Otro octubre impar en el que se tiraron los dados electorales. A la luz de la duodécima elección de medio término desde el retorno democrático, pueden extraerse tres lecciones cruciales para comprender el futuro que se cocina en diciembre, si queremos dejar de caer —una vez más— ante los gurúes de lo obvio (ya que ahora los encuestadores, a diferencia de la democracia, no dan resultados).
Lección número uno.
El electorado argentino es mucho más sofisticado de lo que los opinadores de café suelen admitir. Se terminó la idea de que solo el portador del pasaporte porteño posee criterio político refinado. Hoy, el votante argentino, con o sin boleta única, con intendente ausente o presente (que influye, pero no determina), puede votar a un color político para que le tape los baches y arregle la luminaria, a otro para que gobierne el territorio, a un tercero para la presidencia y a un cuarto para el Congreso. Dudas ya no quedan: el votante argentino puede ser muchas cosas, pero no es ignorante. Los políticos, tarde o temprano, tomarán nota de ello.
Lección número dos.
Frente al flagelo de la inflación que viene castigando a los argentinos desde 2007, el voto se ha tornado resultadista. Así como en El Salvador la sociedad exigía una solución en materia de seguridad hasta que Bukele la ofreció —con discutibles daños colaterales, pero con resultados tangibles—, en el Río de la Plata ocurre algo similar con Milei y la inflación que vapuleó a dos generaciones. Poco importaron las acusaciones a sus candidatos o los recortes en áreas sensibles: la gente votó al resultado. ¿Por qué? Porque democracy has to deliver.
Lección número tres.
Esta última puede formularse como una pregunta: ¿qué caraj* le pasa al peronismo que no da pie con bola hace tres elecciones? En otras palabras —para quienes no dominan el castellano metafórico y encriptado—, ¿cómo se explica que un movimiento históricamente verticalista atraviese una crisis interna tan profunda que lo horizontaliza hasta disolver cualquier liderazgo nítido o proyecto reconocible? Desde el gobierno de Fernández, el peronismo parece haber perdido toda conexión con la realidad social y política de las mayorías. De ahí que haya sido derrotado en tres actos consecutivos: las legislativas de 2021, las presidenciales de 2023 y las de medio término de 2025.
Consecuentemente, Milei obtuvo un triunfo arrasador que lo libera de depender de un gran centrão a la brasileña, como se presentaba Provincias Unidas —junto a otros candidatos mediáticamente sobrevaluados—, y le abre el camino para aprobar en diciembre no solo el presupuesto, sino también el tridente reformista de segunda generación en una Ley Bases, tomo II: las reformas laboral, impositiva y previsional. El costo de transacción se redujo y la negociación hoy es más barata. Salvo el kirchnerismo, todo el arco político parece haber comprendido que son imprescindibles, porque —una vez más— democracy has to deliver.