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Política exterior

Los primeros trazos de la política exterior en los tiempos de Javier Milei

Esperamos que exista una dosis más significativa de pragmatismo y que ella permita la construcción de una vinculación externa menos ideológica y más precisa.

Javier Milei con todos los jefes de Estado y Gobierno que participaron de la asunción.
Javier Milei con todos los jefes de Estado y Gobierno que participaron de la asunción.
Alejandro Simonoff 10 enero de 2024

Realizar una evaluación de la política exterior de Javier Milei en su primer mes de gestión resulta un desafío interesante. Para esta aproximación daremos cuenta de cuatro puntos significativos que nos permitan efectuar un análisis: hacia qué tipo de globalización se dirige, cuál es su posición frente al polo alternativo que se delinea, qué tipo de política regional impulsa y su posición frente a la cuestión Malvinas.

El grado de globalización se debe fundamentalmente a qué tipo de diseño económico responde esa política exterior, en este caso están vinculados a un modelo de acumulación financiera con lazos en los agronegocios y, por lo tanto, apuntan a una mayor apertura, como reflejan algún pasaje de su Plan de Gobierno, donde se hablaba de una apertura "unilateral a la chilena" -construida en un contexto muy diferente al actual-, y reforzado tanto por las modificaciones al Código Aduanero en el DNU 70/2023, como por el anuncio de comenzar el ingreso a la OCDE, un club de países neoliberal.

Desde lo político, en el mismo documento se sostuvo que "la alineación en materia de relaciones exteriores con todas las causas democráticas del mundo". Milei lo precisó al decir que ese alineamiento será con Estados Unidos e Israel, un posicionamiento típico de las nuevas derechas. 

Sin embargo, existen múltiples desafíos que pueden tener estas estrategias hacia Washington, cuando quien gobierna no es Donald Trump, sino Joe Biden, con quien puede pueden existir desavenencias en cuestiones como el cambio climático, la defensa de la democracia y los derechos humanos. 

El enfoque de La Libertad Avanza (LLA) devela la creencia en la existencia de un sistema de alianzas rígidas como en la Guerra Fría: ello es muy claro en sus gestos ante las guerras en Ucrania y Gaza. Por ello no resulta extraño que cuando el primer mandatario era candidato haya lanzado como definición "no negocio con comunistas", cuestión que afectaría nuestras relaciones tanto con China como con Brasil, nuestros dos principales socios comerciales.

La canciller, Diana Mondino y el presidente, Javier Milei.
La canciller, Diana Mondino y el presidente, Javier Milei.

Este camino determina una mirada de indiferencia u oposición sobre la potencia emergente o alternativa, China, como se observa en diversos coqueteos con los representantes de Taiwán, una línea roja para Beijing, quien no es solamente un importante socio comercial, sino financiero: la no ampliación del Swap es una muestra. 

Y vinculado a esto nos encontramos el rechazo a la invitación a formar parte de los BRICS que delinea una estrategia de aislamiento y rechazo más amplio que a la potencia asiática, sino al Sur Global en su conjunto. Creemos que esto se fundamenta en la reivindicación de la Argentina como parte del núcleo de potencias tradicionales, sin considerar ciertas particularidades, como el hecho de ser un país periférico.

Existe una falta de prioridad regional observada en la funcionalización de nuestra área más próxima a la agenda de seguridad y económica propuesta por Washington. En el sistema interamericano privilegian a la OEA -instrumento medular de las políticas norteamericanas hacia el área-, en detrimento de otros como la CELAC o la UNASUR, sobre los cuales se anunció que está en estudio su salida. 

Con respecto al Mercosur, el anarcocapitalista lo definió como una unión aduanera "de mala calidad que produce desvío de comercio y que perjudica a cada uno de sus miembros", lejos del consenso existente en torno a ser un instrumento de inserción internacional que existió hasta el momento en el país. 

Deslizó que impulsaría el anunciado acuerdo con la Unión Europea, con el cual buscan consolidar aquel modo de globalización, e incluso que podría articular acuerdos comerciales por fuera, como lo ha intentado el uruguayo Lacalle Pou, o eliminarlo, un viejo sueño de Domingo Cavallo.

Como producto de toda esta situación observamos el debilitamiento del eje con Brasil, una de las construcciones más importantes en estos cuarenta años de democracia, debido a la preferencia del argentino por Jair Bolsonaro en detrimento de Lula, aunque no sería una situación nueva, ya que hemos pasado por ello durante la gestión de Mauricio Macri hasta el impeachment a Dilma Rousseff y con Alberto Fernández hasta que el primero dejó de ser presidente.

malvinas
 

La posición sobre la Cuestión Malvinas tomó notoriedad en la campaña, a partir de un reportaje en The Telegraph a la actual canciller, Diana Mondino. Allí sostuvo que: "Los derechos de los isleños van a ser respetados, deben ser respetados y no se les puede faltar el respeto".

En esa expresión existió cierta falta de precisión por la ausencia de la diferenciación entre intereses y deseos de los malvinenses sustentada desde la 2065 por la Argentina y que con ella se aleja del consenso político expresado en la disposición transitoria primera de la Constitución de 1994.

Está claro, y a pesar de cierta retracción de la globalización extrema desde 2008, el Gobierno de LLA busca profundizar el ingreso a ella y a partir de allí articulan el resto de su estrategia internacional: alineamiento acrítico con Occidente, o lo que creen que es; el rechazo a China como polo emergente; en el mejor de los casos reducir la integración regional a un puente con aquel proceso y una despreocupación por la cuestión territorial.

Si bien las primeras acciones confirman los grandes lineamientos expresados durante la campaña electoral, su cumplimiento no garantiza un desarrollo eficiente de nuestras vinculaciones externas, es más, podría generar problemas de sobreactuación con costos innecesarios.

Por eso esperamos que con el correr del tiempo exista una dosis más significativa de pragmatismo y que ella permita la construcción de una vinculación externa menos ideológica y más precisa acorde a los requerimientos de un país periférico como la Argentina.

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