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Empieza la rotación de activos y nadie quiere quedarse quieto

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Luis Varela 07 septiembre de 2020

Por Luis Varela

A un año de las PASO y a nueve meses de Gobierno, después de decir que revisaría la deuda que dejó Macri, provocando un derrumbe pocas veces visto en la historia del mercado argentino, pocos creían que a esta altura de las circunstancias Alberto Fernández habría logrado reestructurar la deuda, tanto ley New York como ley Argentina, evitando la posibilidad incómoda que que quedaran por delante juicios por holdouts.

Después de este gran paso, y en el furor de la pandemia, con casi 10.000 muertos en Argentina y con algunos expertos proyectando que llegaremos a 18.000 fallecidos antes de que lleguen las vacunas, el ministro de Economía Martín Guzmán tiene por delante varias tareas titánicas: dominar el precio del dólar, desarmar la enorme masa de pesos y los precios congelados con gran riesgo de alta inflación y negociar con el FMI la parte más pesada de la deuda.

Durante el proceso de reestructuración operadores y analistas afirmaban que con la deuda ya arreglada todas las variables se pondrían en línea, que el riesgo país bajaría a la zona de los 1.000 puntos básicos y que, con el corto plazo despejado por el pago de deudas, las empresas no tendrían problemas para refinanciar sus deudas en dólares, por lo que la economía se podría ir arreglando por etapas, como en un dominó.

Y el camino se está cumpliendo. El jueves, en el mercado gris, los bonos debutaron ciertamente mal, con tasas a vencimiento superiores al 13% anual, un rendimiento muy preocupante. Pero el viernes los números ya fueron acercándose al 11%. Y veremos qué pasa hoy, en el debut de los nuevos bonos en el merado argentino, y mañana en el mercado de New York, ya que hoy es feriado en Estados Unidos.

Esta tasa a vencimiento, que bien puede confluir esta semana en la zona del 10% o quizás del 9% anual, está muy por encima de los países que están en peor situación, como Mozambique, Ghana, El Salvador o Camerún, que pagan entre 7% y 9,4% anual. Por lo que, evidentemente, el posible precio que tendrán hoy los nuevos bonos argentinos evidencian que el mercado sigue teniendo una gran desconfianza en el país.

La enorme emergencia provocada por el Covid y el gasto público estructural de  Argentina hacen que este año el rojo fiscal se acerque al 9% del PIB. Y Guzmán, que enviará el Presupuesto al Congreso en diez días, le dirá al FMI que llevará el rojo al 4,5% del producto en 2021 y que a partir de ahí iremos con reformas graduales, hasta llegar a una posición que nos permita pagar las deudas en el futuro.

Además de semejante desafío, este debut de los nuevos bonos ciertamente decisivo, llega en un momento en el que el mercado global también enfrenta un momento de ajuste. Tras el pozo el 20 de marzo pasado, por el Covid-19 y por la tensión entre árabes y rusos por el petróleo, las bolsas del exterior tuvieron un rally de cinco meses que significó una insólita recuperación del 60%, que se concretó con las empresas tecnológicas como máquina de tracción, distanciando por completo a las finanzas de la economía real, que se caída a pedazos en todas partes.

Pero la semana pasada, con las vacunas más cerca y con Estados Unidos y otros países empezando a recuperar empleo, los inversores expertos ven que la ventaja de las tecnológicas irá desapareciendo con la nueva normalidad y, en consecuencia, empezaron a tomar ganancias, saliendo de los papeles caros, tomando posición en los papeles que más cayeron, sabiendo que el que se queda quieto pierde.

De esa manera, a pesar del mayor empleo y de las vacunas más cerca, las bolsas de todo el mundo marcaron una toma de ganancias. Sólo Tokio pudo subir 1,4% semanal, pero luego San Pablo bajó 0,9%, Frankfurt perdió 1,5%, el Dow Jones de New York achicó 1,8% y el Nasdaq fue el peor de todos, con un descenso del 3,3%, aunque hubo papeles que perdieron más del 20% en la semana (el laboratorio Novavax, que había llegado a US$ 179, terminó a US$ 93, con un derrumbe del 48%, y pidiendo la hora).

