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Industria automotriz: un plato de cocción lenta que no puede salir mal

La industria automotriz argentina que se viene debería ser imaginada como una receta de cocción lenta.

Apenas 49 países alrededor del mundo son productores de automóviles y Argentina es uno de ellos.
Apenas 49 países alrededor del mundo son productores de automóviles y Argentina es uno de ellos. .
Sergio Cutuli 02 julio de 2023

Apenas 49 países alrededor del mundo son productores de automóviles y la Argentina no sólo es uno de ellos sino que a pesar de los vaivenes propios de la economía local se mantiene en el top 25 de los que más fabrican, según el reporte anual de la Organización Internacional de Fabricantes de Vehículos (OICA).

Nuestro país tiene una larga trayectoria que incluye la presencia local de las principales automotrices y es por eso que resulta imposible imaginar un futuro sin esta industria que actualmente tiene tanto peso en la economía, más allá de que el presente muestre un mercado que está 50% por debajo del ansiado "un millón de unidades" imaginado en 2018.

Sin embargo, abundan las muestras a nivel global de que ya con la historia no alcanza. El ejemplo más claro es el de Ford en Brasil, que en enero de 2021 tomó la decisión abrupta de cerrar sus tres plantas de autos, dos años después de haber hecho lo propio con la de camiones. 

Los 102 años de presencia en el país vecino y los 5.000 empleados cesanteados pesaron menos que la rentabilidad. Desde Detroit la decisión fue sanear las cuentas, dejar de fabricar y concentrarse en importar vehículos que le garanticen mejores márgenes a la red de concesionarios.

¿Esto podría pasar en nuestro país? Sí, y es por eso que las terminales están enfocando sus recursos en demostrarles a sus casas matrices que hay proyectos viables que permiten ilusionarse con mejorar sus rendimientos a mediano plazo, permitiéndose mirar a través de la densa coyuntura y de los pocos beneficios con los que cuentan actualmente para desarrollar su negocio.

Además, luego de que Toyota marcara el camino de apostar fuertemente al mercado de pick-ups de una tonelada, el resto de las compañías decidió sabiamente alinearse detrás a sabiendas no sólo de que el mercado demanda cada vez más de este tipo de productos (de la mano del agro, la minería y el petróleo) sino que, al tratarse de vehículos con un alto valor agregado, pueden exportar y apuntar a equilibrar sus balanzas comerciales por lo general deficitarias.

En los últimos años, de la mano del desarrollo de proveedores locales, Argentina se convirtió en un hub de camionetas para Brasil y el resto de la región, pero incluso en el mercado interno este tipo de vehículos representa actualmente el 20% del total (incluso tocando el 25% en algunos meses).

¿Y más allá de las pick-ups, qué? Las más recientes inversiones que han hecho varias terminales que implican el desembarco de mayor tecnología (automatización con robots, soldadura laser, pintura al agua y uso de energías renovables, por citar algunas), así como la instalación de nuevas plataformas que eventualmente permitirían producir nuevos modelos o versiones electrificadas, pueden interpretarse como señales positivas. 

¿Pero alcanza con esto? No, porque tampoco está asegurado que la electromovilidad sea el camino a seguir en nuestro mercado e incluso en el de la región.

Si bien hay un discurso prácticamente único y con fechas concretas que habla de la electrificación como reemplazo natural de los motores a combustión, en los últimos meses surgieron voces disidentes. Y, si eso ocurre en la Unión Europea o en Japón, qué se puede esperar del Mercosur donde todo está más atrasado.

La matriz energética argentina, las grandes distancias por cubrir, la necesidad de invertir en infraestructura de carga y el alto costo que aún tienen este tipo de vehículos colocan un gran signo de pregunta por encima de cualquier buena intención. Localmente, los plazos pueden ser otros o bien no concretarse nunca.

No alcanza con que el país haya sido bendecido con uno de los yacimientos más importantes a nivel mundial del Litio, fundamental para la producción de baterías. Pero los que lo ven como una "salvación" quizás no tengan en cuenta que este metal representa apenas 8% de la batería de un auto, dependiendo del tamaño y la potencia de la misma. 

Suena más lógico y coherente pensar en un parque que lentamente se beneficie de la incorporación de autos híbridos (que no implican recarga externa) y hasta de autos a GNC (donde hay ya una red bien desarrollada), que en vehículos 100% eléctricos.

La industria automotriz argentina que se viene debería ser imaginada como una receta de cocción lenta, donde tanto la selección de los ingredientes como el "mise en place" demandan mucho tiempo y resultan fundamentales para el éxito final. Y donde todos los que formen parte de la elaboración tendrán que aportar lo suyo: empresas, gobierno, sindicatos y trabajadores. 

Antes de comenzar se precisará consensuar cambios y trazar estrategias comunes en las que algunos deberán ceder para garantizar la sustentabilidad.

No se debe perder de vista que hay otras 48 "cocinas" que pueden demostrar ser más eficientes y atractivas, entre ellas algunas con las que no se puede competir por escala, el caso de China. 

El ingenio, la creatividad y el talento que siempre caracterizó a los argentinos deberán ser puestos en función de un "plato" que no puede salir mal.

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