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La trampa es la misma y los inversores se bajan

El virus sigue haciendo daño en el mundo pero los gobiernos no tienen ese problema en el centro de su atención: la complicación mayor es la inflación.

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Luis Varela 05 diciembre de 2021

Con los índices de inflación más altos en tres décadas, los gobiernos del mundo están empezando a comprender que la suba de precios está generando más pobreza.En base al respaldo y la confianza que la administración de cada país logró a lo largo de los últimos años, los gobiernos empiezan a reaccionar ante la suba de precios: algunos siguen emitiendo y suben las tasas de interés, otros achican la emisión y avisan que subirán las tasas en unos meses, y Argentina sigue emitiendo dejando tasas de interés quietas, ultra negativas, 15 puntos anuales más bajas que la suba de los precios.

Frente a estas decisiones, ahorristas e inversores van actuando en línea con la credibilidad que sienten por sus gobiernos y por sus monedas. Y por lo que se vio en la última semana hubo una notable volatilidad entre las diferentes divisas del mundo, el dólar fue una de las preferidas, pero no estuvo ni por lejos entre las opciones más elegidas.

El billete estadounidense subió de manera notable en Argentina, ya que el dólar fuga tuvo un salto semanal del 3,5%, con el MEP $1,55 arriba y el blue frenado con alta intervención oficial. El dólar también subió en Chile, en Brasil, contra la libra y contra el euro. Pero atención: cedió contra el yuan, achicó contra el yen y tuvo una baja aún más consistente contra el franco suizo.

Pero más allá de todo el movimiento de monedas, lo más sorprendente por volúmenes operados es que un cúmulo de inversores globales decidieron buscar refugio en la compra de bonos de EE.UU., tanto que por subas en los precios contado, la tasa a 10 años de los títulos del Tesoro bajó de 1,75 a 1,35% anual, lo cual indica que muchos tenedores de dinero del mundo se bajaron de los activos de riesgo, ven venir una depuración, están asustados.

Estrategias defensivas

Sin dinero lloviendo del cielo, los multimillonarios dueños de empresas gigantes empezaron a vender acciones de empresas propias: saben que los precios actuales son irreales, entienden que bajarán, venden y se pasan a posiciones líquidas. Por lo que en la última semana hubo bajas del 0,5% al 4,5% en las Bolsas de Santiago de Chile, Nueva York, Tokio, Madrid y Frankfurt.

Pero cuidado: no todas las bolsas bajaron. La de Buenos Aires anotó un aumento semanal del 7,5%, San Pablo rebotó casi 3% y México subió más de 2%. Estas subas fueron posibles esencialmente porque se está viendo una reacción a lo que ocurre con las materias primas y con las posiciones refugio, esos valores son los que determinarán los saldos comerciales (en ingreso de plata genuina) de cada nación.

Conocido lo que pasó con el Covid original en marzo del año pasado y con la cepa Delta en febrero pasado, la llegada de Omicron ofrece una experiencia que muchos inversores no quieren repetir. Ahora se comprende que la nueva cepa complicará, pero que en principio no será el fin del mundo, por lo que la actividad económica no caerá en picada, por lo que el petróleo fue castigado, bajó 1,5% en lo que va de diciembre, con un descenso pero más atenuado en los sustos anteriores.

Los inversores tampoco quieren refugiarse en activos supuestamente seguros que no ofrezcan ninguna renta, ya se quemaron con los metales preciosos y tiemblan con las criptomonedas. Por eso, en la apertura de diciembre, a pesar de Omicron, el oro sube "solo" 0,7% y la onza de plata baja 1,4%, y lo que más hace temblar a los fanáticos: el Bitcoin cae 14% en el arranque del mes y pierde 27% en los últimos treinta, desde el debut de la ETF que hizo entrar a miles de pequeños inversores en esa forma de inversión.

La llegada de Omicron pone en duda a las empresas, ya que no saben qué tanto se detendrá la actividad, por lo que la demanda de insumos básicos, como los metales está mixta: el níquel sube 0,7% en el arranque de diciembre, pero el aluminio y el cobre bajan 0,4%, con el ojo inquieto en los centros de venta de cada producto.

Sin embargo, lo que sigue viento en popa y levantó a las bolsas latinoamericanas es el precio de los granos. La soja Chicago, que había bajado de US$ 611 a US$ 430, volvió a US$ 465, y hubo rebotes igual de potentes en el trigo y el maíz. De hecho, en el arranque de diciembre en Rosario brindaron: la soja subió 5,7%, el girasol 4,9% y el maíz 4,3%; sólo el trigo estuvo en baja (0,8%) porque los productores venden a dos manos por temor a que los precios no se sostengan.

Ahora bien, detrás de todos estos movimientos, como ocultos, se están dando rotaciones de cartera con algunos abismos que asustan. Medidos contra sus máximos acaban de darse derrumbes del 17% al 63% en papeles como Alibaba, Zoom, Despegar, Didi, Mercado Libre, PayPal, Banco Francés, YPF, Fedex, Grupo Galicia, Visa, Facebook y Tesla. Y muchos temen que este pulso sea origen de una movida más general, lo cual explica el refugio en bonos de la Fed que rinden tasa negativa, pero con pago seguro.

En Argentina, por supuesto, se juega otra partida. Desde julio pasado, mes en el que se terminó de cobrar la cosecha gruesa pasada, el BCRA lleva perdidas reservas por US$ 3.700 millones y en la última semana se esfumaron US$ 832 millones. Fue un poco por gasto para que el dólar no saltara más, otro poco por demanda de importadores pero más de la mitad por goteo de depósitos, en dólares y en pesos.

Por el tamaño de la movida, no podemos decir que asistimos a una corrida. Había US$ 15.000 millones en depósitos y se fue el 2,5% de lo que había. Pero evidentemente los inversores financieramente más informados están de salida, ven que el acuerdo con el FMI está muy frío aún, y temen. Conocedores de la historia argentina, recuerdan en carne propia el corralito, la reperfilación de los bonos y otros cortes de manga, y se escapan del corral.

Los ahorristas menos informados no ven, o no quieren ver, que Alberto, Guzmán y compañía siguen queriéndole proponer al FMI más de lo mismo. No quieren cortar el gasto, sino poner más impuestos. Y se promete que la ley laboral no se cambiará. Argentina sigue en su propia trampa, nada cambió: eso no genera confianza, la inversión no despegará y los sectores sociales más postergados seguirán sin conseguir empleos privados en blanco registrados, que es lo que más piden desde hace rato.

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