En cambio, algunos de los papeles que venían más castigados, como bancos, empresas de turismo y aerolíneas, pudieron recuperar, mostrando que los que saben se están bajando de las tecnológicas y comprando a las que más bajaron, tratando de anticiparse a la nueva realidad, conscientes de que hay que hacer una rotación de carteras y de que el que se quede quieto perderá, y mucho.

Ese giro en los precios también se observó en las commodities. Con Alemania pidiéndole explicaciones a Rusia por el envenenamiento del principal opositor de Vladimir Putin, el petróleo tuvo en la primera semana de septiembre una caída notable del 7% y también retrocedieron los activos que se consideraron refugio: el Bitcoin cayó 10%, la onza de plata perdió más del 4% y el oro cedió 2%.

Con expectativa de ir hacia una normalización del consumo, los metales básicos, que asisten a la industria, no estuvieron tan mal: el cobre por ejemplo tuvo una suba del 1%. Y, con una gran noticia para Argentina, los granos tuvieron una suba semanal del 2% en Chicago y de más del 1% en Rosario, agradecidos además por una tormenta de Santa Rosa que cortó algo la seca que venía trayendo La Niña.

A partir de hoy entonces, con un ojo en la tasa a vencimiento de los bonos, y de la actitud de los que recibieron los nuevos papeles, el desafío inicial del Gobierno será calmar el precio del dólar, porque hay presiones inflacionarias por todos lados, y si el dólar vuelve a subir las complicaciones pueden ser muchas.

Encima, como Estados Unidos tuvo la semana pasada una buena creación de empleo, la Reserva Federal insinuó que su compra de papeles y su reparto de billetes verdes sería menor. Sigue la tasa cero, por ahora, pero el billete verde estará menos ofrecido. Por esa razón el dólar tuvo la semana pasara un repunte contra las monedas duras: subió 1,1% contra el franco suizo, 0,9% contra el yen, 0,6% contra el euro y 0,5% contra la libra. Aunque estuvo en baja en América Latina: cedió 1% en Chile y nada menos que 1,6% en Brasil.

A nivel local, el dólar fue un verdadero dolor de cabeza toda la semana pasada. Un cúmulo de pequeños ahorristas, que buscan hacer el clásico rulo (comprar los US$ 200 en el valor turista y venderlo en el blue) o directamente huir del peso, apunta a que en septiembre habrá cinco millones de compradores y que el BCRA puede llegar a perder más de US$ 1.000 millones de sus reservas.

Por esta dificultad, en el Gobierno se estudian veinte salidas diferentes. Algunos pensaron en achicar la cantidad de compra de US$ 200 a US$ 100.  Otros le quieren poner la traba de un permiso en la AFIP. Otros piensan en usar los nuevos bonos que estarán en manos del BCRA y la Anses para operarlo en el contado con liquidación y aplacar el valor del dólar financiero.

Pero lo cierto es que los dólares oficiales siguieron con la micro devaluación habitual (0,6% de crawling peg semanal), mientras que los dólares actuaron con movimiento de tijera: bajaron el MEP y el blue (1,3% y 2,2% respectivamente) pero el Contado Con Liquidación, que es el dólar fuga, fue el que más subió de todos, con un aumento semanal del 2,1%.

Detrás de todo esto, los tenedores de papeles argentinos fueron los que más desensillaron. En el balance semanal el Merval en pesos bajó 2,8% y en dólares achicó 3%. Y hubo papeles que acusaron derrumbes del 5% al 10%, como Phoenix, Francés, Central Puerto, Superville, YPF, Edenor, Galicia, IRSA y Telecom.

¿Por qué queda tan alta la tasa a vencimiento de los bonos argentinos, al final de la tabla de los castigados? ¿Por qué caen las acciones a pesar de un canje de deuda tan importante? Simple: las empresas le dijeron al Presidente que el único camino posible es bajar los impuestos y recortar el gasto público. ¿Qué contestó el Presidente? El camino seguirá siendo el mismo: acaba de cobrar bienes personales, colocará un nuevo impuesto a las grandes fortunas y, por si fuera poco, empezará a cobrar anticipos de bienes personales del año que viene. Esto significa que los privados seguirán siendo la variable de ajuste. Si eso continúa, no habrá inversión, tampoco empleo, e iremos a un año electoral con una tensión que seguirá frenando las opciones de futuro.

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