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La necesidad de conformar un "centro imprescindible"

Es necesario consolidar una moderna y plural fuerza de “centro imprescindible” con valores ciudadanos y republicanos, alternativa a las que en las últimas dos décadas han concentrado en conjunto casi el 90% de las voluntades

La fuerza debe conciliar los intereses más sanos de los argentinos: estudiar, trabajar, producir y acceder a la vivienda, a la salud y la seguridad
La fuerza debe conciliar los intereses más sanos de los argentinos: estudiar, trabajar, producir y acceder a la vivienda, a la salud y la seguridad
Armando Torres 10 octubre de 2022

Lo más importante que tiene Argentina por delante para prosperar es consolidar una moderna y plural fuerza de “centro imprescindible” con valores ciudadanos, republicanos, alternativa a las que en las últimas dos décadas han concentrado en conjunto casi el 90% de las voluntades electorales nacionales: el kirchnerismo y el macrismo.

Los resultados alcanzados con ambos han sido malos, tanto que sus principales líderes también compiten por no ser, a la vez, los individuos con peor imagen en la consideración de los argentinos. Pero es al ñudo, la matemática se empecina en ser perfecta: el porcentaje de ciudadanos que apoya a uno rechaza al otro y así el resultado se invierte, pero con los mismos protagonistas cuando se pregunta a quién votaría o cuál es el peor. 

Luego, esa enorme mayoría vota para que pierda Cristina Kirchner o para que pierda Mauricio Macri, aunque muy pocos crean que con uno u otro o sus delfines, Argentina podrá ser rescatada de su condición de “país fallido”.

El marasmo informativo cotidiano y la contaminación de promociones, protecciones y blindajes de políticos y funcionarios dificulta plantear con posibilidad de éxito inmediato un discurso orientado a proponer la conciliación de los intereses más sanos de los argentinos -estudiar, trabajar, producir, acceder a la vivienda, a la salud, a la seguridad- en un marco donde los derechos de todos estén contemplados sin que los de unos afecten las legítimas pretensiones de los otros.

Es legítimo y necesario defender el salario y la estabilidad laboral, la jubilación y muchos otros aspectos sociales. Asimismo lo es el derecho a ejercer la libre empresa y que los impuestos sean razonables, no un escollo para la inversión y la producción.  Pero hay cosas que no son legítimas en el ámbito de la producción y los servicios -entendido esto por trabajadores y empresarios- y que, conjugadas con una deficiente dirigencia política y administrativa, han contribuido a delinear la tendencia decreciente que se ve en la comparación con otros países de la región 

Aportan a ese estado decadente la prepotencia de una dirigencia sindical anquilosada por imperio de una normativa que beneficia los intereses de sus protagonistas y, aunque no lo parezca, perjudica al conjunto de los trabajadores, considerando que muchos de quienes no tienen trabajo o lo tienen en condición precaria, podrían estar en mejor condición si esos líderes -la mayoría de ellos ya millonarios y algunos verdaderos magnates-, hubieran pasado a retiro. 

También aporta al deterioro el empresariado que defiende como base de su negocio privilegios fiscales, mercados protegidos y subsidios, cuando no apuesta a las devaluaciones y sube precios por las dudas o por angurria.     

Asimismo, aportan a la decadencia un Congreso elegido mediante condicionamientos a la sociedad consistentes en promover individuos que no merecen ser legisladores, escondidos en las boletas sábana y que, al cabo, las pocas veces que sesiona, trata en general proyectos de interés de los políticos y no del conjunto de la sociedad. 

También contribuye una Justicia que presenta flancos que promueven sospechas de parcialidad. Alrededor de todas esas “contribuciones” está omnipresente la corrupción.

La misión de conformar ese “centro imprescindible” no será tarea sencilla porque implica el desafío de sortear dos obstáculos voluminosos: el establecido por los compromisos de los medios y el cambio cultural que impuso la tecnología de las comunicaciones, que incluye comportamientos acelerados que no se compadecen con la lectura. 

La tentación de muchos políticos es llamar la atención con el grito, la ofensa y la denuncia pública, lo cual no constituye una vía aconsejable para el propósito planteado. Sería más de lo mismo, seguir en una interna donde quienes conducen tienen otros valores y no los van a cambiar.

Quienes quieran armar la alternativa tendrán que ingeniárselas para mostrar que sus conductas se compadecen con las de un país que pueda ilusionar, que su búsqueda no es la del poder personal sino la del bien común. Deben tener un pasado comprobable, respetable y si es posible, con eficiencia reconocida en sus menesteres. 

Es necesaria una constelación de hombres y mujeres capacitados, bien reputados e intencionados, dispuestos a caminar y hablar a coro -quizá el coro pueda reemplazar al grito- para convencer, aprovechando todos los espacios de difusión que se les presenten, si no creando los propios, siendo que hoy un programa de edición se compra en lata en un supermercado. 

En la base del discurso, antes que la promoción de la ilusión a través de programas consensuados, quizá sea necesario advertir hacia dónde estamos yendo decididamente. 

  • Sí, promover el miedo de que Argentina está consolidando la pobreza económica y la miseria moral, haciéndolas cada vez más extremas; que las nuevas generaciones ya están naciendo y creciendo con las limitaciones al desarrollo que imponen la alimentación inadecuada y el hacinamiento, y con patrones culturales donde el medio de vida ajustada es la asistencia del Estado y como alternativa de "trabajo diario" para el sustento y el crecimiento están el menudeo del narcotráfico, el robo y la violencia.   

Por fin, los interesados deben declarar que no están luchando por poner sus propios nombres en la marquesina, que no se trata de internismos ni de vanidades, que no creen en personas providenciales, que están dispuestos eventualmente a acompañar con todo empeño a quienes garanticen que el proyecto común podrá ir ganando espacios, municipales, provinciales, parlamentarios y, lo antes posible, claro, el presidencial. 

Así es, la construcción debe ser generosa y eso la mostrará distinta. Debe ser una obra arquitectónica que, como todas ellas, empiece afirmando sus bases.

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