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Paridad y polarización a treinta días de las primarias

Aunque las PASO del 11 de agosto no deciden nada, paradójicamente pueden decidirlo todo. Sus resultados serán el insumo fundamental con el que inversores y electores decidirán su comportamiento a partir de la mañana del 12 de agosto y de cara al 27 de octubre.

12 julio de 2019

Por Nicolás Solari Director de RTD

En las últimas semanas el tracking diario de RTD viene constatando un reacomodamiento de las preferencias de los argentinos frente a la elección presidencial. En rigor son dos procesos que ocurren de forma simultánea, configurando un nuevo ordenamiento electoral. Por un lado, el voto ha tendido a concentrarse mayoritariamente en las candidaturas de Mauricio Macri y Alberto Fernández en detrimento de las terceras fuerzas. Por el otro, el oficialismo ha recortado la desventaja inicial que le llevaba el kirchnerismo y que en algún momento del año alcanzó los ocho puntos.

La polarización aparece como una reacción a la sutura de la grieta, ejecutada desde ambos extremos del espectro político en un juego de espejos. La nominación del moderado Alberto Fernández fue, sin duda, el hecho desencadenante, en tanto que corrió de la escena a la ex presidenta Cristina Kirchner, el factor más divisivo de la política argentina. La elección del moderado Miguel Angel Pichetto como compañero de Mauricio Macri fue el golpe final a quienes aspiraban a mediar entre macristas y kirchnerista ocupando el centro del espectro. Sin el apoyo de actores de peso, vaciado de dirigentes y contenidos, y con un armado político carente de generosidad, la candidatura de Lavagna puso proa hacia un poco auspicioso final.

La polarización de la elección viene acompañada por una creciente paridad entre las dos principales ofertas electorales, en lo que constituye la principal novedad del estudio de RTD que hoy El Economista publica en exclusiva. La candidatura oficialista se benefició de un mejor clima social que se hace inexplicable sin las señales que emergen desde la esfera económica. La tranquilidad cambiaria, el paulatino descenso de la inflación, los incentivos al consumo mediante los créditos personales de la Anses y el Plan Ahora 12, sumado al congelamiento tarifario y los Precios Esenciales, parecen estar dando sus frutos. En efecto, desde abril de este año, cuando los indicadores de clima social y de apoyo al gobierno registraron su piso, hubo una clara recomposición de la opinión pública. La percepción positiva sobre la situación del país subió en sesenta días del 18% a 28%, mientras que las expectativas favorables para el próximo año escalaron de 22% a 36% (ayudadas, es cierto, por la ilusión que genera la elección entre los opositores al gobierno de Macri). Además, la aprobación al Gobierno de Macri subió de 26 puntos en abril a los 37 puntos actuales. Son ascensos importantes que, si bien no terminan de transformar un escenario aún adverso para el Gobierno, generan un marco más auspicioso para el desarrollo de la campaña oficialista.

La paridad y polarización electorales acrecientan la paradójica importancia de la primaria que tendrá lugar en apenas treinta días. Aunque las PASO no deciden nada, lo pueden decidir todo. Sus resultados serán el insumo fundamental con el que inversores y electores decidirán su comportamiento a partir de la mañana del 12 de agosto. Entre la codicia y el temor, los mercados configurarán el contexto de la elección, mientras que para algunos ciudadanos será momento de repensar su voto estratégico. En esas cavilaciones no habrá codicia, solo temor.

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