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Los jóvenes son los más perjudicados por el desempleo

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Agustín Maza 19 marzo de 2021

Por Agustín Maza

Para los jóvenes, insertarse en el mercado laboral en nuestro país, y también en el mundo, es cada vez más difícil. Por los efectos de la pandemia esto empeoró notablemente, ya que durante el período más crítico de 2020, el desempleo en jóvenes de entre 18 y 30 años alcanzó el 26%.

Así lo consignó un estudio realizado por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), que remarcó que hasta el tercer trimestre del año pasado habían perdido su trabajo 560.000 jóvenes. En concreto, ante el estallido de la pandemia, la desocupación en jóvenes de 18 a 30 años creció 6 puntos porcentuales, pasando de 20% en el primer trimestre de 2020 (prepandemia) a 26% durante el segundo trimestre, el período más crítico de la crisis sanitaria.

En contraste, en la población adulta, segmentada entre 31 y 65 años, la tasa de desocupación fue significativamente menor, con un pico de 10% en el segundo trimestre del año pasado. Esto quiere decir que, de los 3,9 millones de empleos perdidos en Argentina, 1,3 millones corresponden a jóvenes de entre 18 y 30 años. Esto significa que un tercio de los empleos perdidos afectó a personas jóvenes.

El trabajo explica que, a partir de la apertura de varios sectores de actividades que permanecieron cerrados durante el confinamiento, en el tercer trimestre se observó cierta mejora. La desocupación juvenil pasó del 26% al 20%, lo que muestra que 780.000 jóvenes ingresaron o se reincorporaron al mercado de trabajo. Sin embargo el saldo continúa siendo negativo. “Al comparar la cantidad total de jóvenes ocupados previa al estallido de la crisis del Covid a fines de marzo con los del tercer trimestre de 2020, observamos que los jóvenes que han perdido su trabajo alcanzan a 560.000”, indicó el trabajo del CEM, realizado por Mariana Sosa, Ignacio Smith y Darío Romano.

En la Argentina, la cantidad de jóvenes de 18 a 30 años asciende a 9 millones, 20% de la población total. Tal como señala el informe, un porcentaje significativo no tiene posibilidades de acceder a un empleo.

Si se tiene en cuenta el género, las mujeres jóvenes resultaron más perjudicadas: la pérdida de puestos de trabajo ascendió a 31% durante el momento más crítico de la pandemia, mientras que en el caso de los varones la caída fue del 27%. Las condiciones de las mujeres empeoran conforme disminuye su edad. “Si tenemos en cuenta a aquellas del subtramo más joven (18-24) se registra una caída del empleo del 48%, mientras que para los varones de la misma edad fue del 34%”, destaca el trabajo.

Factores determinantes

El informe destaca tres factores fundamentales con implicancias en estos datos: la informalidad, la empleabilidad en las ramas más afectadas por las restricciones y el género. La informalidad explica el deterioro de las condiciones laborales. El CEM señala que hay un alto nivel de vulnerabilidad frente a despidos, rebajas salariales, cambios de condiciones laborales y cualquier tipo de arbitrariedad.

Mientras que la tasa de informalidad laboral de los asalariados adultos, de 31 a 65 años, era del 29% en la prepandemia, en los jóvenes menores de 30 años alcanzaba el 51%, especialmente el tramo más joven, de 18 a 24 años, con 64% de informalidad.

El sector en el que se desempeñan es una cuestión clave. Generalmente se ocupan, por ejemplo, en el rubro gastronómico u otras actividades afectadas por las restricciones a la circulación impuestas en pandemia. “Las ramas de actividad con mayor incidencia entre los jóvenes son comercio (el 25% de los jóvenes ocupados se desempeña en esa rama), hotelería y gastronomía (11%), construcción (9% mayormente varones) y servicio doméstico (8%, mayoritariamente mujeres)”, destaca el informe.

El estudio consigna que la principal razón por la que hay una desventaja para las jóvenes es el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que recae sobre ellas. Las mujeres realizan el 76% de esas tareas, mientras que los varones solo el 24%, en base datos de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género.

Pobreza juvenil

La destrucción de empleo, ya sin importar un rango etario determinado, siempre tiene un correlato en los indicadores de pobreza e indigencia. Según el Indec, la pobreza aumentó, en el momento más crítico de la pandemia, del 35,4% al 40,9% y la indigencia del 7,7% al 10,5% respecto al segundo semestre de 2019.

Esto golpeó con más fuerza a niños, niñas y jóvenes. Los números de la EPH exponen que, en el segundo semestre del año pasado, un 56,3% de la población de 0 a 14 años se encuentra en situación de pobreza, casi 16 puntos porcentuales por encima del 40,9% que afecta a la población total, y 4 puntos por encima del semestre anterior.

