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George Akerlof y el crimen de María Marta

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24 noviembre de 2020

Por Pablo Mira  Docente e Investigador de la UBA

Días atrás, se llevó a cabo (en modo virtual) la LV Reunión Anual de Economía Política, variante que permitió contar con conferencias notables como la de la economista argentina Marina Halac, reconocida mundialmente y seria candidata al Nobel. El invitado más famoso fue George Akerlof, galardonado con el Premio Nobel en 2001, compartido nada menos que con Joseph Stiglitz.

Akerlof tuvo la extraordinaria virtud de inventar nuevas formas de entender la economía. Tomó conceptos de otras disciplinas sociales y los incorporó para enriquecer las conclusiones de la disciplina. El Nobel, sin embargo, se le otorgó por un estudio específico sobre información asimétrica aplicado al mercado de autos usados “truchos” o “fallados”, que en Estados Unidos se conocen como “lemons”.

La idea es simple y profunda: si el comprador no conoce la calidad de un auto usado, entonces ofrece poco por las dudas y, por tanto, los autos vendibles en el mercado a un precio razonable serán más “lemons” que buenos. En su último libro con Robert Shiller (“La Economía de la Manipulación”), Akerlof extiende el argumento a las empresas, explicando que es normal que se aprovechen de sus clientes. La idea es que si es cierto que los consumidores tienen fallos cognitivos, y si las empresas son más racionales que ellos, entonces las firmas explotarán estos errores y tratarán de aplicar técnicas para manipular sus elecciones. Si una empresa no aprovecha estas limitaciones, seguramente otra lo hará, porque los sesgos cognitivos no desaparecen. Esto nos deposita en una suerte de “equilibrio de manipulación” donde, finalmente, los consumidores terminan perjudicados. La charla del jueves, que está disponible en la red, trató sobre este tema.

Otra contribución de Akerlof, quizás la más desafiante, fue su interés por incorporar al ámbito de la macroeconomía consideraciones psicológicas y sociológicas. Su conferencia Nobel y su libro “Animal Spirits” (también en coautoría con Shiller) ilustran la relevancia del proyecto. Un aspecto enfatizado por Akerlof es la pérdida de la motivación en el análisis macro basado en las decisiones individuales. La teoría usual asume que las personas maximizan su utilidad individual (su orden de preferencias), pero Akerlof indica que la gente también tiene opiniones sobre cómo debería (o no) comportarse uno mismo, y cómo deberían (o no) comportarse los demás. Estas opiniones están esculpidas por las normas, que pueden ser buenas o malas, pero ocupan un lugar central en nuestras decisiones. Religión, tribus, estatus social (o civil), género e identidad política son algunas fuentes de normas que guían la conducta. Akerlof señala que cuando se aplica la motivación a las elecciones humanas, muchas teorías macroeconómicas tienen consecuencias distintas a las tradicionales.

Podemos ilustrar la importancia de la motivación con la serie “Carmel”, que narra la investigación y el juicio tras la muerte de María Marta García Belsunce. El documental ofrece un montón de pistas interesantes, pero lo que sobresale es que nadie, ni siquiera quienes condenaron al exmarido de María Marta, conocían la motivación del crimen. En un episodio, el fiscal de la causa, Diego Molina

Pico, reconoce explícitamente que él no puede explicar la motivación del trágico desenlace, pero que los detalles técnicos de la investigación derivaban indefectiblemente en la culpabilidad de la familia. En principio, esto parece bastar para condenar a alguien, pues no se castiga el motivo sino el hecho en sí. Pero la presencia o ausencia de motivos permiten entender y justificar mejor los procesos decisorios, pues le dan coherencia a los actos, y los impregnan de una narrativa que permite encajarlos con lo que sabemos acerca de la naturaleza humana. La falta de motivación contribuyó a que otros jueces luego revirtieran la sentencia, amparados en que la ausencia de una explicación suficiente (un “móvil”) hacía más difícil justificar una condena ante la sociedad.

El crimen de María Marta da lugar a infinitas teorías y discusiones porque se trata de un hecho totalmente inexplicable e inesperado, por las características del entorno. Cuando los narcos asesinan a un jugador de fútbol de su Selección tras un error que los dejó fuera de un Mundial, la sociedad reacciona con repudio pero no con sorpresa pues, por más lejana que sea a nuestro comportamiento, entendemos la motivación. Si el fiscal de la causa de María Marta hubiera sido Akerlof, seguramente habría puesto menos énfasis en determinar las pistas técnicas del encubrimiento, y más esfuerzo en buscar el móvil del asesinato.

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