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De la obediencia al General hasta el estallido: en tres años se suceden cuatro presidentes

Cuando regresó al país, Perón encontró un rival interno como nunca antes: las guerrillas que lo habían ayudado a volver. Ahí chocaron los planetas.

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Oscar Muiño 24 septiembre de 2021

El primer Perón (1946-55) va a elecciones con una coalición: Laborista, UCR Junta Reorganizadora y Partido Independiente. Triunfante, se apresura a disolverlos en un Partido Unico de la Revolución, luego Partido Peronista. Se opone Cipriano Reyes, sindicalista clave del 17 de octubre, celoso de la autonomía obrera. 

Acusado de un complot, será encarcelado años. El escarmiento alecciona: nadie se atreverá a cuestionar al líder. En dieciocho años de exilio, Perón seguirá controlando su movimiento, más allá de esporádicas rebeldías. El gran desafiante es, en los'60, Augusto Vandor, jefe de los metalúrgicos. Morirá asesinado. 

Perón Impide que sus sucesores en la Rosada se estabilicen, pero no le alcanza para volver. Su oportunidad llega tras el Cordobazo y la creciente rebelión contra la dictadura (1966-73). La Juventud Peronista asume la vía armada con la consigna Luche y Vuelve. El exilado alienta: “o la juventud toma esto en sus manos y lo arregla, aunque sea a patadas, pero lo arregla, o no lo va a arreglar nadie. Los viejos no van  a arreglar esto. Es un mundo que cambia y los muchachos tienen razón. Y si tienen razón hay que dársela y hay que darles el gobierno”. 

La Tendencia Revolucionara imagina que Perón la ha ungido heredera. Y actúa como tal en su reunión con Perón. “Fue un desastre total ?recordará Dante Gullo-. La mayoría de los dirigentes no tenía clara la relación Perón-Orgas. No sabían qué lugar ocupaban”. 

Perón no puede ser candidato y designa un obediente, el dentista Héctor Cámpora. Los ortodoxos  corcovean y votan al estanciero Manuel de Anchorena y al metalúrgico Luis Guerrero para la gobernación de Buenos Aires. Las FAR acribillan el auto de Guerrero. Aún no se vota y ya hay tiros. El PJ nacional anula el Congreso, interviene el distrito y consagra Bidegain-Calabró. 

El 11 de marzo de 1973 Cámpora arrasa. Su 49% duplica a Balbín. En abril, Galimberti promueve milicias populares. Perón lo descalifica. La juventud tendrá el futuro “pero no el presente”. Cámpora asume el 25 de mayo. Montoneros copa Plaza de Mayo. Semanas después, millones de justicialistas desbordan Ezeiza para aclamar el regreso de Perón. En lugar de festejos, la masacre. Tiros, asesinatos, tormentos, trece muertos, 380 heridos.  Perón aterriza en una base militar y esa noche habla: “Tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento. Nosotros somos justicialistas, levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos”. 

“Perón ?cuenta Bonasso- critica la debilidad del gobierno frente a los grupos provocadores y la sensación generalizada de vacío de poder”. El 11 de julio el vicegobernador bonaerense Victorio Calabró  tira la bomba: “Estando el general Perón en el país nadie puede ser presidente más que él”. El broche lo pone el jefe de la CGT José Rucci: se acabó la joda. Renunciados Cámpora y Solano, el interinato le toca a Alejandro Díaz Bialet, presidente del Senado. Con brusquedad lo envían al exterior para que asuma Raúl Lastiri, yerno de López Rega. 

¿Qué opina Perón de la fórmula Perón-Balbín? “Yo con Balbín voy a cualquier lado”. Pero “la resistía el peronismo político y sindical, temeroso de que la mala salud del líder dejara el camino libre a los radicales” (Sáenz Quesada). Al fin, queda Perón-Perón. Isabel logra lo que no ha podido Evita. Perón apabulla: 61,85% de los votos. A los dos días, Montoneros asesina a Rucci. Se difunde un Documento Reservado  (supuesta reunión entre Perón, Lastiri, López Rega y gobernadores): “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y nuestros dirigentes. Ese estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido, y nos obliga, no solamente a asumir nuestra defensa, sino también a atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión. Se utilizarán todos los medios que se consideren eficientes”. La validez del documento no será aceptada ni desmentida. 

