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La OTAN tiene nuevos objetivos prioritarios y unidad artificial

Atilio Molteni 17 diciembre de 2019

Por Atilio Molteni Embajador

Si bien la última reunión de líderes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (conocida por su sigla OTAN) logró, con bastante esfuerzo, delinear cuatro nuevos objetivos básicos para sus futuras actividades, no alcanzó a sellar el conflicto de visiones estratégicas sobre defensa común que fue la materia del disenso antes de efectuarse la última Cumbre entre Europa y Estados Unidos. El consenso alcanzado se orienta a los siguientes puntos.

Completar la denominada “Iniciativa de Respuesta Rápida”, tendiente a poner a disposición de la OTAN 30 batallones mecanizados; 30 escuadrones aéreos y 30 buques de sus Estados miembros, un equipamiento apto para ser utilizado en el plazo de 30 días. Tal arreglo persigue el objetivo de garantizar el proceso de disuasión en Polonia y los Países Bálticos, así como para expandir los ejercicios militares y de alistamiento en el este y el centro de Europa.

Declarar el espacio como un nuevo dominio operacional (debido a que la utilización de armas contra satélites es una nueva amenaza a la seguridad, el factor que ya indujo a los Estados Unidos a crear una fuerza especializada) y avanzar en el combate a los ataques cibernéticos (que pueden originarse, por ejemplo, en intromisiones en la cadena de suministros de la industria bélica y espacial). El mismo concepto resulta extensible hacia las amenazas híbridas. Adicionalmente, se advierte la necesidad de establecer normas aplicables a los aliados referidas a la infraestructura de comunicaciones, desarrollo que incluye los sistemas 5G (que son las tecnologías de la última generación de telefonía móvil que llevan en sí el riesgo de problemas de seguridad, como se vio en el caso del grupo chino Huawei).

Renovar los compromisos de la Organización sobre el entrenamiento en Afganistán (donde están asentados 8.700 de los 17.700 soldados que no son estadounidenses, sino de otros países de la Organización) y las acciones sobre con traterrorismo en Medio Oriente y el Norte de África.

Un acuerdo para analizar el impacto de la presencia estratégica de China con respecto a los objetivos de la OTAN y la seguridad transatlántica.

Quizás el último de los puntos aludidos sea la conclusión más importante de las adoptadas para determinar el futuro de la Organización, pues con ello Europa parece reconocer que ahora existe una nueva clase de Guerra Fría, por la cual Washington y China se enfrentan en todos los sectores (especialmente en los de la alta tecnología), realidad que tiene consecuencias para todos. Pekín sigue con prudencia su inserción en la periferia geográfica, mediante su Iniciativa de la Franja y La Ruta (OBOR o “Belt and Road Initiative”, en inglés) y no parece que se vaya a limitar sólo a ser la potencia preeminente en la región del Indopacífico.

La reunión del 4 de diciembre también fue escenario de un sugestivo episodio cuando el presidente Donald Trump anticipó su regreso a Washington, dejando de manera intempestiva la reunión de los 29 jefes de Estado y Gobierno que componen la OTAN, celebrada en Londres con ocasión del 70° aniversario de dicho Tratado de defensa colectiva y treinta años posterior a la caída de La Cortina de Hierro. Su partida tuvo lugar en medio de expresiones de disgusto por la difusión de un video donde el primer ministro de Canadá y otros mandatarios parecían burlarse de él en un corrillo de una recepción efectuada en el Palacio de Buckingham. Con posterioridad acusó a Justin Trudeau de duplicidad de conductas. No es la primera vez que la personalidad de Trump suele originar acciones y reacciones difíciles de imaginar en la relación convencional entre altos mandatarios.

Este desarrollo es un testimonio de las tensiones que tienden a descarrilar la gestión de la Alianza Transatlántica, en cuyo ámbito Estados Unidos siempre desempeñó una función de visible liderazgo, ya que este mecanismo es una parte sustantiva de la estrategia de seguridad nacional de su país y supone una especie de termómetro del interés de preservar la paz y la estabilidad de Europa. Estos escarceos son consistentes con el retiro estadounidense del Acuerdo de París sobre Cambio Climático y del alejamiento del Acuerdo adoptado con Irán en 2015 sobre la actividad nuclear de ese último país. Cabe recordar que el Viejo Continente despliega acciones completamente opuestas a la que exhibe el gobierno de Donald Trump. En las últimas horas, mientras la política comercial en el Atlántico Norte está haciendo agua, como lo prueban las acciones de Washington imponiendo a dedo elevadas tarifas comerciales a distintos países y su política con relación a la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tuvo el efecto de paralizar su pieza clave en materia de solución de diferencias sobre el comercio internacional, hecho que descargó un severo golpe sobre el funcionamiento de ese Sistema Multilateral.