En el caso de la población juvenil de 15 a 29 años, la incidencia de la pobreza también ha crecido de forma significativa y se ubica en el 49,6%, siendo el segundo grupo etario más afectado por la crisis económica y social que atraviesa la Argentina.

“Es probable que en el corto y mediano plazo se produzca un proceso de recomposición parcial de las condiciones de vida, la necesidad de un desarrollo inclusivo encabezado por el Estado se torna urgente para evitar, como suele suceder en los momentos más críticos de la historia, que los niveles altos de pobreza vigentes sedimenten y pasen a constituir un nuevo piso de pobreza estructural más elevado”, demandó el Centro de estudios.

¿Qué puede hacer el Estado?

Para el CEM, hay dos puntos fundamentales en los que deberían trabajar los estados con políticas públicas para mejorar esta realidad. El primero es formación educativa y laboral, mientras que el segundo sería generar mecanismos para la inserción laboral juvenil.

El trabajo destaca algunas políticas vinculadas al primer eje, “la extensión de la obligatoriedad hasta el fin del nivel secundario (Ley de Educación Nacional N° 26.206), la promulgación de la ley de Educación Técnico Profesional (Ley N° 26.058), sumado a la Asignación Universal por Hijo y al Progresar”

Las becas educativas Progresar fueron implementadas a partir de 2014. Fueron orientadas tanto a la educación secundaria como al nivel superior, ha permitido a jóvenes de entre 18 y 24 años, principalmente de sectores más vulnerables, a través de una transferencia monetaria, proseguir con su formación educativa y profesional ampliando las posibilidades de inserción en el mercado laboral.

El pico de inscriptos para estas becas se registró en 2015 (724.439 jóvenes). Sin embargo, luego de un ascenso en 2016 (816.000), los años siguientes presentaron caídas hasta llegar al 2019 con 423.926 inscriptos. “Se evidencia a partir de estos datos que esta caída probablemente haya tenido que ver con la pérdida de valor real del incentivo monetario de las becas en un contexto de inflación sostenida”, afirmaron.

El informe subraya que las políticas ligadas a la educación y formación evidencian ciertos éxitos ya que entre los resultados de las mismas se observa una ampliación de la escolarización, la terminalidad del nivel secundario así como la continuidad de estudios en el nivel superior y de la formación profesional, lo cual contribuye a mejorar la empleabilidad (en términos de potencialidad de obtener un empleo) de los jóvenes.

En las políticas de empleo, se destaca el programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo (JMyMT). Entre 2008 y 2020 2,2 millones de jóvenes pasaron por este programa, sin embargo, se observa una sostenida caída anual de beneficiarios a partir del pico alcanzado en 2011 (317.000 jóvenes), hasta llegar al 2019 con 202.0000, coincidiendo con el aumento del desempleo juvenil en la Argentina. En tanto, surge un dato relevante del análisis del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Dentro de sus beneficiarios la población joven fue preeminente, el 28% de los beneficiarios eran jóvenes de entre 18 y 24 años de edad lo cual los ubica dentro de los sectores más vulnerables en términos socioeconómicos.

“En cuanto a las políticas vinculadas a la inserción laboral juvenil, puede señalarse que la existencia de los programas no ha redundado en el mejoramiento de la inserción laboral de los jóvenes ya que sus tasas de desocupación e informalidad permanecen en niveles muy elevados”, aseguraron.

Otras perspectivas

“Lo más preocupante en los jóvenes es el desaliento y el efecto psicológico de no intentar buscar el trabajo o no estudiar, por la frustración que genera un mercado de trabajo muy cerrado”, consideró la investigadora del Conicet y Doctora en Ciencias Sociales, Ana Miranda, ante El Economista. “Desde nuestra investigación, en la franja que comprende personas de 19 a 24 años solo tienen una ocupación 3 de cada 10”, informó. “El sector público debe generar conocimientos para la inserción laboral,, sumado a la necesidad de un crecimiento económico sostenible que traiga mayor demanda por parte del sector privado”, concluyó.

En diálogo con El Economista, el economista y experto en desarrollo económico, Federico Favata, dijo que la brecha de género es muy importante por la desigualdad en los roles de las tareas de cuidado. Además proyectó que, de no haber una segunda ola tan fuerte de pandemia y la economía “acompaña”, volver a valores aceptables llevaría dos años.

“Habría que generar mecanismos de coordinación e incentivos entre las universidades y colegios con el sector privado”, agregó Favata. “El Estado podría cubrir aportes patronales o partes del sueldo para incentivar la contratación y bajar la informalidad”, finalizó.

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