Nace la terrorista Acción Anticomunista Argentina. La Triple A debuta el 21 de noviembre de 1973 con una bomba contra el senador alfonsinista Hipólito Solari Yrigoyen, defensor de presos políticos. El semanario lopezrreguista El Caudillo titula: Quien teme a las AAA, por algo será.

La interna peronista se traslada, brutal, al Estado. Los gobernadores aliados a la Tendencia Revolucionaria van siendo desestabilizados uno a uno.  Oscar Bidegain es obligado a renunciar a la decisiva Buenos Aires bajo el cargo de “desaprensión incapacidad o tolerancia culposa” (palabras de Perón) con el ataque del guevarista ERP al cuartel de blindados. En Córdoba un jefe policial se amotina y destituye al gobernador Obregón Cano y al vice Atilio López. Terminarán reemplazados los mandatarios de Mendoza, de Santa Cruz, de Salta, cercanos a la Tendencia Revolucionaria.

En enero de 1974, Perón amonesta a los diputados de JP que se niegan a endurecer el Código Penal. La Juventud va levantando la voz: “Antes éramos la juventud maravillosa y ahora somos infiltrados”, rezonga Galimberti el 11 de marzo de 1974. El 1º de mayo, en la Plaza, la JP explota: “¿Qué pasa? ¿Qué pasa? / ¿Qué pasa, general? ¡Que está lleno de gorilas / el gobierno popular!”. Desde el balcón, Perón los descalifica: imberbes, estúpidos. Elogia a las organizaciones gremiales “sabias y prudentes que han visto caer a sus dirigentes asesinados sin que haya todavía sonado el escarmiento”. La Tendencia abandona la Plaza de Mayo. El hechizo se ha roto. 

¿Por qué el desafío a Perón? Montoneros cree que tiene derecho, que el retorno de Perón solo fue posible cuando la guerrilla puso su sangre y alarmó al “Ejército gorila”.  Perón está tan furioso con los propios que en su mensaje al Congreso de 1974 aplaude a la UCR: “quiero rendir homenaje a los señores senadores y diputados de la oposición, que con actitud altamente patriótica  no han hecho una oposición, sino una colaboración permanente”. El 12 de junio Perón aparece por última vez en la Plaza. No deja sucesor: “Mi único heredero es el pueblo”. Perón muere el 1º de julio. 

Asume Isabel pero sigue la lucha por la sucesión. Montoneros hilvana crímenes desconcertantes y “resuelve reasumir las formas armadas de lucha, las que junto con todas las otras formas (actos, movilizaciones, huelgas, caños, etcétera) constituyen la guerra popular integral que impulsaremos” (septiembre 6 de 1974). El pase a la clandestinidad desencadena una masacre. “¿Cuántos entre los miles de militantes de agrupaciones de superficie  identificados con Montoneros contaron con alguna protección? Poquísimos” (Gasparini).

Isabel también se aísla. Acaban las consultas con Balbín. Censuras, persecuciones, intervención a las universidades. Los asesinatos se multiplican. Isabel echa a José Gelbard de Economía; lo suceden Gómez Morales, Rodrigo, Bonanni, Cafiero, Mondelli. Promedio: tres meses por ministro. En junio de 1975 un brutal ajuste ?“El Rodrigazo”- es rechazado por todos. La caída de Rodrigo arrastra a López Rega. Isabel pide licencia. Italo Luder, presidente provisorio, firma: “Las Fuerzas Armadas procederán a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos”. El anti-verticalismo trata que Isabel no regrese. Lorenzo Miguel y Guardia de Hierro resisten. Isabel reasume el 17 de octubre. El descalabro sigue. El martes 16 de marzo Balbín habla “para los que creen que todo se derrumba” y ratifica “sobre todo la defensa de la instituciones”.  La suerte está echada. A la semana, Isabel Perón inaugura la lista de presidentes que terminan su mandato a bordo de un helicóptero.

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