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Reportaje al presidente del CARI

"La nueva derecha es más conservadora y, a diferencia del pasado, ahora es anti elitista"

El Economista dialogó con Francisco de Santibañes sobre el nuevo orden mundial y el rol de Argentina.

Franciso de Santibañes posa con el retrato del fundador del CARI, el embajador Carlos Muñiz.
Franciso de Santibañes posa con el retrato del fundador del CARI, el embajador Carlos Muñiz. .
Damián Cichero 26 diciembre de 2023

Ya no caben dudas de que el mundo está ingresando en una etapa mucho más turbulenta, en la que distintos tipos de shocks, como pandemias o guerras, impactarán de lleno en la economía internacional. 

Y como consecuencia de la crisis económica, la cual ya lleva varios años, el malestar de las poblaciones también va en aumento, generando importantes niveles de tensión y polarización interna en casi todos los países del mundo.

Sin dudas, algunos países, principalmente los desarrollados, tienen herramientas para enfrentar la crisis. Sin embargo, otros, como Argentina, no solo deben lidiar con los desafíos del sistema internacional, sino también con sus problemas estructurales internos. 

Por ello, en un momento en el que Javier Milei ha asumido como presidente, la gran cuestión es cómo el flamante mandatario intentará sacar al país de la crisis, mientras aplica una política exterior muy diferente a la del último gobierno. 

Intentando responder este interrogante, y también buscando esclarecer a qué desafíos se enfrenta el país a nivel internacional, El Economista dialogó en exclusiva con Francisco de Santibañes, presidente del CARI, quien recientemente publicó, junto a Lucio Castro, el libro "Estrategia Argentina. Un nuevo acuerdo para el desarrollo".

En tu último libro, se destaca que se necesitan consensos a largo plazo para que el país se desarrolle. ¿Cómo se logra esto? 

El libro se centra en la importancia que tiene que las clases dirigentes logren salirse de la coyuntura, algo que no es fácil en el caso de Argentina debido a que, al estar constantemente en crisis, los dirigentes se acostumbraron a pensar a corto plazo.

El otro punto central del libro es que necesitamos consensos, ya que, en caso contrario, no hay continuidad y tanto en política exterior como en economía se necesitan reglas de juego claras. De otra forma, no te convertís en un socio confiable para el resto de los países.

Para lograrlo hay distintos modelos: uno que se basa en alcanzar acuerdos con la oposición, mientras que existe otro en donde el gobierno que gana una elección lleva adelante una agenda sin tener consenso y, con el paso del tiempo, la oposición se suma a ese proyecto. Esto último pasó en Estados Unidos, con presidentes como Roosevelt, Eisenhower y Reagan, o en el Reino Unido con Thatcher. 

Si bien no sabemos cuál es la mejor forma, daría la impresión de que el gobierno actual está impulsando una agenda muy ambiciosa, más allá de los consensos, aunque aún es muy prematuro para saber cuál va a ser su estrategia. 

A grandes rasgos, Argentina tendría que observar a otros países medios, lo cual es una definición amplia, ya que incluye a países que están en la OCDE, algunos cercanos a Occidente, como Australia y Nueva Zelanda, pero también a otros, como India e Israel. 

Estamos en una etapa en la que la región está en crisis y no hay ejemplos claros de éxito, como en su momento podía ser Chile. 

Esto nos obliga a analizar otros casos y observar cuáles fueron exitosos y por qué, para que ese conocimiento le llegue a la dirigencia. 

¿La falta de una clara estrategia de desarrollo está vinculada con la creciente polarización a nivel mundial? Todo parece blanco o negro. 

Políticamente es muy difícil adoptar una posición de centro, ya que en este proceso de polarización este tipo de opciones quedan marginadas. 

Lo que estamos observando es que hay una transformación de la derecha, pasando de ser una derecha más liberal y de centro a una más conservadora pero, a diferencia del pasado, ahora es anti elitista y acusa al establishment de la actual crisis, como es el caso de Milei hablando de la "casta".

Y la derecha más liberal está en retirada, siendo Macron o Biden ejemplos de ella, pero ya sin la fuerza de antes.

Por su parte, la izquierda también se está transformando, se encuentra claramente a la defensiva, y por eso surge una nueva izquierda más identitaria y centrada en temas culturales. 

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Franciso de Santibañes posa con el retrato del fundador del CARI, el embajador Carlos Muñiz.

¿A qué se debe esta reconversión de la derecha?

Hay un establishment que se alejó demasiado de Occidente y perdió empatía con la sociedad. Muchos de los problemas que atravesaba la población norteamericana no fueron vistos por el Partido Demócrata y eso provocó el surgimiento de Trump.

No se abordó la cuestión de la automatización y cómo reinsertar a los antiguos obreros industriales, ni otros temas más sensibles, como la inmigración ilegal o el creciente consumo de la droga.

