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Macron gana, Europa resiste

El nuevo giro en las políticas económicas europeas podría ser un punto clave en el destino del continente

Macron, flanqueado por Charles Michel y Ursula von der Leyen.
Macron, flanqueado por Charles Michel y Ursula von der Leyen.
Franco Marinone 02 mayo de 2022

Existen dos visiones de la Historia principalmente: la cíclica y la lineal. La lineal cobra fuerza tras el trauma de las guerras mundiales, y postula que el ser humano se encamina hacia un progreso indefinido que se plasma en el paso de los años. Es normal que, tras la vergüenza para la humanidad que supuso las matanzas indiscriminadas de ambos conflictos mundiales, nuestra psique colectiva no tuviera otra posibilidad que afrontar este suceso con el optimismo que no podíamos ir a peor. Por otro lado, encontramos la visión cíclica de la Historia, que postula que el ser humano irremediablemente está destinado a cometer los mismos errores debido a su propia naturaleza. 

La visión cíclica, si bien es bastante pesimista, tiene varios ejemplos históricos para argumentar la veracidad de su postura. En el Siglo XX, la incapacidad de las democracias liberales para dar respuesta a los problemas derivados de la fuerte crisis económica de entreguerras provocó el auge de los movimientos extremistas. Actualmente la pésima gestión comunitaria de la larga crisis surgida en 2008 ha hecho brotar en 22 parlamentos europeos el fenómeno ultraderechista. 

El pasado domingo Francia resistió la llegada al Palacio del Elíseo de la ultraderecha. El ya reelecto Emmanuel Macron obtuvo 58,6% de los votos frente a 41,4% de  Marine Le Pen. Si bien ganó el centrismo en Francia, Agrupación Nacional logró una victoria en su derrota, ya que cosechó el mejor resultado desde que la dinastía Le Pen empezase a disputar las elecciones presidenciales en 1974. El padre de Marine, Jean-Marie, perdió en 2002 contra Jacques Chirac, que obtuvo 82% de los votos. 

Después, en 2017, Marine perdió con 34% ante el 66% de Macron, y ahora la diferencia se ha reducido a tan solo 17,2 puntos puntos de diferencia.  

Es imprescindible entender que este auge de la ultraderecha no es un fenómeno aislado, sino global, debido a un contexto económico e ideológico que fomenta la aparición de esta corriente. 

Europa entre el establishment y los antisistema 

Europa se encuentra entre dos grandes tendencias: de un lado encontramos los partidos convencionales integrados en el actual sistema, al que defienden y caracterizan como el mejor posible y de otro lado, partidos que encarnan las diferentes variantes del populismo y que se oponen frontalmente al modelo político actual. 

Dentro de los movimientos políticos más radicalizados en sus posturas, los izquierdistas no han tenido una fuerte incidencia en la resolución de los problemas derivados de la crisis económica del 2008, alargada por las medidas económicas de austeridad y recientemente por la crisis del Covid-19 y la guerra en Ucrania. No han logrado ni acceder al poder, salvo la fatídica excepción de Syriza en Grecia que terminó con la derrota en una guerra abierta con la “troika”, ni lograr mover el eje político a latitudes más cercanas a su visión de la política y la economía. 

En cambio, la extrema derecha ha conseguido capitalizar el descontento de la población europea a través de un discurso basado en tres puntos: la xenofobia antiinmigrante, recuperación de la soberanía nacional frente a las instituciones supranacionales de la UE y la descalificación de la clase política convencional que denuncian como corrupta y parasitaria. 

A su vez, los partidos tradicionales han tenido que enfrentar dos problemas principales: la obligada aplicación de políticas de austeridad económica, que conllevan un fuerte control del déficit público para mantener a raya la inflación y la constitución de coaliciones de partidos donde la alternancia política se diluye. 

Si solo se aplica un tipo de recetas para la resolución de problemas derivados de la crisis, el desgaste de las mismas provocará una disminución de la fuerza de los partidos del establishment, ya que lejos de mejorar la situación de los ciudadanos tras la crisis, el resultado fue un aumento de las desigualdades sociales y territoriales.

La extrema derecha de personajes como Le Pen, Santiago Abascal (España), Viktor Orbán (Hungría), Herbert Kickl (Austria), Matteo Salvini (Italia), o Tino Churpalla (Alemania) entre otros, si bien puede parecer que propone algo nuevo a la ciudadanía europea, tiene ideas que desprenden un fuerte olor rancio. Como de costumbre, buscan un enemigo interior, los inmigrantes, y uno exterior: la Unión Europea y la globalización.

Por un lado, el  nacionalismo intransigente augura la caída de los valores europeos, el Estado de Bienestar y un aumento de la delincuencia y el terrorismo debido a una oleada de inmigrantes islámicos. Por otro lado, la UE es caracterizada como un mecanismo tecnocrático, elitista, desnacionalizador, y sin apoyo popular, y por tanto, falto de legitimidad para intervenir en la soberanía nacional de los distintos estados.

La democracia liberal resiste en Francia

Durante las últimas décadas los franceses entendieron que era un deber cívico mantener en mínimos el apoyo al partido Agrupación Nacional, pero en los últimos años cada vez más ciudadanos franceses han cambiado de opinión. A su vez, los dieciséis millones de franceses que se abstuvieron en las elecciones del pasado domingo son un espacio que podría terminar captado por la agrupación de Le Pen para, así, poder acceder a la presidencia. 

La reelección de Macron, y la de otros líderes del centro liberal muestra que, al contrario que durante la crisis de entreguerras, las democracias liberales esta vez sí tienen herramientas para satisfacer las demandas de sus ciudadanos. El nuevo giro en las políticas económicas europeas, tras la crisis del Covid, podría ser un punto clave en el destino de la política europea, ya que la posibilidad de aumentar el gasto, y la relajación en las estrictas políticas de austeridad, podrían contribuir a mantener el Estado de Bienestar y aumentar los índices de empleo. 

Europa, en general, debe agilizar el sistema político comunitario, recuperar el modelo social deteriorado en las últimas dos décadas, corregir la asimetría entre la rente de los diferentes países europeos, fomentando la federalización europea y avanzando en la expansión de las ideas de solidaridad paneuropeas. Así, el círculo de la Historia deberá esperar para cerrarse, consiguiendo mantener un avance hacia posiciones de libertad, igualdad, y fraternidad.

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