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Habrá suspenso hasta el final en DC

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04 mayo de 2020

El 3 de noviembre hay elecciones presidenciales en Estados Unidos y la moneda está en el aire. Donald Trump venía bien, pero pasaron cosas. El Covid-19 trastocó todo y subió considerablemente las chances del retador demócrata (Joe Biden) de desplazarlo de la Casa Blanca. Sería una rareza: los “incumbents” (quienes ya están en el poder) suelen ganar. Todavía falta para el 3-N, pero tampoco tanto.

“La pandemia cambió drásticamente la campaña presidencial de Estados Unidos. Antes de todo esto, Trump anclaba su campaña en una economía sólida y Biden discutía con otros candidatos demócratas el liderazgo de su partido. La campaña cambió drásticamente la dinámica de la elección presidencial y, para muchos, comienza a tener rasgos parecidos a la campaña de 2008 que llevó a Barack Obama a la presidencia con un profundo deseo de cambio en la ciudadanía”, dice la politóloga Ana Iparraguirre ante El Economista.

El mes de abril fue potencialmente fatal para Trump. El Covid-19 se apoderó de Estados Unidos: el número de contagios superó la barrera del millón y la economía se puso de rodillas. Además, el presidente no manejó bien la crisis sanitaria: la minimizó en un comienzo y cometió errores después, como cuando sugirió inyectar desinfectante?en las personas. Las encuestas de alta frecuencia pasan factura: 50,7% desaprueba su gestión, según el blog FiveThirtyEight. Además, Biden se impuso ante Bernie Sanders (quien hubiera sido una presa más fácil para “The Donald”).

“Con 30 millones de estadounidenses pidiendo beneficios de desempleo y conferencias de prensa diarias que ponen en evidencia la falta de liderazgo del presidente, los números de Trump empiezan a caer en estados clave para ganar el Colegio Electoral, como Florida, Michigan y Pennsylvania. Mientras tanto, la estrategia de Biden ha sido refugiarse en el sótano de su casa dejando que Trump se equivoque sin interrupciones. El desafío de cómo se definirá esta elección está abierto. Si la elección se centra en un plebiscito sobre la continuidad de Trump, los republicanos tendrán una campaña difícil. Si la campaña se centra en las cualidades de Biden y el futuro de la economía, los demócratas tendrán que proponer algo más que terminar los años de Trump en la Casa Blanca”, agrega Iparraguirre.

Más allá del voto popular (donde Biden se impone a Trump), la carrera hacia la Casa Blanca, como recuerda Perry Bacon Jr., “es una carrera de Estados” y, sobre todo, de “swing states”, aquellos que pueden ir para un lado o el otro.

Quien piensa que Trump ya perdió está equivocado. Como en 2016 (cuando llegó hasta el día de los comicios de punto), peleará hasta el final, con la maquinaria federal de su lado y con un “upside” importante si se controla la pandemia y/o se recupera la economía. “La campaña en Estados Unidos ni siquiera ha comenzado”, recuerda Nicolás Solari (Directo de RTD) ante El Economista.

Además, Biden está lejos de ser un candidato taquillero en la época de la política-show. “Biden es un candidato subóptimo, plagado de falencias y debilidades. Es un hombre mayor, 78 años, lo que le valdría, en caso de ganar la elección, convertirse en el Presidente de mayor edad en la Historia de los Estados Unidos. Su edad no pasa inadvertida en sus apariciones públicas, donde frecuentemente confunde palabras y conceptos. Tampoco tiene una narrativa especialmente atractiva ni un liderazgo particularmente carismático, lo que lo pinta como un candidato gris. Su biografía reciente incluye, justificadamente o no, acusaciones de acoso sexual y tráfico de influencias, lo que podría afectar su performance en una parte significativa de su base de votantes especialmente sensible a esos issues”, dice Solari.

“Las encuestas muestran en general una tendencia favorable a Biden en la mayoría de los 'battleground states', aquellos que terminan definiendo la suerte de la elección. Los sondeos de Michigan, Wisconsin, Pennsylvania e incluso Florida muestran por ahora una ventaja de entre 3 y 5 puntos a favor del demócrata. Es un margen similar al que las mismas encuestas le asignaban a Hillary Clinton cuatro años atrás, semanas antes de que Trump sorprendiera al mundo. A seis meses de la elección, y en medio de una crisis planetaria de proporciones históricas, el resultado de la elección de Estados Unidos no puede ser sino imprevisible”, concluye Solari. Como en 2016, o una película de Hollywood (o, más acorde a estos tiempos, una serie de Netflix), habrá suspenso hasta el final.

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