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Los Fondos de Recuperación Europea: ¿cómo funcionan y por qué son históricos?

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18 marzo de 2021

Por Franco Marinone (*)

Tras una larga y dura negociación, el pasado 10 de febrero, se aprobaron los Fondos de Recuperación de la Unión Europea. En este momento, se espera que para abril éstos sean ratificados en los 27 parlamentos nacionales de la UE.

Los fondos incluyen una partida de 750.000 millones de euros para combatir las consecuencias económicas y sociales de la crisis del coronavirus. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, los definió como “históricos” por dos factores: en primer lugar, se rompe la tendencia de las políticas económicas de austeridad implementadas desde la última crisis en 2008. Por otro lado, la UE apuesta por posicionarse en el plano mundial como la cuna de los avances en materia de sostenibilidad ecológica e investigación científica.

Cambio de estrategia económica en el seno de la UE

La aprobación de estos fondos ha levantado muchas reservas en cuanto a su aplicación debido a la experiencia de los rescates financieros realizados durante la crisis del euro en 2010. Dichos salvatajes se caracterizaron por estar condicionados por políticas de reducción del gasto público, supervisadas por un rígido FMI. Su finalidad era salvar de la quiebra a los estados y bancos de los países que peor estaban sobrellevando la crisis del euro (véase Grecia, Portugal, Italia, España, Irlanda y Chipre). Debido a sus elevadas primas de riesgo y, por ende, las altas tasas de intereses sobre sus deudas, se volvía imposible refinanciarse de otro modo.

Los rescates no se hicieron por razones caritativas, sino más bien por una cuestión muy básica: si los países mencionados y sus bancos quebraban, los acreedores no volverían a ver el dinero que invirtieron. No es casualidad que la mayoría de los acreedores de estos países fueran principalmente de nacionalidades del norte de Europa, los cuales habían comprado deuda de los países de la periferia de la UE durante la primera década del presente siglo.

Actualmente la situación ha cambiado. Las primas de riesgo se encuentran controladas, y no hay grandes problemas para que los estados europeos se financien en el mercado. Ahora el dinero no se da para saldar las cuentas con los acreedores, sino para aumentar el gasto y la inversión pública, estrategia que venía reclamándose desde la última crisis, y que ahora se torna inevitable. A su vez los fondos están dirigidos a los 27 países de la UE, y van a ser financiados con emisión de deuda conjunta por parte del Banco Central Europeo, el único organismo acreditado para crear euros.

Frente a las políticas de austeridad y recortes en el sector público, ahora la comisión europea ha decidido suspender las reglas fiscales hasta finales de 2022. Esto implica que los países de la UE podrán endeudarse ilimitadamente con la finalidad de reactivar la economía.

Next Generation EU: la esperanza de la recuperación europea

Next Generation EU, el nombre con el que han sido bautizados estos fondos, se encuentran conformados por 750.000 millones de euros de los cuales el 45% será ya implementado en 2021. La suma total se dividirá en una inyección a fondo perdido, es decir, no tendrán que ser devueltos, y otro estímulo proveniente de préstamos que tendrán que ser reintegrados con el presupuesto comunitario a lo largo de los próximos 30 años. En esta ocasión, serán los Estados los que propongan en qué se invertirán las ayudas, y la comisión europea aceptará o no dichos proyectos, por lo que en primera instancia no podrán imponer ninguna medida a los países de la UE.

Las únicas condiciones que se han conocido hasta el momento para acceder a las ayudas, es que las medidas que se apliquen deben contribuir a una transición ecológica y digital. Asimismo, se deben seguir las recomendaciones que ofrece anualmente la comisión europea, entre las que destacan aumentar el gasto en I+D, reforzar el sistema sanitario y combatir la temporalidad laboral.

Es por ello que el 50% de los fondos se dedicarán a la modernización mediante proyectos de investigación, transición climática y digital, política agraria común, y lucha contra el cambio climático. Además, se impondrán nuevas figuras impositivas comunitarias como el impuesto al carbono o el impuesto al plástico de un solo uso. La UE intenta así posicionarse como punta de lanza del desarrollo científico y sostenibilidad ecológica.

La lentitud de las instituciones de la UE pone en riesgo la efectividad de un estímulo económico que es más necesario que nunca y que ya ha sido aplicado en otros países como EE.UU. y Reino Unido. A pesar de ello, la UE proyecta un crecimiento económico en la región del 3,7% en 2021 y 3,9% en 2022 mientras el FMI augura 4,2% y 3,6% respectivamente. Si a los fondos le sumamos el previsible aumento del gasto en consumo e inversión derivado de la liberalización del ahorro precaucionario y la normalización del funcionamiento de los agentes económicos, al menos a corto plazo, la situación debería mejorar en gran medida.

A pesar de las dudas que generan los fondos, sin duda suponen un avance en cohesión europea en comparación con la crisis pasada, un cambio en las políticas económicas de la UE y un horizonte para el posicionamiento de la región en el tablero mundial.

(*) Magister en Identidades e Integración Europea

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