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Sin modernizar la economía, la recuperación laboral viene de la mano de la informalidad

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Jorge Colina 31 marzo de 2021

Por Jorge Colina (*)

El mercado laboral argentino no se terminó de recuperar del fuerte golpe que le dio el confinamiento. En el segundo trimestre de 2020, sólo en los grandes aglomerados urbanos (que es lo que releva el Indec), el empleo cayó en 2,5 millones de ocupados. Esto no se tradujo en mayor desempleo porque la gente pasó a la inactividad laboral. Otro dato: los ocupados que buscaban trabajar más (normalmente 20% de los ocupados) también cayeron en 1,2 millones. Es decir, en el peor momento del confinamiento, la gente dejó de trabajar, dejó de buscar más trabajo y se fue a la casa.

En el cuarto trimestre del 2020, el panorama cambió. Hay gente que salió de la inactividad laboral ?no todos, porque hay todavía 500 000 personas menos en la actividad laboral? a trabajar o buscar trabajo, y muchos no lo consiguieron. Por eso, el desempleo creció en más de 200.000 personas. La ocupación también se recuperó, pero no totalmente. A finales del 2020 todavía quedan 700.000 ocupados menos que en el 2019.

La recuperación, además, fue diferente según el tipo de empleo. Todos los cuentapropistas recuperaron el empleo. Los asalariados registrados se mantienen en unos 200.000 abajo, la mayoría del sector privado, ya que en el empleo público no hubo despidos. Ahora, a los que les está costando mucho recuperar el empleo es a los asalariados no registrados o “en negro”, que sólo en los grandes aglomerados urbanos todavía están unos 400.000 por debajo del cuarto trimestre del 2019.

Alguien podría pensar: “bueno, es buena noticia que haya menos empleo en negro porque sería la oportunidad de pasarlos a la formalidad”.

Podría serlo. Pero hay que actuar rápido porque toda esta gente que perdió el empleo asalariado “en negro” hoy está entre los 200.000 desocupados y los 500.000 que todavía se mantienen en la inactividad laboral. Como el empleo asalariado informal está muy asociado con la pobreza, muy frecuentemente esta gente pertenece a un hogar que cayó a la pobreza o se le profundizó la pobreza. En otras palabras, el haber perdido el empleo “en negro”, por mal empleo que sea, no está exento de costos.

Lo anterior significa que habría que crear rápidamente medio millón de trabajos formales en empresas privadas. En este punto, el principal escollo es la propia pandemia que no deja a las empresas recuperarse plenamente y porque se vendría una “segunda ola” que llevaría a restringir otra vez la actividad económica.

De todas formas, cuando se controle la pandemia, allí se podría aprovechar para generar puestos de trabajo formales en empresas privadas lo suficientemente abundantes como para incorporar a la formalidad a los que perdieron su empleo “en negro”, a los que perdieron también el empleo “en blanco” y a los nuevos entrantes al mercado laboral.

¿Qué habría que hacer para esto?

Habría que atraer inversiones privadas para las empresas existentes y crear nuevas empresas. Para ello habría que generar estabilidad macroeconómica, lo cual exige ordenar a los Estados nacional, provincial y municipal para que cierren sus déficits fiscales, con menor presión impositiva y den muchos mejores servicios públicos a la sociedad.

Las empresas también van a necesitar reglas de juego claras y predecibles en entornos de competencia transparente (lo contrario de abrumar con burocracia administrativa a las empresas para querer controlar lo que hacen), una justicia que actúe con transparencia, ajustada a derecho y probidad (más que estar enredándose en el lawfare), y muchísima más integración comercial con el mundo: Chile, por ejemplo, tiene tratados comerciales con el 67% de la población mundial, lo cual representa el 88% del PIB mundial y exporta más que Argentina, teniendo menos de la mitad de la población.

Después de todos estos ingredientes, hay que modernizar las instituciones laborales. Entre lo más importante está descentralizar la negociación colectiva a nivel de empresa (para que los sindicatos centrales no bloqueen empresas que cambian de dueño, que son precisamente las que están invirtiendo) y colocar mínimos no imponibles a las cargas sociales para favorecer la creación de nuevas empresas y a los emprendimientos de menor envergadura.

Como no se están haciendo estas cosas antedichas en Argentina, parece que los empleados “en negro” y “en blanco” que perdieron su trabajo con la pandemia y los nuevos ingresantes al mercado laboral, conseguirán empleo. Eso sí, en la informalidad.

(*) Idesa

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