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Prioridades macroeconómicas

29 octubre de 2019

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

En 2003, el Premio Nobel de Economía, Robert Lucas, presentaba un trabajo denominado exactamente como el título de esta nota. Su objetivo, sin embargo, era completamente distinto al mío (y su repercusión fue mucho mayor). En aquella conferencia, Lucas explicaba que ocuparse del ciclo económico no debía ser una prioridad, y que había que trabajar sobre las políticas que afectaran la tendencia de largo plazo de la economía. En Argentina, sin embargo, los dilemas macroeconómicos siguen teniendo máxima prioridad, y el aumento de la frecuencia de sus ciclos ha sido uno de los temas más importantes en su agenda económica.

La victoria del candidato opositor en las elecciones significa una oportunidad para trabajar en una agenda renovada de política macroeconómica. Pero es una oportunidad que debe enfrentar restricciones incómodas. En particular, las expectativas internas podrían resultar relativamente favorables en lo inmediato, pero es evidente que las expectativas de los acreedores no son particularmente propicias en esta coyuntura. Aun cuando muchos argentinos no se manejen en dólares (una gran mayoría jamás los ha tenido en mano), esos mismos argentinos sufren las consecuencias de la falta de divisas para aquellos que sí los demandan. Por la vía de los precios, que suben tras las devaluaciones y afectan los ingresos reales, la restricción externa pega directamente sobre la actividad local y sobre las condiciones sociales.

Para decirlo directamente, la dependencia de divisas significa que la voluntad política de mejorar la situación en el corto plazo está mediada por el tratamiento del sector externo. En un contexto tan delicado, disponer de dólares en lo inmediato se vuelve una condición necesaria para poner en funcionamiento la economía y recuperar el control de la política para atender las demandas sociales. Sin dólares no solo no hay paraíso, sino que nos espera un purgatorio extenso, con riesgos de visita a las calderas de fuego eterno.

Sin dólares no sólo no hay paraíso, sino que nos espera un purgatorio extenso, con riesgos de visita a las calderas de fuego eterno.

Entonces, hoy la prioridad macroeconómica es la de aparejar las obligaciones externas del país con su capacidad de repago. Esta capacidad de repago debe entenderse además en un sentido amplio y dinámico: la facultad de repagar hoy no es igual al esfuerzo máximo que pueda realizar el país para exprimir su economía y generar recursos ya mismo para pagar lo que se debe sin excepciones. Esta es una visión miope que termina por impugnarse a sí misma, porque niega toda posibilidad de crear las condiciones para pagar las obligaciones por venir. Lo que puede y debe pagarse es el excedente por encima del cual no queden comprometidos los senderos de crecimiento para generar capacidad de pago en el futuro. En lo inmediato, esta cuenta no resulta en excedentes suficientes, pero si Argentina logra empezar a crecer y exportar, esta realidad puede cambiar en pocos años.

Una estrategia inteligente de manejo de la deuda externa debe evitar transformar un ciclo transitorio de iliquidez en un cambio en la tendencia que realimente el problema y vuelva al país insolvente de manera definitiva. Una vez contemplada esta prioridad macroeconómica, Argentina podrá debatir y poner en funcionamiento las mejores estrategias para poner en marcha la actividad, y sobre todo atender a quienes más sufrieron en este último año. Tras lograr estos objetivos, podrá trabajarse con más libertad para atacar los problemas estructurales que derivan en la inflación, la vulnerabilidad productiva y, como nos enseña la experiencia chilena reciente, también la distribución del ingreso.

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