La Cumbre de la OTAN había sido precedida por una entrevista del presidente de Francia, Emmanuel Macron, con la revista The Economist (publicada el 9 de noviembre), en la que dicho mandatario afirmó que la OTAN enfrentaba una muerte cerebral y que Europa se encontraba frente a un precipicio. En esa instancia alegó que su país tenía dudas de seguir sintiéndose obligado, ante un ataque a un Estado miembro de la OTAN, a seguir considerando que ese ataque realmente afecta a todos los Miembros de esa Organización (conforme al artículo 5 y la base de la confiabilidad de ese mecanismo de defensa mutua).

En tal contexto declaró que Europa debía revaluar el significado de la OTAN, a la luz de los compromisos que Washington esté dispuesto a asumir. Por lo tanto dio a entender que no consideraba que, en este momento, Estados Unidos seguía siendo un aliado confiable. Sugirió que los europeos debían iniciar una etapa de mayores gastos militares y ampliar sus capacidades estratégicas. Es decir, ir más allá de la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea (UE) y de su propio sistema integrado para la prevención de conflictos, administración de crisis y construcción de la paz después de un conflicto, como los que tienen lugar en Afganistán, Sudán, Libia, Siria y Etiopía, en los que Europa aquilata una sugestiva presencia.

Cabe recordar que Emmanuel Macron fue electo Presidente de Francia hace dos años y medio, con la promesa de modificar las características de un Estado francés que no facilita la creación y realización de negocios, al crecimiento y pleno empleo, a lo que sumó un activo protagonismo internacional. Sin embargo, su estatus está siendo opacado por la situación interna de su país, pues primero tuvo que enfrentar el aún irresuelto conflicto con los “chalecos amarillos” y, ahora, la resistencia popular a su intento de modificar el sistema de pensiones para hacerlo más simple y equitativo, propuesta que desató manifestaciones violentas en numerosas ciudades del país.

El aludido mandatario tiene una mayoría legislativa que le permitiría lograr su objetivo, pues la incidencia del sistema de pensiones alcanza al 14% del PIB, mientras en Estados Unidos esa incidencia sólo equivale a la mitad.

Macron retomó la idea de establecer una fuerza militar propia, ajena a la OTAN (en 2017 ya había sugerido la Iniciativa de Intervención Europea, que ya cuenta con 14 Estados miembros), y que la UE necesita actuar como un bloque político, con principios comunes sobre tecnología, información y cambio climático, criterios ampliamente aceptados por la mayoría de esa región. El mandatario entiende que Trump se opone a tal proyecto. Al hacerlo puso como ejemplo el abandono de sus aliados kurdos, demostrando su falta de interés real en el Oriente Medio, sin coordinar esta decisión estratégica con los europeos y facilitando la acción que hizo posible que Turquía (que es miembro de la OTAN) invadiera Siria. El Jefe de la Casa Blanca le respondió duramente al sostener que Francia es irresponsable en la lucha contra el Estado islámico, debido a su negativa a repatriar a 1.450 de sus miembros (y sus familias) poseedores de pasaportes europeos, actualmente prisioneros en centros de detención ubicados en el norte de Siria.

A pesar de ese mar de fondo, la Declaración de los líderes de la OTAN suscripta el 4 de diciembre se sustrajo de tales enfrentamientos. El texto confirma el vínculo transatlántico y la obligación contenida en el artículo 5 del Tratado, enumera avances significativos en el cumplimiento de la meta de elevar los gastos en defensa al 2% de sus respectivos PIB y de invertir el 20% de esos recursos en la adquisición de armamento, una movida que ya dio lugar a un incremento de 130.000 millones de dólares en los últimos cinco años por parte de los miembros europeos y Canadá. Ese fue, de paso, uno de los objetivos primarios que impuso Trump en la Organización, que en un primer momento calificó a la OTAN de obsoleta y ajena a la implementación de su política exterior unilateral y nacionalista.

Y, no obstante el interés de Macron de iniciar un nuevo diálogo con la Federación Rusa, la declaración de la OTAN afirma que sus acciones agresivas constituyen una amenaza (demostrada en Crimea y en Ucrania del Este y por sus tácticas de desinformación e intromisión), y que el terrorismo constituye un peligro persistente para todos sus miembros.

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