El Economista - 70 años
Versión digital

vie 26 Abr

BUE 19°C

La insólita tragicomedia electoral de Estados Unidos

Screenshot-2020-11-08-at-10.17.20-1
Screenshot-2020-11-08-at-10.17.20-1
Atilio Molteni 16 noviembre de 2020

Por Atilio Molteni  Embajador

La conducta de Donald Trump, el mandatario de la primera potencia militar del planeta que desde el 4 de noviembre optó por ignorar los resultados de la elección presidencial que favorece a su oponente, no parece aportar un hecho digno de análisis con las herramientas de la política exterior. Tras las victorias registradas en Pensilvania y Arizona, el candidato demócrata Joseph ?Joe- Biden parecía ganar tal contienda por un margen de 290 a 217 votos electorales y por una diferencia superior a los 5 millones de votos ciudadanos. Si el 14 de diciembre el Consejo Electoral se guía por la tradición, y por los votos electorales que aporta cada Estado, Biden y su compañera de fórmula, Kamala Harris, habrán de encabezar el nuevo gobierno desde el próximo 20 de enero.

En la votación general (en la que participó el 67% de los inscriptos en una votación no obligatoria), Biden obtuvo 77,4 millones de votos a favor y Trump un poco más de 72,3 millones. Sin embargo, el candidato perdedor también hizo una buena elección al obtener más votos que los conseguidos por su fuerza en 2016, no obstante la pandemia, la crisis económico-social y el desgaste de cuatro años de Gobierno. Aunque todavía falta terminar el conteo de unos 5 millones de votos, vale la pena hacer un balance de la situación.

A once días de la victoria, Joe Biden recuperó, por estrecho margen, los electores de tres estados industriales del medio oeste que su partido había perdido (Pensilvania, Michigan y Wisconsin) y obtuvo un apoyo levemente mayoritario en un estado sureño como Georgia (tradicionalmente republicano, donde se va a realizar un nuevo conteo manual de votos).

Su partido logró imponerse en estados del sudoeste del país (Arizona y Nevada), además de ganar en todos los estados y en Washington (Distrito de Columbia) que son tradicionalmente demócratas. La mayoría de los que se consideraban estados muy significativos por oscilar en su voto y que cambiaron de partido, lo hicieron en favor de Biden.

Tanto en las grandes ciudades como en los suburbios, el Presidente electo resultó favorito de los votantes jóvenes, de las mujeres y de la mayoría de los afro-estadounidenses. No corrió igual suerte con el electorado de origen latinoamericano de Florida y Texas, el que se volcó a favor de Trump a pesar de lo pronósticos especializados. Esa tendencia se originó en las afirmaciones de que el Partido Demócrata, y su candidato, estaban condicionados por el ala progresista y no tenían políticas confiables acerca de los regímenes cubano y venezolano. En otros estados, esas comunidades apoyaron a Biden por estar más cerca de la cultura de los demócratas.

Asimismo, la votación demostró una vez más el fuerte vínculo del Presidente saliente con los grupos de raza blanca de las áreas rurales y de las zonas industriales deprimidas, que en 2016 desilusionados con el sistema político estadounidense le dieron su oportunidad de “Hacer América Grande de Nuevo” y aún simpatizan con el populismo económico y el nacionalismo autoritario de Trump.

El actual Presidente impuso, en el ala conservadora del Partido Republicano, nociones como la restricción al comercio internacional, el debilitamiento del papel de Estados Unidos en el mundo, la indiferencia hacia el orden liberal y el desprecio por el multilateralismo. Esa fuerza quedará contaminada por un legado que combina el “trumpismo” y la posición tradicional del partido, lo que supone afianzar una inquietante polarización y grandes dificultades para cerrar la grieta política del país.

En el período preelectoral, el jefe de la Casa Blanca había anticipado su rechazo al masivo voto por correo, opción que se extendió a varios estados a raíz de la pandemia, una onda que contrarió el deseo republicano de no facilitar la emisión del voto. Más de 103 de los 154 millones de votantes utilizaron esa vía.

Cuando la tendencia de los votantes de los estados adictos al apoyo pendular, los que suelen ser fundamentales en la contienda, insinuaron la posibilidad del triunfo demócrata, Trump expandió su campaña anti-correo alegando que le estaban robando la votación mediante fraude, una etiqueta que hasta ahora no pudo probar, y prometió acciones legales a todos los niveles. A partir de ahí su tesis fue que la elección no estaba terminada y no reconoció la derrota. Donald sigue la estrategia que Estados Unidos criticó “en hombre fuertes” de otros países como Bielorrusia y otros líderes criados con la mentalidad de la ex-Unión Soviética.

Sus primeros reclamos no tuvieron buena acogida procesal por la falta de pruebas, pero sus acciones continúan a través de presentaciones legales y relatos difundidos a través de las redes sociales y otros medios. Hasta el momento los estados continúan el proceso de certificación y las oficinas electorales afirman que ésta jornada fue las más segura de la historia.