Estos son todos puntos que la elite prefirió desconocer y no solo pasó en EE.UU., sino en otros países como el Reino Unido, lo que terminó derivando en el Brexit. La clase dirigente perdió la capacidad de entender cuáles eran los deseos y preocupaciones de la población, y hasta que eso no se resuelva el descontento social irá en aumento, afectando valores e instituciones.

¿Los crecientes conflictos entre los Estados son una respuesta a esta insatisfacción con el orden liberal?

Este es un período de transición. Hasta hace algunos años, estaba claro que había un orden establecido que era el liberal y sus tres pilares fundamentales: la promoción de la democracia, la globalización y el fomento de las instituciones internacionales, como el FMI o el Banco Mundial.

Pero todo eso hoy está siendo cuestionado, principalmente por lo que es el cambio en la distribución de poder a nivel mundial, con el crecimiento de China y otros países emergentes, como Rusia.

A diferencia de lo que se pensaba, China no adoptó la democracia liberal internamente, a lo que se suma el cuestionamiento desde el propio Occidente, como ocurrió con Trump, lo que generó una crisis interna.

Yo creo que son estos períodos de transiciones los que aumentan la conflictividad, ya que hay mucha incertidumbre y no se sabe qué va a pasar ni cómo van a actuar otros países.

La clase dirigente perdió la capacidad de entender cuáles eran los deseos y preocupaciones de la población

Ante el complicado contexto, ¿cómo debe manejarse Argentina? 

Argentina necesita una estrategia con altos niveles de consenso para mantenerla en el tiempo, lo que también la obligará a tener instituciones para poder llevarla a la práctica.

Uno puede tener una estrategia perfecta, pero, si no se cuenta con los mecanismos adecuados para implementarla, todo queda en un ejercicio intelectual. 

Todo esto implica un cuerpo diplomático profesional, fuerzas armadas preparadas, capacidad de actuar, entre otras cosas. 

Argentina debería apuntar a tener buenas relaciones con la mayor cantidad de países posibles porque es un país subdesarrollado que necesita inversiones e incrementar su comercio. 

También debería preservar la paz en la región, lo que es un gran logro y eso es, principalmente, gracias a la buena relación con Brasil, que se sustenta en compartir políticas de Estado.

Hay que apostar por el multilateralismo, lo que a países como Argentina les da voz y voto, ya que, de otra forma, quedamos en el medio de las disputas entre las grandes potencias.

A nivel mundial, se está observando una creciente apuesta por el regionalismo. ¿Argentina debe seguir ese camino? 

Argentina tiene una postura global y, comercialmente hablando, dependemos más del resto del mundo que de la región. Por ello, tenemos que apostar por países como Brasil y Chile, pero también por Vietnam, India, China, Estados Unidos, entre otros. 

Es importante intentar cerrar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, ya que nuestra posición se fortalece si estamos junto a Brasil. Y también habría que negociar en conjunto desde el bloque con China y EE.UU.

Pero será fundamental seguir los flujos comerciales, ya que nuestros grandes mercados futuros están en muchos países del sudeste asiático, que hoy no están tan presentes en la discusión.

Respecto al acuerdo UE-Mercosur, la gran dificultad es la posición de algunos países, principalmente por la cuestión agrícola. Por ello, la clave está en convencer a Francia de que no se oponga, lo cual no es fácil, por la histórica política doméstica francesa de cierto nivel de proteccionismo. 

Me cuesta creer que el acuerdo se haga realidad si un país tan importante como Francia no está de acuerdo. 

Pero, más allá de lo comercial, que el acuerdo se ratifique sería muy importante por las reglas de juego, ya que de esta forma aumentarán las inversiones, tanto las extranjeras como la de los propios argentinos, porque habrá mucha previsibilidad. 

Además, el acuerdo permitirá mantener vivo al Mercosur, puesto que sería un premio que incentivaría al resto de los países a seguir trabajando juntos. Pero, si el acuerdo se cae, la crisis podría ser mayor. 

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¿El bloque ha quedado desactualizado? 

El bloque es una unión aduanera imperfecta que, cuando se creó, seguía los lineamientos de lo que estaba pasando en otras regiones. Pero, con el paso del tiempo, quedó desactualizado.

Hoy en día, el mundo está yendo hacia otros modelos en los cuales se busca tener más controles sobre las cadenas globales de valor por cuestiones estratégicas.

Además, hay una nueva generación de acuerdos, distintos a los de libre comercio, que facilitan el intercambio tecnológico y de servicios. Esto último está principalmente relacionado con que es muy difícil que EE.UU. apruebe TLC.

Son acuerdos menos ambiciosos, pero que generan incentivos para que las empresas de los países desarrollados y emergentes inviertan en otras regiones como Argentina.

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