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Emigrar: diferencias entre ciudadanía, residencia y residencia fiscal

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29 diciembre de 2020

Por Andrés Burecovics (*)

Cuando de emigrar se trata, la cantidad de información incorrecta que circula en Internet y en distintos medios de comunicación es sideral. Antes de siquiera comenzar a plantearse un movimiento migratorio, es fundamental comprender la diferencia entre estos tres conceptos, de modo que podamos tomar decisiones adecuadas que tengan un impacto positivo en nuestra calidad de vida y, por supuesto, en nuestras finanzas.

Comencemos por lo más básico. ¿Necesito una ciudadanía para emigrar? Absolutamente no. Para establecerse en otro país lo que el interesado necesita es un permiso de residencia (el cual la ciudadanía confiere si es que ya se posee) que permite establecerse en determinada jurisdicción por un plazo mayor al de un turista. Puede o no conceder el derecho a trabajar, por eso dependiendo de la intención y de los objetivos de cada uno es importante conseguir el permiso de residencia correcto.

Un exportador de servicios o un trabajador remoto a menudo tiene extrema facilidad para conseguirlos en otros países, ya que no es su intención trabajar en ellos. El país receptor, entonces, ¿cómo podría negarse a recibirlo? Si no alterará el mercado laboral local y únicamente contribuirá a la economía utilizando divisas obtenidas en otros mercados.

Los permisos de residencia a menudo permiten que con el paso del tiempo sus poseedores se naturalicen y adquieran la ciudadanía del país en cuestión, que a los fines prácticos no le hará grandes diferencias. Podrá en la mayoría de los casos contar con un pasaporte emitido por su nuevo país, votar, y acceder a servicios consulares, de seguridad social, entre otros.

Quienes tengan derechos derivados de su ascendencia pueden conseguir ciudadanías de los países de sus ancestros sin necesidad de residir previamente en ellos, las cuales les confieren el derecho a residir. Pero de ninguna manera uno debería emigrar a un país únicamente por el hecho de poder hacerlo, debe haber un estudio profundo y una decisión fundada a la hora de elegir una jurisdicción. No se debe emigrar a donde uno puede, sino donde a uno le conviene.

¿Es mejor una ciudadanía que una residencia? No. La primera implica el derecho a residir, un estatus permanente, compromiso, conexión y el acceso al pasaporte y los beneficios, pero únicamente es mejor que la residencia si el país en cuestión ofrece lo necesario para cumplir los objetivos del residente.

Es decir que, si de un estudio profundo del caso surgiera que determinada persona pudiera cumplir todos sus objetivos personales y financieros mudándose a Uruguay y empeoraría su situación mudándose a Europa (mucha gente cree que esto no es posible, pero créanme que sí), sería mucho mejor para él un permiso de residencia en Uruguay que una ciudadanía europea.

¿Y la residencia fiscal qué rol juega? En la inmensa mayoría de los países del mundo, los impuestos se pagan al estado en el que uno reside, independientemente de cual sea la nacionalidad o ciudadanía del residente. Por lo tanto, si uno reside en Argentina, mantiene su centro de intereses económicos y vitales y/o pasa en su suelo más de 183 días al año, está sujeto a la regulación y a las obligaciones fiscales argentinas.

Si uno quisiera cambiar su residencia fiscal, entonces deberá permanecer en la jurisdicción elegida. No existe tal cosa como vivir en Argentina y cambiar la residencia fiscal sin emigrar. Tras la muerte de Diego Armando Maradona, trascendió en algunos medios el concepto de que tenía “la residencia fiscal en Dubai”, con lo cual de forma bromista unos cuantos aseveraban que “su última gambeta se la hizo a la AFIP”. Sin embargo, esto no interfiere. Una residencia fiscal no quita la otra, y si estuvieran dados los causales de su adquisición en argentina, esta se obtiene sin importar que una persona tenga otra en Dubai, o donde sea.

Lo que es fundamental tener en cuenta es que el hecho de emigrar no necesariamente sea suficiente para poder realizar la baja fiscal, con lo cual el interesado deberá asesorarse previamente a cualquier movimiento. Caso contrario, bien podría adquirir nuevas residencias fiscales sin perder la argentina, transformándose en una pesadilla económica y burocrática.

(*) Abogado y dirige la consultora B&P Consulting

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