El mandatario mencionó la posibilidad de llegar a la Corte Suprema, donde existe el precedente de la elección del 2000 cuando se consagró Presidente al candidato republicano George W. Bush (h), quien despojó al demócrata Al Gore de su victoria. Este pidió pero no obtuvo el recuento de votos, pero ese caso trataba una diferencia menor en el Estado de Florida.

Con igual frenesí, el jefe de la Casa Blanca despidió a la cúpula de la Secretaria de Defensa y de la seguridad con los que había tenido diferencias de opinión. La gente del Partido Republicano todavía no abandonó a Trump con excepción del expresidente Bush, algunos senadores y funcionarios de alto rango, a pesar de las numerosas felicitaciones que recibió Biden de los máximos dirigentes del mundo, incluido el Papa Francisco (salvo casos como los de China y Rusia), quienes dan por hecho el triunfo de Biden.

El líder de la mayoría republicana, senador Mitch McConnell, afirmó que Trump cuenta con el derecho de investigar las irregularidades y analizar sus opciones legales. El Procurador General, Bill Barr, autorizó al Departamento de Justicia a investigar los casos sustanciales de “ilegalidad”, mientras la Administración de Servicios Generales no reconoció todavía la victoria de Biden, decisión que atasca el proceso de transición gubernamental. La mayor provocación surgió del Secretario de Estado, Mike Pompeo, quien se declaró dispuesto a preparar la transición al segundo mandato del actual Presidente.

La mayoría de los analistas considera que este tembladeral es un ataque muy peligroso a las reglas escritas y no escritas de la democracia, uno de cuyos elementos es la aceptación de los claros resultados de una elección e imputan estos delirios al gigantesco narcisismo de Trump. Sostienen que nada de esto se basa en una estrategia razonable. En el mejor de los casos es un intento dirigido a condicionar al futuro Gobierno, a evitar los consensos de ambos Partidos en el Congreso y a influir sobre las elecciones de los dos senadores restantes de Georgia (en segunda ronda), lo que tiene importancia nacional por sus efectos sobre la posibilidad de alcanzar o no mayoría en el Senado del país.

Los demócratas tampoco lograron la supremacía que esperaban en el Senado, salvo una banca adicional de las tres que reflejan la superioridad republicana quienes conservan 50 bancas, ni repitieron el número de legisladores para disponer de abultada mayoría en la Cámara de Representantes (ahora son 218 contra 202 de los republicanos). Si los números legislativos de Biden no cambian, no le será fácil imponer sus propuestas parlamentarias ni contar con una dinámica política exterior.

Recién el 5 de enero se hará la segunda ronda para definir dos candidatos al Senado en el Estado de Georgia, pues ninguna de las fuerzas políticas superó el umbral de los 50% de votos requeridos. Se trata de un Estado muy conservador que esta vez votó en favor de Biden, con una gran población afro-estadounidense y de latinos, en la que los candidatos republicanos son débiles. En el caso que los dos oponentes demócratas triunfen, la composición de la Cámara Alta quedaría 50 contra 50, en cuyo caso puede desempatar la Vicepresidenta Kamala Harris en favor de su Partido. Pero existen situaciones en que son necesarios 60 votos para la adopción de acciones de procedimiento, un caudal que los demócratas no lograrán con facilidad.

El resultado final de esa votación regional puede limitar las ideas demócratas referidas al gran plan de estímulo para movilizar la economía; el programa gubernamental de empleos y mayores impuestos para las grandes fortunas, los grandes cambios en la legislación sanitaria y tanto el enfoque medio ambiental como otras iniciativas promovidas por el ala progresista del Partido demócrata.

La opción que exhibe el Presidente Biden sería aprobar Acciones Ejecutivas (son los DNU argentinos), que tienen efectos comparables a una ley en diversos campos como los referentes al clima, la educación, los servicios financieros, la lucha contra el Covid-19 (ahora alcanza a 130/150.000 nuevos casos diarios), la salud, y algunos temas vinculados con las relaciones exteriores y la defensa. De esta manera, la Casa Blanca podría unirse al Tratado de París sobre Cambio Climático, dejar sin efecto su alejamiento de la OMS (que se perfeccionaría en julio 2021), levantar restricciones discriminatorias contra la inmigración o patrocinar normas sobre el medio ambiente y la salud.

El 6 de enero de 2021 el Congreso reunido en una sesión conjunta tiene previsto proclamar al ganador. Cuando Biden asuma la presidencia el 20 de ese mes, concentrará sus decisiones al frente interno, a organizar su gobierno y a implementar su nuevo programa político y económico. Los problemas internacionales van a tener un enfoque gradualista y guardarán proporción directa con su importancia y gravedad.

El Presidente electo comenzó a analizar estas medidas y la eventual composición de su Gabinete ?que sería demostrativo de las diversas tendencias de su Partido-, durante el período que debería ser el de la transición de gobierno. Pero en los dos meses restantes en que Trump va a estar en la Casa Blanca, su capacidad de esmerilar el futuro del país y de su democracia, puede no ser marginal.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés