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Las nuevas formas de consumo con el Covid-19

Además del formato de compra, los consumidores se han centrado en adquirir productos no perecederos, lácteos y galletas, así como arroz y pastas. A su vez, se otorga más relevancia a todos aquellos alimentos que puedan tener efectos beneficiosos sobre el sistema inmunológico.

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Amalie Ablin 08 septiembre de 2020

Por Amalie Ablin (*)

Desde la calificación por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en marzo de 2020 del nuevo coronavirus” (Covid-19) como pandemia a nivel global, la vida de las personas y sus hábitos de consumo han cambiado. Esta nueva realidad activa el esfuerzo sanitario de los gobiernos en el contexto de una crisis financiera y económica que afecta a la producción y demanda en múltiples sectores. Consecuentemente, la mayoría de las industrias deben esforzarse para mitigar los impactos de la recesión global resultante de dicha pandemia, así como comprender e identificar los nuevos comportamientos de los consumidores, y en particular las nuevas preferencias en su canasta de alimentos.

Así, puede constatarse que la pandemia incrementó significativamente las ventas por medio de plataformas digitales, que crecen sin detenerse. A lo largo de ese proceso, la relación que los consumidores establecen con las empresas proveedoras y sus marcas resulta vital, ya que seleccionan productos entre una variada oferta digital que se presenta en las redes de forma simultánea. Así, ante este nuevo contexto de incertidumbre, la mayoría de los hogares modificaron rápidamente sus volúmenes de adquisición de alimentos, para asegurar su disponibilidad por un periodo superior a lo habitual. Por ello puede hablarse de diferentes pautas de consumo, donde influyen factores emocionales, sociales, económicos y culturales, que los proveedores deben tener en cuenta. Cabe destacar que los consumidores concretan menor número de visitas a los supermercados, adquiriendo un mayor número de productos en cada una, aunque como consecuencia del deterioro en sus ingresos se inclinan por mercancías de menor valor. No obstante, continúan priorizando su confianza en determinadas empresas productoras y sus marcas, que asocian con la higiene de los mismos y el mantenimiento de su sabor.

A modo de ejemplo, puede mencionarse que la cadena de supermercados Walmart en Estados Unidos casi duplicó la facturación de órdenes por Internet, superando las estimaciones de ventas comparables en el segundo trimestre del presente año.

Asimismo, el comercio electrónico (e-commerce” evolucionó raudamente, dado que las cadenas de venta y distribución se han asociado con empresas líderes en el ámbito de la distribución y entrega (delivery) para poder brindar una respuesta eficiente a este nuevo tipo de demanda que involucra la entrega directa de los alimentos a los hogares, en muchos casos la única manera de muchos de ellos para poder abastecerse. Muchas empresas estiman que en el mediano y largo plazo esta tendencia no desaparecerá -por acostumbramiento de los consumidores- debiéndose prever la continuidad y mejora de las aplicaciones informáticas orientadas a los servicios de entrega a domicilio, tales como Rappi, Pedidos Ya y Uber Eats en Argentina, entre otros, ya sea desde el supermercado como de cadenas de restaurantes.

En conclusión, se observa hasta el presente un claro aumento en las diferentes formas de compra de alimentos por vía online, esperándose que una vez familiarizada la población con este sistema muy probablemente continúe utilizándolo en el futuro, aún una vez superada la pandemia. Ante dicha perspectiva, los analistas del sector estiman que, para mantener su competitividad, las empresas productoras de alimentos y bebidas deberán planificar adecuadamente una logística apropiada para enfrentar esta innovación en el consumo que requerirá un mejor acceso a los modernos canales de comercio electrónico.

En cuanto a la naturaleza de los alimentos mayormente seleccionados desde el origen de la pandemia, los consumidores se han centrado en adquirir productos no perecederos, lácteos y galletas, así como arroz y pastas. A su vez, se tiende a otorgar mayor relevancia a todos aquellos que puedan tener efectos beneficiosos sobre el sistema inmunológico, tales como los que suministran un nivel equilibrado y suficiente de nutrientes y micronutrientes, al mismo tiempo que las propuestas médicas promueven alcanzar una ingesta diaria adecuada de antioxidantes, prebióticos, fibras, hierro, zinc y vitaminas, entre otras.

Por el contrario, los consumidores han reducido sensiblemente -dado el negativo efecto de la pandemia sobre sus ingresos- las compras de productos de mayor valor agregado y marcas premium, dado su importante diferencial de precios, lo que afecta la demanda de algunos lácteos, por ejemplo.

De igual forma, se han restringido las comidas preparadas originadas fuera del hogar y de “delikatessen”, aspecto que puede verificarse en la baja de actividad de los pequeños proveedores barriales de platos preparados de tipo casero, así como de los diminutos establecimientos y supermercados de cercanía que incluyen venta de comidas listas por vía de su retiro directo (“take-away”).

Por su parte, el control higiénico de los propios alimentos, su empaque, el estado sanitario de los puntos de venta y los demás servicios vinculados a los alimentos han adquirido un especial interés para el consumidor, en la medida en que el peligro de infección volvió a ubicarse en la primera línea entre las contingencias para la salud, incluso por encima de otros riesgos alimentarios.

Considerando el diagnóstico precedente, parece necesario que las autoridades, la industria y asociaciones de la sociedad civil colaboren de forma mancomunada para desarrollar un mejor y más asequible abastecimiento (capaz al mismo tiempo de preservar la salud desde el punto de vista alimentario), a cuyo efecto se requieren construir estrategias efectivas de comunicación que contemplen las características socioeconómicas y culturales de la población objetivo.

Tal objetivo deberá probablemente convivir con los cambios que se insinúan en la producción de alimentos y bebidas, así como las transformaciones observadas en los hábitos de consumo, aunque el panorama resulta aún muy dinámico y por ello cualquier conclusión parecería prematura. No obstante, puede visualizarse a nivel mundial que la industria de alimentos y bebidas no podrá escapar a las complejidades de los respectivos mercados, acorde la evolución del singular entramado social, económico, financiero y político propio de cada país, acorde el cual se entrelazan cuestiones atinentes a la salud de la población con otras económicas asociadas a la subsistencia de las pequeñas y medianas empresas y el mantenimiento de los puestos de trabajo.

(*) Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la cual se desempeña

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