (compra de bonos en Wall Street) dentro de seis semanas. Y desde marzo hará todo lo contrario: venderá bonos (por lo que retirará dólares) y empezará a subir las tasas cortas desde marzo, en cuatro escalones este año. 

Ante eso, el viernes las tasas largas de EE.UU. subieron en bloque: 1,6% anual a 5 años, 1,8% a 10 años y 2,1% a 30 años. Y, a pesar de eso, los inversores globales mucho no creen en el joystick de Jerome Powell, titular de la Fed y, en consecuencia, en la semana el dólar bajó contra todas y cada una de las monedas del mundo: cedió entre 0,4 y 1,8% en Brasil, Japón, Chile, Gran Bretaña, Suiza, China y la Unión Europea; no se salvó en ningún lado.

Por supuesto, Argentina siempre es un caso completamente aparte. Mientras el dólar bajaba en el mundo, a nivel local hubo una respuesta dual con el billete verde: en la semana subió 0,7% hasta un nuevo récord en el valor blue, avanzó 0,3% el tipo de cambio oficial, pero el dólar MEP bajó 0,7% y el contado con liquidación se hundió 3,80%.

La alta inflación y la inestabilidad en los tipos de cambio armaron un verdadero desbarajuste mundial en la cotización de las acciones. Recuperándose de las fuertes caídas del cierre del año pasado, la semana pasada la Bolsa de Santiago de Chile repuntó 4,4%, la de San Pablo subió 4,1%, la Bolsa de Buenos Aires subió 1,3% en pesos (0,6% en dólares), México avanzó 1% y Madrid logró 0,6% de suba. Pero, atención, las Bolsas principales, por su volumen y trascendencia, bajaron: la Bolsa de Tokio cedió 1,2%, el Dow Jones de New York perdió 0,9%, Frankfurt achicó 0,4% y el Nasdaq terminó 0,3% abajo.

Debe entenderse que esas variaciones son de índices, y que dentro de cada paquete hay situaciones increíbles, con veloz rotación de inversores, abandonando empresas que habían subido hasta las nubes y comprando compañías que venden productos esenciales que habían quedado muy atrasadas. Hay miles de ejemplos: Zoom bajó de US$ 400 a US$ 160 y Netflix achicó de US$ 692 a US$ 525. Y los expertos advierten que el viernes empezaron a entrar los balances trimestrales, muchos no vienen bien, y a partir de ahora incluso los índices empezarán a mostrar recortes que pueden asustar.

Esencialmente, para enfrentar una inflación destructiva, los países racionales hacen lo que hay que hacer. Bajan impuestos, suben las tasas de interés y sacan dinero del mercado. Las naciones con monedas creíbles (por no haber cometido tropelías en las últimas décadas) tienen más espaldas, pero un país como Argentina, que tuvo nueve  defaults, hiperinflación, corralito y otros males innombrables, enfrenta una coyuntura muy compleja.

Con ese marco, el ministro de Economía, Martín Guzmán, está empezando a comprender que los senderos que había imaginado no están llegando a los puertos esperados. Para 2021 había anticipado una inflación del 29% y fue del 51%. Ahora, para 2022, habla de una inflación del 33%, pero en diciembre (para que el país no estallara, con un centenar de piquetes a lo largo de todo el mes) el Banco Central realizó una de las emisiones de pesos más grandes de la historia, y eso llegará a la inflación, y al dólar, que es otro precio, como cualquier otro, con más influencia porque todos lo miran. ¿Pero fueron a comprar tomates?

Por si todo eso fuera poco, están ocurriendo tres cosas que agravaron aún más la situación. Según la letra escrita por el propio Guzmán en el canje de bonos que hizo en agosto de 2020, desde el 1° de enero último debieron pagarse el 4,5% de bonos que quedaron afuera de la reestructuración. ¿Qué hizo? ¿Los pagó? No, no tiene los fondos. Entonces propone un nuevo canje, para que lo pague otro Presidente, el que sigue, que se haga cargo otro de los bonos emitidos por Alberto. Y hasta ahora, por los 30 bonos que están en default parcial, el nuevo canje es hasta ahora por los bonos de ley local: los de ley internacional no tienen ni noticias. Miles de llamados y mails llegan a Guzmán y la respuesta es cero.

La otra situación compleja es la doble ola que sufrimos: de Covid y de alta temperatura. Los contagios están subiendo, empiezan a subir las muertes, y las camas de terapia intensivas comienzan a llenarse de nuevo. Y por la ola de calor hay dificultades con la energía, miles de usuarios sin luz, empresas que detienen sus niveles de producción y, lo peor de todo, los expertos dicen que habrá impacto en la cosecha, por lo que exportando cantidades menores, con cotizaciones en dólares de hoy que son para la soja y el maíz 18% y 23% más bajas que en mayo pasado, las reservas que quedarán en el vacío Banco Central serán mucho menores.

Y el tercer problema, que no es el principal, es que quedan 9 semanas para acordar con el FMI. El 22 de marzo vence una cantidad de dólares imposible de cubrir. El FMI, como hacen los médicos aconsejando bajar el azúcar, el colesterol y la presión arterial, recomienda severamente: no tienen otro camino que hacer dieta, bajar el gasto y realizar una desregulación cambiaria y laboral. Los economistas gritan: si no se hace eso, el ajuste se hará solo, por las malas, y como nada cambiará, la inversión seguirá sin existir y el empleo privado continuará brillando por su ausencia.

Con ese contexto, la inversión en titulos argentinos es inexistente. Medidos en dólares, los volúmenes operados en acciones y bonos se parecen a lo que facturan pequeños kioscos. No hay compradores de valores locales. Por eso en la semana los bonos argentinos se hundieron otro 2,5%, llevan diez ruedas seguidas en baja, la tasa a vencimiento de los papeles más cortos del canje trepan casi hasta un incomprensible 29% anual y el riesgo país se acerca a los 1.900 puntos.

Así, los kirchneristas duros presionan a Guzmán para que mande al FMI a freír churros. No comprenden que sin acordar con el FMI, Argentina quedará completamente aislada. Por estatuto, ningún organismo multilateral podrá prestarnos dinero. El crédito voluntario internacional y local seguirá sin existir. E inocentemente, para presionar al FMI, Alberto va a visitar a Vladimir Putin y a Xi en China, para ofrecerles acuerdos, a cambio de financiación, para durar, sin que se sepa qué les va a ofrecer. No quiere ver que hace dos meses Guzmán le pidió a Rusia y a Arabia los DEG que tienen para que el BCRA esté más solvente, y la respuesta fue “no”.

Quedan nueve semanas para el 22 de marzo. Muchos argentinos volverán de vacaciones. Verán que las tasas del 39% de los plazos fijos son irrisorias frente a una inflación esperada de entre 55% y 75%, si no es peor. El BCRA chupó de los bancos casi $4,8 billones, que son de los ahorristas. Y si llega a haber un susto, y quieren retirar su dinero, la situación que puede sobrevenir podrá ser absolutamente compleja.

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