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Sintonizar con el voto barrani será decisivo en 2023

El pueblo no quiere marchar con los dirigentes a la cabeza ni con la cabeza de los dirigentes, sino sin sus dirigentes

Sintonizar con el voto barrani será decisivo en 2023
Daniel Montoya 08 enero de 2023

"No hay nene que no tenga tu remera, que sea la original, la trucha o la inventada...". Si Sofía Martínez se lo dijo a nuestro Messias queriendo, sin querer o sin querer queriendo, ¿qué importa a esta altura dónde no podemos parar de festejar la copa mundial después de 36 años de sequía y tras dos intentos malogrados bajo la batuta de Diego en 1990 y de Lionel en 2014? El dato central es que la periodista que se destacó tanto en la cobertura mundialista de la TV Pública en Qatar estaba pronunciando con naturalidad ¡y ante Messi! dos palabras mágicas de época: "remera trucha".

Quienes fuimos parte de los cinco millones de compatriotas pero también de los hinchas de Argentina de cualquier origen que salimos como locos a la calle el día histórico del regreso de nuestros héroes de Qatar fuimos testigos de un milagro tanto en la Avenida 9 de Julio como en cualquiera de los sitios dónde se agolpó gente para ver la caravana de los jugadores: la camiseta de la multinacional Adidas que salía a la venta el 26 de diciembre ya estaba en las calles de Buenos Aires así como en los miles de canales de distribución informales el martes 20 del mismo mes. 

¡Casi una semana antes! ¿Qué mayor test de vitalidad de nuestra economía subterránea o barrani que semejante exhibición de una maquinaria que supone una cadena que abarca desde el acceso a insumos, transporte, talleres de confección, mano de obra, canales de distribución, promociones físicas así como virtuales y, por último, medios de pago modernos como los que manejan la mayoría de los vendedores ambulantes en cualquier gran ciudad o pequeño pueblo argentino? 

En la práctica, semejante complementación espontánea funciona como una joint venture entre los talleres textiles barrani de Floresta et al y las plataformas tecnológicas de punta tipo Mercado Libre y Ualá, Marcos Galperín y Pierpaolo Barbieri conducción.

Vale decir, dicho circuito no sólo alcanzó al mundo de la indumentaria deportiva sino a todo el circuito gastronómico y de cotillón para fiestas dónde pudimos presenciar una enorme relojería en funcionamiento que comprendía desde acceso a insumos varios, vehículos de transporte y apoyo, heladeras comunes de picnic en simultáneo a otras alimentadas por electricidad, parrillas, atención física en los puestos pero también con apoyo afuera para administrar la reposición de faltantes, etc. En una palabra, toda una industria que los analistas y expertos se pelearán por rotular como economía popular, subterránea, informal, barrani Maslatón dixit y que, en lo relativo a la política pública, dispara ácidas polémicas que involucran a dirigentes empresariales y políticos cuyas posturas oscilan entre el estímulo, el consentimiento, la vista gorda y, en el extremo, la negación y el combate directo a su existencia. 

En ese plano, hay aproximaciones para todos los gustos y lo previsible es que tales posiciones sean en gran medida explicadas por la base social y económica dónde opera cada uno de esos dirigentes. Soñar por ejemplo con la promoción y el desarrollo de actividades económicas conectadas con los circuitos más dinámicos de la economía internacional en la zona sur del área metropolitana más castigada por el ocaso del modelo de sustitución de importaciones a principios de los años '70, más que un sueño puede ser un delirio predestinado a un fracaso con final amargo.

Cualquier análisis o plan diseñado con los pies en la tierra debería partir de la consigna "todo en su medida y armoniosamente". Por supuesto, la historia es otra cuando pensamos en aquellas actividades con asiento físico en el corredor que comprende los barrios más acomodados de la ciudad de Buenos Aires hasta el primer cinturón de la zona Norte. Ahí el debate corriente tiene mucho más que ver con los parámetros de una economía formal dónde predominan palabras clave como salario, aguinaldo, impuesto a las ganancias, prepaga y cosas por el estilo.

El Muro de Berlín de las paritarias

En lo que toca a la inflación en particular, el muro que separa a ambos mundos son las paritarias. Mientras que los asalariados públicos y privados vienen en una lucha cuerpo a cuerpo versus la inflación, hasta ganándole por unos cuerpos en algunos gremios, el mundo barrani o no registrado como le llaman quienes provienen del paño técnico estiman algunos analistas que perdió durante 2022 alrededor del 20% en términos de poder adquisitivo. No obstante ello, vale destacar un rasgo central de esta historia mundialista: al igual que los millones de argentinos que salieron a las calles sin esperar ninguna indicación de su dirigencia política, está claro que todo este mundo creció, prosperó y se desarrolló al costado, al margen o al desamparo del Estado

¿Pueden ser receptores de algún plan social? Sí claro, pero si hay algo que dejaron en claro las jornadas festivas mundialistas es que este mundo barrani de ninguna manera se queda en una actitud pasiva a raíz de contar con alguna asistencia pública sino, por el contrario, toma la delantera y sale a poner el cuero a diario en la calle en cualquier nicho que la oportunidad ofrezca. ¿Cantan a coro con Divididos "tenemo' la bola bien llena la nuestra"? Es posible, como también es factible que alimenten el crecimiento de líderes del voto bronca como Javier Milei pero en un contexto general dónde vale aclarar algo importante: no hay en Argentina un clima "que se vayan todos" tipo 2001. No hay nada que indique ello. 

Sí corresponde hablar de un profundo proceso de desenganche de la sociedad con la clase política. Enojarse implica esperar algo de alguien y eso es precisamente lo que hoy no ocurre aquí. Nadie espera demasiado de la dirigencia política. ¿Se sostendrá este clima por mucho tiempo? Sí y no. Sí en el sentido que nadie aguarda ningún proyecto salvador o medida mágica como ocurrió en otras elecciones del pasado. 

"Con la democracia se come, se cura y se educa", "revolución productiva", "voy a terminar con la fiesta para unos pocos", "Cristina, Cobos y vos", "quiero que me juzguen por la pobreza", "vuelve el asado". En la Argentina actual hay poca gente proclive a tragarse esos slogans políticos con sabor a día del inocente. No obstante, los argentinos también demostramos que nos gusta mucho votar y que sin perjuicio de que no estemos muy predispuestos a tragarnos esas píldoras rancias, sí estamos muy atentos a ejercer el derecho de veto más que el de voto.

En tal aspecto, si de guadaña se trata, los aspirantes a ejercer desde las máximas a las mínimas responsabilidades deberán mirar con mucha atención al guadañazo del voto barrani, es decir, el de ese sector que alimenta en modo relojería el gran mundo de la economía informal, que no esperó ninguna señal de la política para poner primera y que, parafraseando a Charly García, le siguen pegando abajo. Quien logre sintonizar con el estado de ánimo de ese gran sector social que demostró una vitalidad a prueba de balas en el momento que Lionel nos trajo la copa quizás tenga la llave para alzarse con la victoria en octubre o noviembre próximo. Ojo, sintonizar, no mucho más que eso.

En particular, hay una frase de Perón que hoy demanda actualización: ni el pueblo quiere marchar con los dirigentes a la cabeza ni con la cabeza de los dirigentes, sino sin sus dirigentes que hoy están sin excepción en probation y que, parafraseando a Borges, la gente ya piensa a esta altura que no son ni buenos ni malos sino incorregibles. Más aún, prescindibles, son parte de un decorado decadente al igual que la mayoría de los legisladores, jueces o gremialistas. Mientras más lejos estén, mejor, tal como ocurrió en las ya inmortales jornadas mundialistas.

In honorem Messi, Scaloni y Chiqui Tapia, gloria eterna y loor.

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